Revista Cultura y Ocio

El ritmo de la lectura, Roland Barthes

Publicado el 19 octubre 2025 por Kim Nguyen

Hay una cuestión mucho más grave que, creo, debemos abordar con franqueza, porque es la que muchos lectores se plantean ante los textos de la literatura moderna: la cuestión del aburrimiento.Es cierto que algunos textos pueden resultar aburridos. Un relato también, por lo demás; pero hoy empezamos a realizar análisis estructurales y sabemos un poco mejor cómo se construye un relato para retener lo que comúnmente se llama la atención: por ejemplo, a través del mecanismo del suspenso o de la forma misma de la anécdota. En suma, sabemos cómo un relato puede no ser aburrido. Sin embargo, a partir del momento en que el texto toma distancia respecto de la anécdota, cuando deja de situarla en primer plano, corre un gran riesgo: el del aburrimiento.

Quiero plantear este problema del aburrimiento porque pienso que funciona como una especie de coartada social, un obstáculo que impide la difusión de muchos textos considerados aburridos de antemano. Creo, por tanto, que la cuestión del aburrimiento nos lleva a reclamar una especie de propedéutica, o casi una enseñanza, de la lectura. Pienso que ciertos textos modernos parecen aburridos, sencillamente porque no se encuentra el ritmo de lectura que les conviene.

Hay, por ejemplo, textos que resultan muy aburridos si se leen demasiado rápido. Es paradójico: la rapidez en la lectura es, en definitiva, un germen de aburrimiento; mientras que, si uno tiene el valor de ajustar el ritmo de su lectura, se redescubre un sabor del lenguaje que hace que el texto se vuelva apasionante.

Creo que la cultura clásica nos ha habituado a un registro de lectura bastante pobre. Es como si habláramos de longitudes de onda. Teníamos una longitud de onda para leer los relatos, las novelas, los cuentos, las narraciones breves; y otra para la poesía lírica. Y nada más. En el fondo, sólo disponíamos de dos longitudes de onda. Hoy pienso que es necesario multiplicar esas longitudes de onda de la lectura. Y eso exige un esfuerzo. La lectura se convierte entonces en algo no más difícil, sino más responsable.

Debería ser, por lo demás, uno de los papeles de la crítica: invitar a los lectores a descubrir por sí mismos su ritmo de lectura ante ciertos textos. Porque, como usted sabe tan bien como yo, el problema de la lectura nunca se plantea. Siempre se discute el contenido de la obra, su belleza, su interés, pero nunca he visto a un crítico iniciar esa forma de propedéutica, esa iniciación activa a la lectura verdadera.

Roland Barthes
Conversación con Georges Charbonnier

Foto: Henri Cartier-Bresson
Roland Barthes en 1963


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