La irrupción de Estado Islámico en Siria e Irak ha disparado el número de muertos en 2014 / Captura Al Jazeera
Tras cuatro años de guerra sin tregua, 2014 se ha convertido en el año más mortífero para Siria. Más de 76.000 personas perdieron la vida en el año que acabamos de despedir, la mitad de ellas civiles, según datos del Observatorio Sirio de Derechos Humanos. Pero también en Irak la cifra de fallecidos es escalofriante, superando los 15.000, un claro reflejo de la irrupción de los terroristas de Estado Islámico (EI).
Son muchas las dificultades para hacer un balance definitivo de muertos, debido en gran parte al difícil acceso a los territorios invadidos por EI en Irak y por el conflicto armado todavía activo en Siria. Por ello, el número real de víctimas mortales podría ser mucho más alto en ambas zonas, según apuntan los activistas. Y por si las cifras no fueran lo suficientemente escalofriantes por sí solas, resulta un drama ver la cantidad de civiles y, en concreto, niños que han sido brutalmente asesinados en 2014.
Los 76.021 fallecidos en Siria duplican la cifra de 2013 (33.278) y la mitad eran civiles, de los cuales 3.501 eran niños y 1.987 mujeres. El resto de víctimas mortales este año eran insurgentes, 32.726, incluidos yihadistas del Frente al Nusra y de EI; y, por último, 25.160 eran combatientes del régimen de Bashar al Asad. Recordemos que este es solamente un balance anual de cuatro años de conflicto bélico en Siria, durante los cuales han fallecido más de 200 mil personas, según datos de la ONU. Un informe de Amnistía Internacional (AI) denunció que Al Asad no protegía a su población, llevando a cabo crímenes de guerra por ataques contra escuelas, hospitales y otros centros donde la población se refugiaba de los bombardeos, además de atentar contra el personal sanitario.
Además, la guerra siria ha provocado un éxodo masivo de más de 9,5 millones de refugiados a distintas partes de Europa y los cinco países limítrofes (Líbano, Turquía, Jordania, Egipto e Irak), más de la mitad menores de edad que se vieron obligados a separarse de sus padres y familiares, según el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Con todo, es realmente perturbador ver cómo Al Asad y Obama han sido capaces de dialogar para defenderse a sí mismos de los terroristas de Estado Islámico, pero no para poner fin a la guerra que está acabando con tantas vidas humanas en Siria. Ni que decir tiene que muchas de las muertes de inocentes en 2014 fueron causadas por los ataques aéreos estadounidenses contra los yihadistas.
Donde los terroristas de EI sí han tenido una influencia directa en el aumento del número de muertes ha sido en Irak. Los cálculos gubernamentales apuntan a unos 15.538 fallecidos en 2014, la cifra más alta desde 2007, que ha superado con creces la de 2013, 6.522 personas muertas debido al conflicto armado. AI, que calificó los ataques de EI como crímenes de guerra, apuntó también que las fuerzas gubernamentales iraquíes y las milicias chiíes del país asesinaron a más de 100 suníes como venganza por los sucesos del pasado y por relacionarlos con los yihadistas.
La otra desgracia de los iraquíes también ha sido el éxodo de las minorías étnicas masacradas por Estado Islámico, en especial los yazidíes y los cristianos, pero también los chiíes turcomanos, los chiíes shabak, los kakai y los mandeos sabeos. Miles de civiles de estas etnias fueron a buscar refugio en las montañas, pero se vieron rodeados por EI y dejaron de tener acceso a comida, agua y asistencia sanitaria, por lo que se desencadenó una grave crisis humanitaria. Para colmo, el Gobierno Regional de Kurdistán les negó el refugio en varias ciudades. Ante la desesperada situación de la población iraquí, Amnistía Internacional llegó a afirmar que Irak había vuelto a la situación de 2006, con el repunte del conflicto entre chiíes y suníes, la amenaza terrorista y la debilidad del gobierno.
Los datos de 2014 en Siria e Irak no sólo son pesimistas, sino que no auguran esperanzas en la zona para este 2015. La brutalidad de Estado Islámico, pero también de las tropas de Al Asad, junto con la impotencia de la población y el pasotismo de la comunidad internacional han dejado que ambos países corran su propia suerte. Cabe preguntarse si no ocurrirá una situación parecida en Afganistán ahora que las tropas internacionales se han retirado del país.