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El ruso

Publicado el 05 octubre 2014 por Pablo Ferreiro @pablinferreiro
Grinsberg me esperaba en la puerta del café de las cinco esquinas de San Andrés. Su llamada era como él lo había dicho, de vida o muerte, para mí la muerte fue salir apurado desde la oficina librado a la suerte del tren Mitre y sus caprichos sobre el tiempo de las personas. La humedad, queja recurrente, no ayudaba a mi aspecto, la humedad es enemiga de todo pero lo es más de la obesidad. Grinsberg no había podido escapar a la inclemencia bonaerense, tenía los rulos pegados a la frente pero no renunciaba al saco gris con mocasines. Nos sentamos, pedimos un vermouth con ingredientes, él se sentó con el pucho en la boca y moviendo la pierna como si estuviera manejando una maquina de coser.
-¿Que paso Ruso?¿El intendente se cogió a alguna? Mirá que en el diario hoy por hoy es intocable, pero se lo puedo pasar a alguien.

-No me jodas gordo, esto es serio..

-¿Racing? (interrumpí)

-Si me vas a verduguear me voy, demasiado expuestos estamos acá.

-Sabés que te quiero. Soltá dale.

-Pará que se vaya el mozo



El mozo se secó la transpiración con un repasador. Dejó el pedido no sin intentar meter el tema de la humedad. Con una sonrisa de esas que terminan una conversación lo alejé.
-Me voy a morir gordo. Me metí en un balurdo padre, sin querer. Vos sabés que yo no quise tener quilombo con nadie, la ligué de rebote. La cosa es así: Conocí a una mina

-¿Está buena?

-Escuchá boludo, la mina vino a la gráfica varias veces. Al principio pensé que quería un descuento y por eso me hacía ojitos y me mostraba las tetas. Pero después del descuento, la segunda vez que vino, siguió. Vos sabés que yo a la China la amo, pero cuantas veces te puede tocar un bombón de estos. El deseo...

-Quedate tranquilo ¿Quien no tuvo un traspié? ya va a pasar, no te vas a morir por eso.

-No soy gil, dejame terminar, la cosa es que la estaba acercando a la casa en el 1600 y me dice que baje la cabeza, no pude gordo. Me juno el novio: Chulengo.

-Fue un gusto conocerte Ruso.

-La empujé y salí rajando. La primera que me mando en mi vida y viene a ser la mujer del...

-Ya sé quien es Chulengo. Qué querés que haga por vos. ¿Qué te dedique un obituario?

-Gordo si no supiera que sos buen tipo te mandaría a la puta que te parió. Quiero que me hagas un favor, hay una guita, es mucha y no es mía. Pensaba dársela a Solcito cuando cumpla los 18.

-Eso es mucha responsabilidad ruso. Vos sabés que yo con la guita no soy muy bueno.

-Haceme ese favor la re puta madre. Después de tantos años te vas a lavar las manos, estoy muerto gordo. Tomá la llave. Está toda en un guardamuebles de Mataderos. Ella los cumple en un año y medio. Dale esta carta también.-Te quise mucho ruso.

-Sabía que entenderías.



Pagué yo. Nos dimos un abrazo de hombres. Se fue como ligerito, se había sacado algo de encima. Yo sin embargo me sentía más gordo. No pasó mucho tiempo para enterarme de la muerte del rusito. En Chacarita estaba toda la banda: Banana, el Negro, el Chino, Puchulo y Geronimo. La China y la pendeja estaban como perdidas, Rosa, la mamá de Grinsberg era un témpano rodeada de otras viejas. Había tipos que no conocía y una morocha que no podía ser otra que la morocha de breteles manchados de sangre. A favor del ruso digo que valía la pena la muerte como pago por el paseo entre esas gambas.  En la mesa post velorio el Puchulo deslizó que había algo raro con el Ruso, que había estado metido en un par de quiebras de revistas, él también notó muchos tipos que no conocíamos y a la morocha. No se habló nada de Chulengo. Bien comidos, quedamos en que teníamos que quedar.

El ritmo del conurbano lleva a reflexionar a algunos y a limpiar la vereda a otros. Tanta cosa me empezó a dar vueltas en la cabeza de cronista. ¿Porque el Ruso me había tirado el balurdo a mi? Tenía alguna manera mejor de darle la guita a la piba. Yo no era bueno con la guita, eso lo sabía desde el almacenero hasta mi ex mujer que me lo recordaba cada vez que me la cruzaba. ¿De donde saco tanta guita el ruso si siempre fue un seco?. La morocha, el Chulengo, los tipos esos que había en el velorio, las quiebras.  Acá había algo raro.

Racing perdió 3 a 0 en Avellaneda. Aproveché y  fui a verlo al Puchulo. A ver qué era lo que sabía. LLegué al chalecito y me recibió su nena que antes de dejarme en paz me mostró muchos dibujos. Destapó un importado de esos que todos tienen encanutados. Luego de algunos devaneos ataqué:
-Que sabes del Ruso
-Que se murió. Paro cardiorespiratorio.
-Dale boludo.
-Mirá gordo, hay cosas que es mejor dejarlas ahí. Cada uno hace lo que puede para zafar, viste como es. A veces puede salir mal.
-No seas abstracto petiso. Tirame la posta
-Mi viejo decía menos puto, chorro y botón soy cualquier cosa. Pero como sos bueno te voy a tirar un dato y no me preguntes nada más porque yo no sé ni supe nunca nada, me encontré con esto de casualidad. Una vez fui al pelotero, tenía una dominicana fija ahí. Pasé un rato y antes de entrar a descargar lo veo al Ruso con dos paraguayos rompiendole la crisma al cristiano que estaba de “encargado”. Cuando me vió me dijo que era por un laburo que no le había pagado. Me pareció raro pero bueno..
-Y lo de las revistas
-¿Que revistas?
-Las quiebras que dijiste en el velorio
-Sos policia gordo, dejame de joder, aprende a olvidar de una vez.  Un rumor que me tiró la Negra. Te imaginás que no le di mucha bola. Algo de unas minas que manejaba. Yo me cague de risa y qué querés que te diga no me la creo. La tiré en el velorio para meter un poco de pica. Vos sabés lo que pasó con la china y conmigo, el Ruso fue un garca. Bien muerto está.
Me retiré no sin antes darle un buen beso al importado y guardarme un dibujo de la nenita que me hizo como un globo terráqueo que transpira.  Era temprano todavìa, me dirigì al quilombo para hablar con la dominicana.

Toqué el timbre dos veces, en la primera me dijeron casa de familia, a la segunda saliò un tipo con un ojo morado y una renguera inquietante.

-Pase.

El lugar estaba en tono sepia. Me senté y pedí una jarra de Isenbeck. Dos muchachos hablando en guaranì me miraban de costado. Alguna que otra mina achacada se acercaba, me decía que yo era muy guapo y me preguntaba si andaba armado mientras me manoseaba la entrepierna. El rengo se me acercò
-Disculpe, pero acà se viene a coger


Pregunte si tenía alguna morena a disposiciòn. Vinieron dos, una, era flaquita y tenìa la panza tajeada, la otra, una gordita cuya pollera no llegaba a taparle su culo enorme. Me incliné por la flaquita poniéndome en el lugar de la perversiòn de Puchulo.
-¿Que te pasò ahi?-¿Eres policía? No te ha dicho el rengo que aquí no estamos para hablar.


Sonrió. Me empezó a desabrochar la bragueta a lo que respondí con una caricia en la mejilla.
-Piba, escuchame. Necesito hablar de algo con vos, algo que le dijiste a Puchulo.-Nó no conozco a ningún Puchulo-Un petiso, con cara de degenerado..


Al ver que no surtía efecto la descripciòn, vaga por cierto, quien sabe la cantidad de petisos con cara de degenerado pasaban por el putero.
- ¿Que sabés del Ruso, el que cagò a trompadas al rengo?-El seño no era rengo antes del seño ruso-Decime màs-Aquí siempre piden más chico, pero el dinerito no aparece.


Solté 20 mangos y la morocha habló. Dijo que el señor ese era de una revista de modelos (guiñó el ojo) , que llevaba chicas a hacer algunas producciones. Pero lo jugoso lo largó después de llevada adelante la transacción carnal: una piba de las de él se habìa muerto después de una fiesta alocada con Chulengo

Antes de irme tomé otra cerveza, el lugar se había poblado ya que era el horario de salida de las fábricas. El Ruso me habìa mentido, no solo en el bar de San Andres sino con toda su vida. Pensar que yo le había contado tantos secretos al hijo de puta. Puchulo tenía razón. Temí un poco por el recado que me dejò, ya había atado todos los cabos: Chulengo le matò a la mina que laburaba para él , él se quiso vengar y le cagó a la mujer, Chulengo lo matò y se terminó la historia.

Pasaron algunos meses, yo habìa sufrido de más con una ùlcera, Racing había cambiado tres o cuatro técnicos y el dólar se había devaluado un par de veces, lo cual no me afectaba en lo más mínimo pero sí beneficiaba a la futura heredera de la pequeña fortuna. Me resistí varias veces a publicar la historia y a abrir la carta durante ese lapso, arribè a que nada tenìa que ver la piba en su relaciòn con su padre. Una tarde poco memorable, sonò mi timbre. Ya había bajado varias veces entre mormones y pendejos de mierda, por lo cual no atendí al primer llamado. Una voz dulce respondió mi tosca bienvenida.
-Usted es el señor Peralta-No quiero nada señorita, muchas gracias.-Espere,¿No me reconoce? Soy la amiga del Ruso, la del velorio.-Disculpe, no soy buen fisonomista (mentí).-Usted tiene algo que me pertenece. -Debe haberse equivocado de Peralta, yo suyo no tengo nada.-No estoy jodiendo gordo. Dame la guita o se pudre. -Insisto, no tengo la guita que usted dice. -El Ruso le dejó un pago para mì, por un laburo que hice para èl. Demela.


La mina sacó un arma espesando el ambiente. La invitè a requisar mi casa. Luego de algunos arranques violentos me creyó y nos pudimos sentar. No puedo soportar el llanto de las mujeres, le ofrecí una guita, pero no aceptò.
-Si no me rajo ya, Chulengo me mata.

-¿Por qué te va a matar? Uno se enoja con la jermu a veces pero no es para tanto.

-Ah pero vos sos boludo. Me mando a mudar. Que tenga mucha suerte.



Me arrepentì antes de expresar mi exceso de valentía
-Pará piba, ¿No te queres quedar acà, tal vez podamos hacer algo?
La morocha tenía ese no sé qué que te llevaba a hacer cualquier cosa, habìa que ser muy macho para decirle que no y muy marica para que no te hormiguee el pantalón cerca de ella. La mina se quedò durante dos meses en mi casa, tal vez los dos meses más felices de mi vida. Ella sabía como hacer feliz a un hombre gastado como yo, sexo, vino tinto, empanadas y dejarme ver los partidos tranquilo. Yo tal vez le daba seguridad, también no por vencido dejaba de ser un poco romántico.

Volví en el tren desvencijado una tarde, compré facturas. Entré a casa y supe que era el momento de partir. Todo estaba revuelto, mis libros, diarios viejos, algún que otro cacharro, mi mate celeste estaba partido en dos. Desconfié de la morocha pero el preconcepto es mal consejero: ella estaba escondida en un altillo donde guardo televisores viejos y algún que otro barrilete de cuando pibe.
-Nos vamos-Te amo-Prepara las cosas, yo voy a hacer algo.

Tomé la llavecita que me había dejado el Ruso y la carta y me fui para la casa del Ruso. Estaba a media cuadra y ví salir a la China con Puchulo. Mejor, pensè. No trepide en tocar timbre
-Hola señor Peralta. ¿Cómo está? -Acá andamos-Pase que mi vieja fue al mercado, ya viene. ¿Quiere unos mates?


Hablamos de bueyes perdidos por unos minutos hasta que apurè. -Mirá piba, tu viejo me dejò unas cosas para vos, era para cuando cumplas 18, pero te los tengo que dar ahora porque me voy.

Le dí la llave y la carta. La abrió y enseguida me pidió que la acompañara al guardamuebles, por su seguridad. Tomamos el bondi, viajamos parados, me ligué miradas que decìan sinverguenza. LLegamos al guardamuebles. Ella abrió la caja y me dió la carta. Aproveché para leer:

Mi amor.

Te espero en Cancùn. Hablá con el Puchu y la Morocha, ellos saben. Si estás con el gordo hacelo cagar.

Te amo y te deseo

Tu papito

Cuando bajè la carta ahí estaba el cañón apuntando. Cuando iba para el cielo, acompañado de la China, ví a los cuatro desgraciados tirados en la playa: el Ruso, la pendeja, el Puchulo y la morocha, tenían el derroche de los hijos de puta. Arriba me encontré con Chulengo que andaba a los besos con una dominicana mientras cantaba Gardel. Me vió y me dijo-Habìa sido cagador el rusito eh. Venì, toma una birra que yo te explico.

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