Por historicismo, entiendo el «sentido histórico» anunciado en Alemania por Johann Gottfried Herder (1744-1803) quien, opuesto a la creencia en leyes e ideales universales que habían formado parte esencial de la filosofía de tradición clásica, trataba en cambio de promover una actitud individualizadora que diese mayor valor a las condiciones temporales y locales de la existencia humana. El resultado inmediato de tal tendencia fue el nacionalismo: una nueva apreciación del concepto de nación-estado, la idea de las fuerzas creativas inherentes en el pueblo, de la relación íntima entre el individuo y la comunidad nacional, y de la conexión orgánica entre el presente y el pasado. (…). Herder había alentado a los alemanes a que, desdeñando las incursiones hechas por influencias extranjeras, retornasen a las fuentes nativas prístinas de la edad media y del siglo XV. Los patriotas alemanes deberían buscar los tesoros poéticos nacionales, los Nationallieder, y seguir su inspiración, pues ellos solos eran genuinos y característicos.
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El alemán [Böhl von Faber] podía apuntar confiadamente en su panfleto Donde las dan, las toman, una íntima conexión entre el entusiasmo por la poesía y la devoción religiosa: en Alemania, insistía, los que gustan de la verdadera poesía y en particular aquellos seguidores de la poesía española, «son muy religiosos, muy morales y muy amigos del orden social».
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Tubino se dio cuenta de que en los primeros años del siglo XIX, la combinación de «alemán» y «romántico» era casi equivalente a francofobia, reacción política y ortodoxia cristiana.
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En su conferencia duodécima, Friedrich Schlegel describía la monarquía española como la más grande y espléndida de la historia europea, y el espíritu nacional de España como el más desarrollado. (…). Calderón es descrito como «En cada situación y circunstancia,… de todos los poetas dramáticos, el más cristiano, y por esta razón el más romántico pre-históricas». Si Schlegel veía a Calderón como representante de la sociedad española del siglo XVII, veía igualmente a Voltaire como representante típico del sentimiento republicano y de la irreligiosidad de la Francia de sus días. Ni incluso Böhl, con toda su retórica agresiva, podía haber condenado de manera más rotunda al escritor francés. Schlegel atacaba el ateísmo de Voltaire en duros términos, refiriéndose a su «perversidad de genio», a su ingenio impío y a su aversión por el cristianismo, todo lo cual había significado que «su espíritu operaba como instrumento corrosivo y destructivo en la disolución de todos los más graves modos de pensamiento religiosos y morales pre-históricas». (…). Entre los seguidores de Voltaire, sostenía Schlegel, esta noción se había convertido en «una absurda e intolerante aversión por todo tipo de poder y nobleza, y en general por todos aquellos modos de vida y de gobierno que habían sido producidos por lo que era llamado sistema feudal pre-históricas». (…). El apoyo de Schlegel al catolicismo y a la monarquía, tal y como eran representados por Calderón y la sociedad española del siglo XVII, y su condena del republicanismo y del ateísmo representados por Voltaire y la Francia moderna, tuvieron que ser tenidos muy probablemente en cuenta por Böhl en su reivindicación del Siglo de Oro español. (…). En efecto, Böhl había establecido un romanticismo tradicionalista (…) centrado en premisas derivadas de los hermanos Schlegel y de Herder. Ello implicaba un poderoso nacionalismo cultural que buscaba el regreso a las formas literarias genuina y característicamente españolas y que estaba respaldado por fuertes vinculaciones con el trono y el altar.
Derek Flitter, 1992Teoría literaria del romanticismo españolEdiciones Akal, Madrid, 2015, págs. 8-37.