Hoy me enteré de la muerte del jesuita Óscar González Quevedo (diciembre 1930- enero 2019), quien fue considerado el mejor parapsicólogo de América Latina. Entre sus libros destacan El rostro oculto de la mente y Las fuerzas físicas de la mente (dos tomos). En el primero trata extensamente fenómenos psíquicos como el cumberlandismo, la telepatía, la adivinación y la xenoglosia (hablar lenguas extranjeras). Para todos estos fenómenos busca una explicación racional y niega la presencia de espíritus o demonios que puedan intervenir en ellos. Todos provendrían del inconsciente humano que, cuando se ve sometido a grandes presiones o desequilibrios, puede causar prodigios asombrosos. También fue un hábil prestidigitador que aprendió gran cantidad de trucos mágicos para no ser engañado por espiritistas. En sus obras narra la forma en que esos trucos son usados en sesiones de ese tipo.
La mayor parte de su vida transcurrió en Brasil, donde presenció hechos inquietantes, como casos de aparente brujería. Un joven tuvo una extraña enfermedad. Sus poros se habían cerrado, se estaba ahogando y no había manera de salvarlo. Se curó cuando se desenterró un sapo que había sido encerrado en un recipiente y cubierto de tierra. Una bruja le había hecho un “maleficio” y se lo hizo saber. El muchacho se identificó de tal modo con el sapo enterrado que la autosugestión hizo el resto y empezó a sentir el ahogo que debía experimentar el animal.
El parapsicólogo narra también varias experiencias de personas que, aparentemente poseídas por un espíritu o un demonio, empiezan a hablar lenguas extranjeras (xenoglosia). Una hablaba en mandarín, otra en francés. En ambos casos, habían escuchado de niñas esas lenguas. La primera había vivido hasta los tres años junto a una lavandería china. Las palabras que escuchó se grabaron en su inconsciente y, aunque conscientemente las había olvidado, las sacó en un momento de desequilibrio. La otra también había pasado por una experiencia muy semejante. La pantomnesia es la supuesta capacidad del inconsciente de guardar en la memoria todo cuanto hemos experimentado, aunque usemos muy poco de ese material en la vida consciente.
Las fuerzas físicas de la mente trata principalmente de la telequinesia, o sea, la capacidad de mover objetos a distancia. Esta, en los pocos casos documentados, parece ser obstaculizada por un vidrio o cualquier otro objeto, por lo que parece tener una naturaleza material y actuar a muy poca distancia, a diferencia de la telepatía o transmisión del pensamiento o emociones, que abarca un espacio mucho mayor y parece vencer muros e incluso la curvatura terrestre. En esto se diferencia del cumberlandismo, que consiste en captar las emociones de alguien cuando se le toma de la mano. Pensamos con todo el cuerpo, nuestra lengua se mueve al unísono de nuestros pensamientos. Por eso es posible que alguien sensible capte las emociones que se expresan en nuestra piel.