Revista Opinión

El robo a un banco, rehenes durante seis días y la sorprendente reacción de una joven sueca: así nació el “Síndrome de Estocolmo”

Publicado el 27 agosto 2019 por Noticiastucuman

El robo a un banco, rehenes durante seis días y la sorprendente reacción de una joven sueca: así nació el “Síndrome de Estocolmo”

Tres de los rehenes y el ladrón Clark Olofsson en la sede del Kreditbanken de Estocolmo, el 27 de agosto de 1973 (AFP)

Agosto de 1973. Media mañana de un día tranquilo en Estocolmo. En la esquina de Norrmalmstorg, la plaza más transitada de la ciudad, se encuentra un antiguo y sólido edificio en el que funciona un banco, el Kreditbanken. Allí, las actividades son las de siempre: algunas decenas de clientes, varios cajeros, empleados en su escritorios atendiendo gente o tipeando con algo de pereza sus máquinas de escribir, y un policía de guardia, aburrido, pensando en cualquier cosa.

De pronto, un grito. Grave, gutural, atemorizante. Todo se paraliza. El silencio invade la escena. Otro grito que sirve para que todos giren las cabezas hacia el emisor. A partir de ese momento, el centro de la casa bancaria estaba en ese señor que, a esa altura, ya había sacado un arma de entre sus ropas.

El policía de guardia lanzó su arma lejos de su posición para que no quedaran dudas de que se entregaba.

Jan Olsson, el ladrón, dominando la escena, sonrió y en inglés dijo: "Señores, la fiesta recién está empezando".

Desde que había escuchado la frase en una película norteamericana estaba esperando la ocasión ideal para repetirla.

Existen robos de bancos famosos por el ingenio con el que fueron concebidos; otros, por el monto del botín; algunos, por la manera espectacular (o dramática) en que se resolvieron. Este no se destacó en demasía en ninguno de estos rubros. No hubo gran escape ni fabuloso botín, ni siquiera una compleja planificación.

Sin embargo, este hecho que se extendió durante seis días, tuvo como consecuencia que una expresión se metiera de lleno en el habla cotidiana. Este robo de banco, del que poco conocemos, es el que originó el llamado (y cada vez más enarbolado) "Síndrome de Estocolmo".

El ladrón ingresó al banco con el arma escondida entre sus ropas, guantes y un bolso. Para no ser identificado se había teñido el bigote y las cejas. Del rubio rojizo había pasado al negro azabache. Los ojos los camufló con un barato par de anteojos de sol. Todo el tiempo habló en inglés, remedando un acento americano, para despistar a los investigadores.

Exigió comida y cervezas. La madrugada siguiente, bien temprano, la policía intentó ingresar al banco. Los agentes dispararon medio a ciegas y fueron repelidos por Olsson que hirió de gravedad a uno de los agentes. Pasadas unas horas decidieron cambiar la estrategia y escuchar al ladrón y secuestrador. Las exigencias esta vez fueron varias más. Persistía la de comida y bebidas alcohólicas. También solicitaba un auto para fugarse, dinero y la liberación de un famoso preso, Clark Olofsson, uno de los delincuentes más peligrosos de Suecia.

Los negociadores intentaron hacerlo entrar en razones. Pedían en especial por la libertad de algunos de los rehenes que él mantenía cautivos dentro del banco. Cuando se estancaron las negociaciones, a las autoridades se les ocurrió una vía inédita. Le concederían uno de sus deseos. O al menos lo harían parcialmente. Sacaron a Olofsson de la cárcel y lo hicieron ingresar al banco. Querían que él oficiara de mediador y de negociador.

El robo a un banco, rehenes durante seis días y la sorprendente reacción de una joven sueca: así nació el “Síndrome de Estocolmo”

Fotógrafos de prensa y francotiradores de la policía sueca, en una azotea cercana frente al banco donde se mantenían atrincherados los secuestradores el 24 de agosto de 1973

La policía sueca grabó las conversaciones:

Y la joven le corto el teléfono al primer ministro.

Los pedidos para que le solicitara a los captores que se entregaran no fue escuchado. Kristin insistía con que era bien tratada y que los demás, a los que ahora se sumaba su madre, lo único que hacían era poner en riesgo seis vidas. Que era mucho más fácil permitir el escape de los dos delincuentes para salvaguardar todas las vidas.

Fueron seis días de tensión y preocupación. Hasta que de madrugada, un equipo especial de la policía sueca ingresó abruptamente al banco y perforó el techo de la bóveda, lugar en el que estaban todos refugiados. Una explosión, varios disparos, granadas de gas lacrimógeno y todo terminó. Nadie resultó herido. Los dos delincuentes fueron apresados y los rehenes liberados.

Olsson recibió una condena de diez años. La de Olofsson fue más leve. Por considerarlo cómplice solo se le sumaron seis años a los que tenía pendientes por cumplir. Pero el robo quedó en la historia por la reacción de los rehenes. Por la defensa que hicieron de sus captores.

Ese atraco que se extendió por seis días dio origen a lo que se llama Síndrome de Estocolmo.
El robo a un banco, rehenes durante seis días y la sorprendente reacción de una joven sueca: así nació el “Síndrome de Estocolmo”

Oficiales de policía con máscaras de gas trasladan a Jan-Erik Olsson desde el banco

Kristin Enmark explicó hace unos años sus sensaciones. Dijo que mientras le temía a Olsson, nada de eso sucedía con el otro delincuente. Olofsson, apenas ingresó, hizo desatar a las tres mujeres y les quitó las mordazas. También encontró a un joven que se había escondido en un sótano y lo llevó con ellos. Se aseguró que todos comieran bien y que pudieran ir al baño cuando lo necesitaran. Esto derribó, de entrada, los peores temores de los rehenes.

" Me puso bajo su manto protector y me decía 'no te va a pasar nada'. Es difícil explicar a gente que no ha estado en esa situación cuán significativo fue eso para mí. Sentía que le importaba a alguien ", dijo Enmark tiempo después. Aclaró que el otro ladrón le provocaba pavor pero que todo era distinto con Olofsson.

Años después le preguntaron a Olssen si pensó en algún momento en matar a sus presas. "En un principio no me importaban. A priori estaba dispuesto a matar a quien fuera. Pero a medida que pasaban las horas ya me fue imposible hacerlo. No había ninguna posibilidad", respondió una vez cumplida la condena.

El mismo Sven declaró que sentía gratitud hacia los captores y que debía hacer un esfuerzo para recordar que eran dos delincuentes violentos, que los tenían secuestrados y amenazados, y no dos amigos. Ese sentimiento de que le debían la vida a sus captores se repitió en los cuatro sobrevivientes.

Estas reacciones fueron descriptas por el psiquiatra Nils Bejerot (otros dicen que fue el psiquiatra norteamericano Frank Ochberg) que las bautizó con el nombre de Síndrome de Estocolmo. Lo describió como una reacción afectiva regida por el temor y el trauma.

Los tres elementos principales son: la atracción -y hasta el amor- que se siente por el secuestrador, reciprocidad y desprecio por el mundo exterior.También se debe tener en cuenta que existe una cooperación natural entre las dos partes, si la situación se extiende. Ambos desean salir indemnes. Vivos, sanos y sin tener que pagar con su libertad ni con su integridad física. Desarrollar este tipo de reacción también es una manera que los rehenes tienen de protegerse. Inspirar confianza para no ser lastimados. Tanto es así que algunos negociadores, cuando los secuestros se prolongan, incitan este tipo de relaciones porque reducen de manera notable la violencia.

El Síndrome de Estocolmo se difundió por todo el mundo un año después del robo en la capital sueca.


Volver a la Portada de Logo Paperblog