Revista Comunicación

El sabor de las libélulas

Publicado el 05 septiembre 2011 por Mandomando

Páa, ¿para qué sirven las libélulas? -dice el peque al borde de la piscina

No sé, supongo que para que los entomólogos tengan trabajo -respondo mientras evito que me pique el enésimo mosquito

Oh. Vale -gruñe

El sabor de las libélulas
Me pasé el verano trabajando a medias, leyendo libros de cross marketing y comunicación interna mientras los alternaba con posts, PDfs atrasados y la preparación de ponencias. Había dado voces de ir en Slow Movement pero el deseo de velocidad me gana. Como la buena lectura entra en un tipo de slow pude terminar Community Management en una semana de Pedro Rojas, quedar encantado con Conecta! de Pepe Tome y hasta pude leer pausadamente la Agenda de Innovación para España (Fundación Bankinter). Para compensar lo técnico seguí leyendo Juegos Sagrados que me parece estar a medio camino entre lo maravilloso, lo exótico y lo infumable. Rompedor de cervicales.

Veréis que este post evade sistemáticamente el SEO. Sale como inadecuada contestación a mí mismo. Para leer algo mío más práctico puedo  recomendarte el de tendencias digitales, o bien la infografia del bueno de Idan que tan bien funciona en este blog. Si decides seguir leyendo, no me culpes de no haber avisado.

Todo contenido tiene un porqué

Ya sabes que la producción de contenido digital toma velocidad exponencial que hace que cada vez dediquemos más tiempo a decidir qué leer en lugar de leerlo. De alguna manera volvemos a Borges, a Mefistófeles: lo que importa lleva tiempo descubrirlo (y sin quererlo, terminé en curación de contenido).

Lo cierto es que escribir sobre métodos simplificados (“4 tonterías de escribir en Twitter como en Facebook“, “Los porque de vincular Foursquare y B2B“, etc) me han dado resultado (visitas, comentario, reputación) tanto a mí como a conocidos, amigos y colegas de profesión. Pero van vinculados a otras dos curvas de realidades: aumento de tecnología disponible y aumento de cultura tecnológica, es decir, que la idiosincrasia cambia a la par de la inventiva, el conocimiento y la experiencia. A pesar de que son necesarios (salvo que me engañen, vosotros y los responsables de institutos) tengo preferencia en embeberlos en clases más que en posts.

De forma más o menos consciente he ido escribiendo sobre temas prácticos mezclados con reflexiones, pero muchas de las segundas son lágrimas en el mar. Criticar el estado de la comunicación corporativa regional, la desidia por la apreciación de la interna o el olvido directivo del branding, me deja una sensación cercana al desgano.

Sin embargo, en el blog prometo hablar de branding y al fin y al cabo evangelizar nunca fue una tarea fácil y mucho menos obligatoria ¿verdad?

Páa, ¿se pueden comer las libélulas? -me vuelve a gritar desde el trampolín

Claro, saben mucho mejor que las abejas porque no te pueden picar -digo pensando en el posible sabor del bicho

Vale. Después se lo pido a mamá -asiente, y estoy seguro que trama una encerrona. Ya me ha liado

Como decían en la serie, la fama cuesta

Durante mucho tiempo pude disfrutar de hacer terapia, algo tan normal para un porteño como ver vacas, según cuenta la leyenda. Acertadísima aproximación a la realidad.

En la terapia, me percataba que entre muchas cosas que salían a la luz una, era el importe de la sesión. Como todos los que hemos pasado por el diván me preguntaba si era necesario. Después de varias sesiones, terminas aceptando que si no te cuesta un ojo de la cara no te animas a abrirte y a contar que aún te atormentan ver avispas por una tontería de la infancia, íntimamente relacionado, en mi caso, en que sea comunicador antes que entomólogo.

En los servicios a empresas, las agencias -de todo tipo- nos devanamos el cráneo para diferenciarnos haciendo lo mismo, pretender cobrar más dado la inversión en investigación y terminar facturando lo que el mercado da como baremo. Una pésima idea de progreso. De una forma más clarificante lo escribe Albert Pujadas en Agencias: 10 razones para también ser incubadoras

Sin embargo -y ahora sí, específico en la comunicación en redes sociales, en medios digitales y en la comunicación a secas- la adaptación al cliente es la norma, ya que de otra manera estaríamos vendiendo churros. Por otra manía de la infancia tampoco pude ser churrero. Algo alejada de la entomología.

En la producción de servicios únicos, el gran escollo es que lidiamos palmo a palmo con la cultura gerencial, la que suele alejarse del cambio continuo. Es difícil conservar tu puesto si todos tus colegas no están apostando por lo mismo; salvo que lo contrates con McKinsey.

Y ese es el meollo de la cuestión. Escribir sobre lo que debe hacerse, intentar evangelizar y ganar mentes para el cambio pero perderse en el miedo corporativo crea algo de efímero. Uno predica “cambia la forma de oír a tu staff, promueve la comunicación con tus empleados, libera enlaces entre departamentos y proveedores” y muchos gerentes se desilusionan porque se conforman con “sumar lo digital” a su plan de marketing, tener un buen perfil en LinkedIn y claro, que le hagas una campaña de social media XX. XX porque le ponen la última palabra que se les ocurre para evitar decir “hazme una página del Feis“. Afortunadamente, tanta prédica hizo que pedir una página en Facebook como colofón de una acción de medios digitales haya quedado démodée.

Sorprendentemente -o no- cuando pruebas a presupuestar un cambio radical, la cosa cambia. Ven la necesidad, valoran la importancia, toman en cuenta el riesgo de entrar tarde y no adaptarse a la curva de cambio. Te felicitan, te recomiendan. Llaman a casa matriz si fuera el caso y terminan pidiéndote que les hagas un acompañamiento, ya que cambiar todas las cabezas llevará tiempo.

Sin embargo sabes que el problema -si es que puede llamarse así- es que estamos metidos en un cambio cultural que nos supera. No hay expertos que nos escuchen y valoren ajustadamente nuestro plan, porque todos corremos, investigamos, tragamos, bebemos inconscientes de contenido digital en pos de ser reputados como expertos. Por otra parte, puede que los servicios nunca más vuelvan a ser lo que eran. La estabilidad de tener algo conocido empieza a ser inquietante y divertidamente lejana.

Management Curator

Máa, ¿te dijo Papá que hoy quiero comer Sopa de Libélulas? -pregunta inocente mientras me echa una mirada triunfal.

Al fin y al cabo ¿quién dijo que la curación de contenido no podía alcanzar a la gestión?



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