La glaciación de Würm comenzó hace 80.000 años y terminó hace unos 10.000. Durante este periodo, Escandinavia y gran parte del norte de Europa se congeló, quedando la región cantábrica, así como el sudoeste del continente, libre de hielo, lo que la convirtió en un refugio tanto para los seres humanos como para otros animales y plantas.
Con el aumento de las temperaturas tras el fin de esta última glaciación, la cubierta de hielo fue desapareciendo y muchas de las especies que se refugiaron en el sur, realizaron el viaje inverso retornando a sus primitivos lugares. Pero algunas poblaciones quedaron atrapadas en el sur, sobreviviendo a duras penas en algunos enclaves con un microclima particular. Una de las especies más conocidas de este grupo es el Urogallo cantábrico (Tetrao urogallus cantabricus), que se encuentra al borde de la extinción tras siglos de persecución y acorralado en unos bosques que en nada se parecen a los que ocuparon sus antecesores.
Pero además de aves, mamíferos y muchos invertebrados, algunas especies de peces, como el Salmón atlántico (Salmo salar) aún sobrevive en algunos ríos del norte de la Península ibérica como una auténtica reliquia de la glaciación de Würm. En todo su rango de distribución, la mayoría de sus poblaciones se localizan en áreas más septentrionales, en zonas árticas y subárticas, por lo que las poblaciones del Cantábrico y el Atlántico ibérico, que constituyen el límite más meridional de la especie (exceptuando algunas poblaciones introducidas artificialmente en el hemisferio sur), son una rareza.
Pero el salmón, además de una especie con una apasionante historia biológica, ha sido también una especie muy importante para el ser humano desde tiempos inmemoriales. En el periodo Magdaleniense, entre 16.000 y 8.000 años a.C. la situación era muy distinta a la actual. La población humana era muy reducida y estaba formada por grupos tribales de cazadores-recolectores que basaban su alimentación en la caza, la recogida de frutos y el marisqueo.
Representación de un salmón en la cueva de Ekain, Zestoa, Guipuzcoa). Foto: Gobierno vasco
Entre todos los animales que formaban la base de la dieta de nuestros antepasados estaba también el salmón. Todo parece indicar que la pesca de salmones y reos era una actividad estacional, aprovechando las épocas de entrada en los ríos para realizar las capturas. Una muestra de la importancia de los salmones en su cultura son las representaciones artísticas con la silueta de esta especie, tanto en las paredes de las cuevas (cueva de Ekain, cueva de El Pindal), como en adornos y utensilios. El salmón compartía la pinacoteca magdaleniense con los ciervos, caballos, renos y uros.
Costilla grabada con representación de salmón (Cueva de las Caldas, Priorio, Uvieo). Museo Arqueológico de Asturias
En Asturies, los restos fósiles de salmones en forma de mandíbulas o vertebras aparecen en numerosas cuevas, como prueba de su consumo por parte de los habitantes del paleolítico, pero además son frecuentes las representaciones grabadas en costillas y otros huesos, como por ejemplo los que se encontraron en la cueva de las Caldas, a las orillas del río Nalón. Algunos investigadores atribuyen un importante papel al salmón en la dieta de estos grupos humanos, ya que podía ser conservado en salazón y también secado, por lo que podía estar disponible para su consumo mucho tiempo después de su captura.
Arpón, Cueva de los Azules, Contranquil, Cangues d'Onis
La pesca del salmón se realizaba con arpones tallados en asta de ciervo. Los arpones son considerados por los arqueólogos como fósiles directores o fósiles guía, ya que permiten identificar el estrato donde se localizan a la cultura magdaleniense. Muchos de estos útiles estaban a su vez decorados con figuras geométricas.
Arpón, Cueva de Tito Bustillo, Ardines, Ribesella
Arpón con ojal, Cueva de los Azules, Contraquil, Cangues d'Onis
La tecnología de los arpones es muy variable, ya que se encuentran desde arpones con una larga hilera de dientes y con los dos extremos acabados en punta, hasta arpones con extremos modificadas para ser amarrados a una cuerda o a un mango. Para ello disponían de abultamientos en la base o de orificios en forma de ojal.
Distintos modelos de arpón inuit, Alaska (Clark, DW, 2000)
Resulta sorprendente el gran parecido de estos arpones magdalenienses con los usados por muchos pueblos inuits del ártico, tanto del norte de Europa como de Norteamérica. Los materiales han cambiado en la actualidad, el asta de reno se ha sustituido por metal, pero la estructura y la funcionalidad de los mismos sigue siendo prácticamente igual.
La situación del salmón ha cambiado radicalmente desde que nuestros antepasados los pescaban con sus arpones. La pesca de subsistencia se fue transformando en una actividad industrial, sobre todo durante su estancia en mar abierto, y actualmente ya se ha extinguido en 29 de los 43 ríos con presencia histórica en el Península (sólo el 9% de los ríos con presencia histórica alberga poblaciones relativamente sanas). A pesar de esta situación, el salmón sigue sin ser considerado como una especie protegida y se sigue pescando, pero actualmente por deporte. Si continua esta presión, unida al deterioro de los cauces fluviales y a los efectos del cambio climático, es muy probable que después de decenas de miles de años asistamos a la extinción de los salmones en la Península ibérica
NOTA: Las imágenes que forman parte de este artículo han sido tomadas en el Museo Arqueológico de Asturias, situado en Uvieo, en el claustro del antiguo monasterio de San Vicente. La visita a este museo es muy recomendable ya que contiene una extraordinaria colección de piezas procedentes de los numerosos yacimientos que tenemos en Asturies.
Quisiera agradecer a Ignacio Alonso, director del museo y a Jorge Camino, arqueólogo del mismo, por todas las facilidades que nos han dado para la toma de fotografías y vídeos de las piezas arqueológicas y que formarán parte de un documental sobre el salmón que estamos preparando.
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