Creo que lo merece. Dedicar un post al hecho que algunos denominan el robo del siglo. Aunque a estas alturas es sabido por todo el mundo, el pasado miércoles nos levantábamos con la noticia del robo en la Catedral de Santiago de Compostela del Codex Calixtino. Poco más voy a decir de la significación que tiene el citado libro, no solamente por su valor material, sino por su valor iconográfico y sobre todo constructor de una identidad y vertebración europea.
Me sorprende la naturalidad con que los responsables de su custodia, aceptan el hecho del robo, mas que sorprenderme me indigna. Me indigna que una joya patrimonial tuviese esos escasos medios de protección. Parece que los laicistas y agnósticos valoramos más el patrimonio eclesiástico que los que en teoría deben velar por su seguridad, será por nuestro carácter materialista y poco espiritual.
No logro entender porque es prioritario poner inhibidores para que los móviles no suenen dentro de la Catedral (cuando sabemos que ya de por si, la cobertura dentro del granito es mínima) sobre medidas de seguridad adecuadas a nuestros tiempos. Estamos en el siglo XXI, no podemos tener métodos casi preconciliares de control de accesos, casi limitados a un par de mostradores.
Si este suceso ocurriese en alguna administración pública el responsable probablemente ya no estuviese ahora en su puesto, lo curioso es que el responsable de esta falta de seguridad después de llevar cuarenta años dirigiendo de manera personalista estos servicios, no haya entonado un mínimo “mea culpa”. Recuerdo de la educación cristiana recibida en mis años mozos, a un religioso que entre sus máximas estaba “…y luego vienen los penseques y los creiques…”: pensé que….estaba bien resguardado., creí que …… con un paño de lino cubriéndolo sobre un cojín, tenía unas condiciones de conservación adecuadas.
Lo prioritario a día de hoy, es intentar recuperarlo. Pero también es prioritario tomar medidas para que no vuelva a suceder.