Revista Sociedad

El santo patrón

Publicado el 24 enero 2014 por Oscar @olavid25
Francisco de Sales, en plena tarea.

Francisco de Sales, en plena tarea.

El santoral, que tiene para casi todos, recuerda a San Francisco de Sales el 24 de enero, una fecha como otra cualquiera para iniciar una serie de artículos sobre periodismo y periodistas que pondremos en marcha en El caso Torres atendiendo a una endogamia muy propia de la profesión. “¿Quién mejor que nosotros mismos?” puede ser el lema que arroje luz cuándo nos surjan algunas dudas, aunque yo me inclino por dirigirme a las jóvenes promesas, aspirantes a reporteros y cronistas, y rematar la faena con una categórica afirmación: “Tú lo has querido”. Será ésta, por tanto, la que utilizaremos como título y categoría para ordenar estos artículos, convencidos de que por muy mal que hablemos de la profesión de informar, o más ampliamente de comunicar, siempre habrá algún valiente que desoyendo estos consejos insistirá en la descabellada idea: “Mamá, quiero ser periodista”.

En esta ocupación plagada de contradicciones encontrar una más no es noticia. Una de las frases atribuidas con más frecuencia a Francisco de Sales, patrono de periodistas y escritores,  es la siguiente:  “Lo que se hace con precipitación nunca se hace bien; obrad siempre con tranquilidad y calma”. Parece una broma, pero todo pierde su gracia cuando se empieza a trabajar, si tal momento llega.

Doctor a los 25 años, ordenado uno después y empeñado en luchar contra la Reforma en su natal Ducado de Saboya, el santo patrón escribió a diario para convencer a los calvinistas de la necesidad del volver al redil católico. Hacerlo en los primeros años del siglo XVII cuando todavía no había nacido el que podría considerarse como el primer periódico del mundo y para una sociedad con un altísimo índice de analfabetismo no debilitó el empeño del francés, al que la historia atribuye un alto porcentaje de éxito. Acabo de obispo y murió joven, a los 55. Francisco de Sales es considerado el santo de la amabilidad. Cuentan que su vesícula albergaba 33 piedras en el momento de su fallecimiento, síntoma de la ira muchas veces contenida y nuevo aviso, sin duda, para los incautos aspirantes a periodistas.


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