Revista Literatura
Nacho Vidal ha sido uno de los grandes nombres de la semana, él que siempre ha convivido con el adjetivo con tanta naturalidad, pero nada comparable con el hombre/nombre que hoy nos ocupa. Lo llamaré Félix, a secas, que con el apellido me lío, se me pone la boca estropajosa con semejante trabalenguas. Además, Félix no necesita de mayor presentación, que con decir que fue el que saltó el otro día desde cerca de la Luna ya es bastante. Un inciso: lo calificamos como salto, pero en realidad fue una caída, que no es restarle valor al asunto, ni mucho menos, sólo es por concretar. La que pasé durante los días anteriores para mí se queda, que daba por hecho que se iba a quedar estampado en la tierra, a modo de esos sellos vivientes que vemos en los dibujos animados, como muy poco. Yo no estaba preocupado por si fallaba el paracaídas, no, que hoy en día se ha avanzado mucho en ese tipo de artilugios, y sabía que iba a funcionar, lo que no me fiaba es de que el bueno de Félix fuera capaz de articular movimiento alguno y mucho menos de dar con el botoncito que lo ponía en funcionamiento. Toda la vida preparándote para una hazaña que se lleva a cabo en unos pocos minutos para que, encima, tú falles en lo más básico. Ya no es que se pegara el gran trompazo, es que ese hombre iba a quedar más mal que peor, que ya es decir, que no me quiero ni imaginar los chistes, viñetas y hashtag que se hubieran podido inventar, que la imaginación no está en crisis –que se lo digan a Nacho Vidal-. Después me enteré que tampoco podía pasar eso, que se lo hubieran abierto automáticamente desde Tierra –con mayúscula cuando hablamos de esas distancias-. Ya me lo podían haber dicho antes, que me habría ahorrado unos cuantos ratos de angustia, y no es broma, que es un tema muy serio.Muchos se han preguntado para qué sirve la proeza de Félix, he de reconocer que me incluyo en la tropa, desconozco si su vertiginoso y breve salto –más bien caída- puede utilizarse para obtener datos científicos relevantes, si nos encontramos ante una tomadura de pelo de dimensiones colosales, o si solamente se trata de un afán de superación –extremo- o de una excentricidad más del propietario de la bebida energética que financiaba todo el asunto. Indiscutiblemente, ateniéndonos a eso que llamamos mercadotecnia, se me antoja como el gran y claro triunfador en toda esta historia. Desconozco todo el dinero que habrá costado montar el ampuloso tinglado, imagino que mucho, pero seguramente bastante menos de lo que habría costado una campaña publicitaria, en todo el mundo, de semejantes dimensiones. Se estima que casi 8 millones de españoles siguieron en directo la caída –que no salto- de Félix, y otros tantos muchos más lo hemos visto en diferido, hablado, comentado, reflexionado, bromeado, etc. Porque la hazaña de Félix ha dado para mucho, que en menos de cinco horas comencé a recibir los primeros fotomontajes. Hemos podido descubrir donde fue a parar el penalti que Sergio Ramos falló contra el Bayern de Munich, qué gritó el cosmoparacaidista nada poner los pies en tierra –éste, en concreto, me ha llegado en muy diferentes versiones-, y qué sucedió con el globo y la cápsula. Esa expresión de que a todo le sacamos punta ha vivido uno de sus momentos más gloriosos e inolvidables gracias a Félix. En ese sentido, Nacho Vidal también lo ha vivido, reconozcámoslo, aunque no sé si adecuado emplear determinadas palabras muy cerca de su nombre.Tal vez en estos momentos de precipicios, rescates y alcantarillas colmadas de anhelos insatisfechos, el que el sueño de Félix, en su versión salto/caída, haya sido una noticia de tal repercusión nos viene bien, nos estimula a modo de placebo informativo o, simplemente, certifica nuestro mal momento y que somos capaces de agarrarnos a lo que sea con tal de escapar de esta triste realidad nuestra, aunque sólo sea por unos instantes. También puede ser que sea muy necesaria la existencia de personas como Félix, dispuestas a llegar donde nadie lo hizo anteriormente, empeñadas en superar parámetros establecidos, aunque no terminemos de comprender su utilidad real. O hablemos simplemente de una hazaña visual a secas, fastuosas las imágenes que nos ha regalado Félix en su caída, que no salto. La cuestión, como les decía antes, con permiso de Vidal, es sacarle punta al asunto.
El Día de Córdoba