Revista Filosofía

El riesgo de una revolución educativa

Por David Porcel
Leyendo esta mañana el artículo publicado en El Mundo que escribe Nieves Segovia, directora de la Institución Educativa SEK, El reto de la revolución educativa, pensaba en la vacuidad substancial de su mensaje. La autora en dicho artículo alerta de la necesidad de cambiar el modelo educativo ateniéndonos a la nueva manera de aprender de los alumnos y a los nuevos medios tecnológicos de los que actualmente disponemos. Pretende decirnos que la educación tal como se imparte hoy día en los centros de enseñanza (Colegios, Institutos y Universidades) resulta obsoleta y perjudicial para unas generaciones que exigen urgentemente de nuevos patrones y pautas de aprendizaje. Así, afirma:
Respecto a los saberes, sería necesario desterrar un currículo heredado del siglo XX, y reescribirlo a la luz de las competencias imprescindibles en el XXI. Sin olvidar el cimiento de las humanidades, es necesario abordar la adquisición de habilidades de pensamiento crítico y solución de problemas, aprendizaje e innovación, junto al desarrollo de patrones intuitivos y holísticos de pensamiento que permitan al alumno la creatividad necesaria para su desempeño y éxito profesional.

Al respecto me pregunto qué tipo de habilidades y patrones son esos, que si se adquieren uno ya es capaz de elaborar cualquier pensamiento crítico, solucionar cualquier problema o ejercer libremente la creatividad. Ahora resulta que es posible adquirir unas pautas de conducta y de pensamiento que pueden hacer frente a cualquier situación y resolver todo embrollo que se nos presente. Parece, según se lee, que hasta el más tonto e ignorante, poseedor de estas herramientas, es capaz de resolver la más ardua cuestión. Pero hay más:

Los estudiantes de hoy son esencialmente distintos a los de hace apenas media generación. Son nativos digitales que no han conocido un mundo desprovisto de tecnología (...) Trabajan en contextos multitarea, por lo que su estructura cognitiva es paralela, no secuencial. Son colaborativos, están expuestos a numerosos estímulos de ocio y entretenimiento que les permiten cultivar habilidades superiores del pensamiento. Son rápidos e inteligentes. No observan, participan (...) No es de extrañar, por lo tanto, que el modelo educativo que les ofrecemos -estandarizado, unidireccional, jerárquico y uniforme-, no responda a ninguno de los rasgos que les caracterizan. (...) Les hemos acostumbrado a aprender de la manera en que les enseñamos, en vez de educarles del modo en que aprenden. Los estudiantes de hoy necesitan una educación que emplee sus códigos de comunicación, en idénticos soportes, y en cualquier lugar y momento del día. El mundo del entretenimiento lo ha entendido. El de la educación, todavía no.

Entonces, ¿debemos crear e idear videojuegos para conseguir que nuestros alumnos aprendan divirtiéndose?, ¿debemos, por tanto, renunciar al lenguaje humano -que no es icónico, sino simbólico-, a su léxico y a sus giros gramaticales, para enseñarles las diferentes disciplinas?, ¿debemos, en definitiva, renunciar a que nuestros futuros ciudadanos ejerzan no sin esfuerzo actividades como la comprensión y la reminiscencia, la intuición o la deducción?, ¿y qué hay de su sensibilidad estética y moral?, ¿o acaso también éstas pueden ser reemplazadas por experiencias llamativas y despampanantes como, se me ocurre, el fenómeno Avatar?


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