La apasionante historia del Santo Grial y los misterios que esconde esta reliquia, han despertado el interés de muchos escritores de ciencia ficción, películas y leyendas populares, pero su ubicación sigue siendo un enigma. Esta reliquia a lo largo del tiempo ha llevado a reyes, guerreros y órdenes religiosas a embarcarse en la aventura de su búsqueda, fomentando las más fantásticas historias.
Esta preciada copa es una realidad comprobada históricamente, fue utilizada por Jesús de Nazaret antes de morir crucificado en la Última Cena, razón por la cual no se puede hablar de mito, ni definirlo como leyenda ancestral. Se sabe también que fue San Pedro (primer Papa de la Iglesia Católica) la llevó a Roma y que los santos Lorenzo y Sixto la protegieron de los romanos. Teólogos y estudiosos creen que fue propiedad de la familia de San Marcos uno de los discípulos, porque allí tuvo lugar el Cenáculo y fue el evangelista en su momento, interprete de Pedro mientras estuvo en Roma. Los sucesores de San Pedro hicieron uso del cáliz hasta el año 258, en que fueron perseguidos por Valeriano. Debido al peligro latente de que esta copa que estuvo en manos de Cristo, terminara en poder de los romanos, ambos mártires buscaron la forma de salvarla. Primero fue Sixto II quien entregó la copa a San Lorenzo que era su tesorero y éste a un soldado para que la llevara a España, donde sus familiares la conservarían a buen recaudo. Más tarde la Iglesia española la preservó durante el siglo VIII de los musulmanes, posteriormente de la guerra de la Independencia y la Guerra Civil. Recientes investigaciones afirman que el Santo Cáliz utilizado por Cristo para la consagración, se encuentra en la ciudad de León. Las últimas conclusiones de los historiadores Margarita Torres y José Miguel Ortega del Río, se refieren al Cáliz de Doña Urraca ubicado en San Isidoro de León, como el Santo Grial. Esta investigación tardó tres años en afirmar que: “la copa que la comunidad cristiana de Jerusalén en el siglo XI consideraba que era el cáliz de Cristo, se encuentra ubicada en la Basílica de San Isidoro de León”. Sus afirmaciones se deben al descubrimiento reciente de dos pergaminos que datan del año 1054, donde se redacta que el cáliz se envió al rey de León llamado “Fernando el Grande”. El mismo fue sustraído del Santo Sepulcro ubicado en Jerusalén, donde se encontraba desde el siglo IV. Confirmada la originalidad de estos documentos, la prueba de que fue recibido es innegable, porque como muestra de agradecimiento el rey regaló víveres durante la hambruna de ese año a Egipto. Este tesoro del cristianismo se encuentra en la ciudad de León, pero el enigma de lo que aconteció hasta el año 400 continúa sin explicación, según comentó José Miguel Ortega del Río en el libro, donde asegura que: “se carece de documentación relativa a ese periodo”, pero la importancia del descubrimiento se debe a que: “ninguno de los otros presuntos santos griales tienen una base tan sólida sobre la que apoyarse“.
Ambos historiadores conocedores de que durante el viaje se saltó una esquirla de la copa, demuestran que el que se encuentra en la basílica de San Isidoro tiene este conocido detalle. Otra prueba es el resultado de la prueba del Carbono 14, que deja constancia de que perteneció al periodo que transcurre entre el siglo I antes de Cristo hasta el siglo I después de Cristo, etapa en la que Jesús vivió y utilizó el Santo Grial.
Un dato a tener en cuenta sobre la antigua reliquia, se basa en que el canon de la Misa no hace referencia a la copa hasta el siglo III, con la documentación que así lo certifica. Otras cuestionas quedan por ser resueltas pero a partir de este hallazgo, se abre el camino para completar las investigaciones, alrededor de esta joya histórica del cristianismo.