Revista Cultura y Ocio

El roto para el descosido – @Imposibleolvido

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

Siempre hay un roto para un descosido o al menos eso solía decir mi abuela.

Empiezo a tirar de frases hechas, creo que es señal de madurez, quién me lo iba a decir hace años cuando las escuchaba de labios de mi Yaya y yo resoplaba al escucharla.

Pero es cierto, siempre hay alguien que encaja con otra persona sea como sea.

Cuando estás acostumbrada a que no te correspondan de la forma en la que quieres, cuando el problema en tus relaciones no es físico sino mental. Cuando estás acostumbrada a que lo que quieran de ti es amoldarte a conveniencia… que dejes tu trabajo porque echas muchas horas, que no te arregles porque qué necesidad de llamar la atención, que no permitas que tu ex vea a vuestra hija porque no le toca, que no saques sola a los perros de noche, que deberías dejar el tabaco, que no fumes María, que porqué no pueden quedarse a dormir, que porqué tu día libre es para tu hija, que porqué quieres ir sola a donde sea que quieras ir (comprar, banco, echar un café), que se extrañen de que no quieras conocer a sus familias o que no quieras tener más hijos, que tengas ganas de leer un rato en silencio, que no enciendas la tele, que pongas la música alta y así un largo etcétera de tonterías tuyas que no se llegan a entender, que molestan o que simplemente les descuadran.

Lo lógico es hablar las cosas, explicarlas e intentar hacer ver tus motivos o tus formas pero a mí eso de dar explicaciones siempre me dio muchísima pereza.

Y así me ha ido. Siempre termino las relaciones casi antes de poder calificarlas como tal.

Supongo que cuando la vida te ha acostumbrado por defecto a ser la responsable de muchas cargas, lo último que apetece es enumerarlas delante de otra persona para que llegue a comprender tu posición, sí, soy consciente de que es más que seguro que es por no escuchar mi propia voz enumerando la cantidad de peso que a diario llevo encima de mis espaldas y al no escucharme a mí misma poder seguir adelante con ello.
Pero son mis cargas, mis manías y mi vida.
Que yo haya querido compartir cama, risas y momentos con alguien de manera puntual no le da derecho a esa persona a cuestionarme todo.

Así que, como os decía, no ha llegado a cuajar ninguna relación a lo largo de estos últimos nueve años.

Hasta ahora no me di cuenta de que el verdadero problema todo este tiempo era exclusivamente mío. No me he dado a conocer, no he dejado que nadie sepa de mis verdaderas inquietudes, de mis miedos, de mis inseguridades, no he mostrado mi verdadera personalidad, he vivido escondida y acomodada en un rincón interno, en una fachada de autosuficiencia y control hasta hace relativamente poco.

Mi “descosido” llegó y descubrió mi “roto”.

Y muchos os preguntaréis qué tiene de especial o de diferente a los demás. Llevo tiempo haciéndome la misma pregunta, pero no es cómo sea, es más bien cómo lo ha conseguido.

Por su situación personal, que tampoco le era muy satisfactoria, nuestra amistad nació en ratos de charla sobre las relaciones que cada uno vivíamos en aquel momento, nos desahogábamos explicándonos nuestras miserias personales, nuestras manías no comprendidas, aderezadas con toques de humor negro que tan bien nos hizo de hilo conductor.

Físicamente no es un prodigio de la genética pero en conjunto tiene un atractivo arrasador, ese tipo de atractivo que no es auto-explotado porque no se es consciente de poseer. Os puedo asegurar que es dueño de una de esas sonrisas que muda el rostro, que lo cambia por completo. Arrolladora, ese sería el adjetivo apropiado, dueño de una sonrisa arrolladora.

Cuando compartes momentos de conversación asiduamente con alguien y sientes que estáis sintonizados en una misma frecuencia, que aún sin haberle dado a conocer a esa persona el verdadero trasfondo de tus decisiones o formas de proceder ya sabe aconsejarte certeramente, es muy fácil acostumbrarte a recurrir a ella.
Digamos que empieza a fraguarse una relación de confianza y de risas que crea enganche, más si no hay de por medio una relación física, no hay sexo entre vosotros.

Hasta que llega. En una de esas tardes tontas la cosa acaba en sexo, hablando sobre la falta del mismo y los excesos. Sobre los gustos y fantasías. Risas de por medio. Y mi cuerpo erizado en posición de alerta, mucho más avispado que yo al darse cuenta de la química que se empezaba a formar entre nosotros.

Al principio te callas lo que empiezas a sentir por miedo, por no querer que esa relación se intoxique y termine. Así que intentas que no se note nada pero ya sabemos lo que pasa cuando los sentimientos entran a formar parte del juego, que son incontrolables.

Supongo que en alguna de nuestras interminables charlas o en alguno de los relatos compartidos supo leer entre líneas.

O quizás me dejé leer a conciencia, por probar, por ver qué se sentiría siendo completamente sincera conmigo misma, dejándome llevar.

Él es el descosido de mi roto, aunque eso ya os lo había dicho… ¿Habéis visto mi sonrisa ahora?, es obra suya que luzca así.

Ahora soy más yo, ahora me dejo llevar.

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