Revista Cine
Un joven alemán de viaje por Africa (Alexander Fehling) navega por las marismas de un río, adentrándose en el territorio virgen de Botswana en compañía de un anciano pescador del lugar. Una mañana el anciano aparece muerto y el joven se encuentra solo en medio de un delta infinito, aquí comienza su batalla íntima con la muerte, sus miedos y su percepción del mundo exterior. Tras días a la deriva llega a un poblado totalmente aislado, muy lejos de la civilización. Pero su odisea no ha terminado, un mundo más allá de su comprensión le lleva a una continua pérdida de control. Premio Kutxa Nuevos Directores 59 edición Festival Internacional de San Sebastián 2.011.
Ficha:
Título Original: Der fluss war einst ein mensch.
Director: Jan Zabeil.
Guionistas: Jan Zabeil, Alexander Fehling.
Intérpretes: Alexander Fehling, Ousentswe Dreamar Manyim, Nx'apa Motswai, Sariqo Sakega, Babotsa Sax'twee.
Productores: Benny Drechsel, Karsten Stoeter, Jan Zabeil.
Fotografía: Jakub Bejnarowicz.
Música:
Montaje: Florian Miosge.
Diseño de Producción:
Diseño de Vestuario:
País: Alemania.
Lugares de Rodaje: Botswana; Namibia.
Fechas de Rodaje:
Año: 2.011.
Duración: 80 minutos.
Edad: Apta para todos los públicos.
Género: Drama.
Distribuidora: Pirámide Films Distribución, S. L.
Estreno: 07-09-2.012.
WEB Oficial: Web Oficial de la película en España.
Espectadores: 490.
Recaudación: 3.102,01 €.
Calificación: 5,331.
Comentario:
Un actor alemán (Alexander Fehling) viaja a África para vivir unos días de paz y tranquilidad. Allí contrata a un nativo (Ousentswe Dreamar Manyim) para que guíe su canoa por un río. El africano de habla de la insignificancia de sus vidas en un mundo dominado por la Naturaleza, pero el europeo se burla de él. Al día siguiente, Alexander descubre que su acompañante aparece muerto, y al encontrarse solo y perdido en un entorno que no conoce, empezará a sentirse amenazado por todo lo que le rodea.
Crítica:
14-05-2.013 – JOSU EGUREN
Europa en África
Dos planos casi idénticos enmarcan los meandros de un río que serpentea sobre la superficie de la llanura africana. Una sola mirada, pero el protagonista ya no es el mismo. "El río que era un hombre", ópera prima del realizador de videoclips Jan Zabeil, nos traslada hasta la frontera entre la conciencia cognitiva de occidente y los misterios de un continente que no aparece referenciado en las guías turísticas. Es un viaje de autoconocimiento en el que el director alemán se rinde ante la magnitud de lo desconocido, varando a su personaje entre los muros de un laberinto inextricable para el pensamiento geométrico del pasajero racionalista.
Zabeil se lanza a la aventura ligero de equipaje, con una cámara digital, dos (o tres) actores y el mecanismo abreviado de un guión sintético, liberando al protagonista de los traumas psicológicos que socorren al espectador en la lectura de tramas tan simples. Todo el cauce de la película es un acto de fe con el que Zabeil afirma la posibilidad de hallar un equilibrio entre la herencia literaria de Joseph Conrad y el realismo mágico-poético de Apichatpong Weerasethakul, aunque en sus imágenes también puede leerse un subtexto que evoca el pasado colonial, la extraordinaria aventura de Emín Bajá, las cataratas Victoria, Stanley, Livingstone...
Un discurso sincero, que se articula sobre la imposibilidad de codificar lo desconocido, amerita el reconocimiento por parte de los espectadores que estén cansados de masticar bienintencionadas metáforas sobre un continente que contiene millones de realidades distintas. El público donostiarra le dio la espalda, pero Wim Wenders y el jurado de la sección Nuevos Directores vieron en Zabeil a un autor con futuro. El tiempo lo dirá, hasta entonces les propongo una comparativa entre "El río que era un hombre" y sus contemporáneas: "La enfermedad del sueño", de Ulrich Köhler, y "Rebelde", de Kim Nguyen.