Sin embargo, cuando hablamos de factores ambientales, necesariamente debemos tener en mente algunas reflexiones. En primer lugar, conviene diferenciar indicadores de riesgo de mecanismos de riesgo. Esto es sencillo de entender mediante un ejemplo. En la infancia, tanto en el caso del fallecimiento de un progenitor como en el caso de la separación de los padres se produce una pérdida perceptible para la criatura, pero sólo la separación de los padres ha demostrado actuar como factor de riesgo para el desarrollo de conductas de riesgo a partir de la pubertad (consumo de drogas, relaciones sexuales sin protección, conducta alimentaria alterada y conductas compensatorias de control de peso…).
Evidentemente, no es el único factor de riesgo, sino simplemente un factor que se ha podido relacionar en algunos estudios bien controlados con este tipo de conductas. Por tanto, podemos deducir que probablemente lo que es realmente un factor de riesgo es el conflicto que subyace casi siempre, sea en mayor o menor medida, una separación. En segundo lugar, hay que diferenciar entre procesos de riesgo proximales y distales en el tiempo: la importancia de un factor de riesgo distal radica en que aumenta la probabilidad de ocurrencia de factores de riesgo proximales. Por ejemplo, la pubertad precoz femenina aumenta la probabilidad de ocurrencia de casi todas las conductas de riesgo, por el simple hecho que el espiral conductual empieza a desarrollarse unos años antes, “dejando más tiempo” para que las conductas de riesgo emprendidas aumenten el riesgo de emprender otras. Y en tercer lugar, las variables de riesgo pueden ser heterogéneas. Por ejemplo: el estrés moderado actúa como factor protector por el mecanismo de la inoculación de estrés, mientras que el estrés excesivo actúa como factor de riesgo -paradojalmente- aumentando la sensibilidad al mismo (cuando más estresada está una persona, más estresable se vuelve).
Todo ello posee una enorme importancia a la hora de sentarse ante una paciente con obesidad que desea adelgazar unos kilos, pero que probablemente también fuma porque empezó a hacerlo para disminuir el hambre y la ansiedad, hambre y ansiedad que a su turno surgieron cuando decidió, hace unos años, emprender una dieta que leyó en una revista del corazón, las bondades de la cual venían cuidadosamente avaladas por una cantante de éxito que, a sus 40 años, viste una talla 38 y asegura no haber pasado nunca por quirófano porque “todo es cuestión de metabolismo, y si no se tiene suerte con el metabolismo, también puede ser cuestión de voluntad: ¡el caso es que si padeces obesidad es porque quieres!”. Mensajes adulterados como éste afectaron a nuestra paciente, pero no a otras personas en situaciones similares, que no recuerdan lo que es el hambre y que experimentan la máxima ansiedad de sus vidas cuando pierde el Barça (suponiéndola culé). ¿Cómo puede ser esto? Pues porque resulta que, quizás, nuestra paciente creció en un ambiente familiar en el cual la madre y dos hermanas se pasaban el 80% de su tiempo hablando de dietas y el otro 20% recordando a nuestra protagonista lo gordita que se estaba poniendo; y para colmo, por las tardes estaba siempre sola en casa y se dedicaba a ver la televisión, donde las presentadoras de los telediarios, delgadísimas todas, parecían estar explicando cómo hay que tener el cuerpo para alcanzar el éxito profesional.
La conclusión de un estudio de Kendler va a servir también de conclusión de este artículo porque permite, al mismo tiempo, sintetizar la interacción genética-ambiente y albirar su enorme complejidad. En varios estudios sobre interacción genética-ambiente se ha visto que, cuanto más restrictivos son los ambientes, más se imponen; mientras que cuanto más permisivos son, menos se imponen en tanto que permiten más que los factores genéticamente heredados se expresen. Entre anuncios de dietas basadas en un solo alimento, de cigarrillos con nicotina de la de siempre pero light, de criaturas que meriendan cada día bollería industrial, de compañeros de oficina que recomiendan suplementos dietéticos que lo curan todo, etc., no creo que seamos muy ortodoxos si calificamos el ambiente proriesgo que se respira en nuestra sociedad como bastante restrictivo…