Parece que esta vez, el eterno presidente en funciones, tiene que moverse. Y ya es difícil, Rajoy es un hombre al que le gusta sentarse en la puerta de la calle Génova a fumarse un puro y a esperar ver pasar el cadáver político de sus enemigos.
Además parece que le ha ido bien. En las elecciones del 20-D decidió no mover un dedo, esperar y le salió de maravilla. En unos meses cuenta con catorce diputados más. El único partido que ha crecido. Nunca una inacción ha sido tan bien pagada.
Pero parece que ahora tiene que moverse, no tiene más remedio. Ya le gustaría que se lo dieran todo hecho. Sin embargo, se ve obligado a tener algo de iniciativa. Poca, lo suficiente, no vayan a pensar que se va a poner a bailar el cha-cha-cha.
Eso sí, una vez que ha decidido presentarse a al investidura, sigue mintiéndonos como es habitual. Y es que ha demostrado que ni la corrupción, ni la gestión contra los más débiles y ni las mentiras le hacen daño. Al revés, le dan votos. Entonces, ¿por qué no va seguir por el mismo camino?
Y decía que ha empezado mintiéndonos, porque dijo que llamaría primero al PSOE y luego a C’s. Sin embargo, ha decidido imponer su ritmo, ir poquito a poco, y ha empezado con Coalición Canaria (un diputado) y hoy se ha reunido con el PNV (cinco diputados).
Vuelve a imponer ese ritmo monótono, áspero y desacelerado a pesar de que en su partido hablan, sin parar, de la necesidad de formar gobierno lo antes posible. Pero él, ni caso, a lo suyo. Desde luego, lo de este hombre no es la velocidad, más bien es el tocino.
Sabe muy bien que su ritmo no es de AVE, sino de tren de mercancías, porque en definitiva, y aunque diga lo contrario, le importa un pito la urgencia del gobierno, él está allí para salvar a su España –la suya solamente— y si para eso hay que esperar, pues eso, se espera. ¡Faltaría más!, que para eso le han votado más de 7,9 millones de electores, que no es moco de pavo. Él es el elegido, el más votado y por lo tanto, que los demás esperen, lo suyo es mantener el poder, el tiempo nada importa.
Y es que Rajoy es el protagonista de historias desaceleradas que además le han provocado triunfos insospechados. El famoso dicho de “el que se mueva no sale en la foto”, él lo interpreta a su manera y prefiere salir en la foto a tener que levantarse del sillón.
Nadie va a cambiar a Rajoy, ha sido tardío en reconocer las clarísimas corrupciones de su partido –aunque el responsable máximo sea él--, llegando a mandar ánimos al que hoy es el gran enemigo del partido: Bárcenas, cuando se sabía de sus millones en Suiza.
Otro reflejo de esa lentitud de la tortuga Rajoy ha sido su comportamiento con su equipo de gobierno. Los cambios de sus ministros han respondido a situaciones muy límites o simplemente a deseos de los ministros afectados. No ha sido capaz de cesar a ninguno, y eso a pesar de que ha habido motivos suficientes. El último caso, el del ministro del Interior en funciones, Jorge Fernández Díaz, es de libro y cualquiera, que no sea del PP, no ve explicación para que siga en su cargo, después de haber utilizado instituciones públicas para cargarse a sus adversarios. Este asunto hubiera supuesto una dimisión o un cese hasta en países como Marruecos o Arabia Saudita. Sin embargo, Rajoy le mantiene y muy a gusto.
En fin, tendremos que esperar lo que este señor quiera, aunque siga hablando de la necesidad de tener gobierno –claro que lo que quiere decir es la necesidad de tener el gobierno que él quiere y sin cortapisas, algo improbable con el nuevo parlamento.
Desde luego, en el caso de Rajoy no cuenta el tiempo, su ritmo es parte de su estrategia. Juega a cansar al personal y además cuenta con casi ocho millones que le aplauden la jugada circense. La cosa va para rato. Así es que, no se quejen señores, que Rajoy es el dueño del circo, y abre y cierra cuando quiere.
Salud y República