Hace unos años, cuando estaba en la universidad, algunos de los créditos de libre opción que se podían escoger estaban relacionados con el yoga. Por aquel entonces, me preguntaron que por qué no me apuntaba a uno de ellos y yo recuerdo que respondí: "No tengo tiempo para estar parada, no tengo tiempo que perder estando quieta, tengo muchas cosas que hacer". Ahora lo pienso y sonrío por mi ignorancia, puede que fruto de la juventud, puede que fruto del desconocimiento, puede que fruto del rechazo a lo que en esas circunstancias "no iba con mi vida".
Y sonrío porque en menos de una década (jo, cómo pasa el tiempo...), actualmente hago y deshago para poder ir a las dos sesiones semanales en las que estoy apuntada. Supongo que el yoga es una de esas experiencias en las que cada uno siente, hace y disfruta de manera personal. Que cada asana, cada relajación, cada meditación, cada clase... son diferentes para el que lo realiza. Y ahí está una de sus maravillas: cada un@ hace su camino, a su ritmo, con sus sentires y sus necesidades.
En las últimas clases hemos realizado en bastantes ocasiones El Saludo al Sol, una serie de doce posiciones que se realizan como un solo ejercicio continuo. La ilustración lo muestra y me encanta porque me recuerda a las mañanas que los nenes quieren y la hacemos al levantarse.
La cuestión es que el chico que imparte las clases nos decía que en su origen eran unas postraciones al sol como símbolo de salud, de vida. Y así nos invitaba a sentirlo mientras lo realizábamos. Pero no sólo como agradecimiento al sol, como fuente de energía, de luz, de vitalidad,... sino como agradecimiento a lo que cada uno sintiéramos en ese momento. Así lo hice en ese momento y así lo sigo haciendo.
Agradeciendo por mi vida.
Agradeciendo por ser mujer y madre.
Agradeciendo por las personas que me acompañan.
Agradeciendo por las personas que ya no me acompañan.
Agradeciendo por ese espacio personal que me puedo dedicar.
Agradeciendo por las experiencias que he vivido y por las que viviré.
Agradeciendo por los momentos duros que me han hecho llegar donde estoy.
Agradeciendo por las sombras que me invitan a seguir trabajando.
Agradeciendo por las cosas que no me gustan porque son motor de cambio.
Agradeciendo por cada cuestionamiento que hace temblar los cimientos de mi creer y mi actuar.
Agradeciendo por estar aquí y ahora pudiendo respirar y sentir.
Agradeciendo por cada sonrisa, por cada lágrima, por cada abrazo, por cada beso, por cada desencanto.
...
¿Os unís?