El sargento Bevilacqua

Hace tiempo que tenía sobre la mesa dos o tres libros de Lorenzo Silva, sobre las aventuras del sargento Bevilacqua y su ayudante la guardia Chamorro. Lo cierto es que los compré porque lo que había leído anteriormente de Lorenzo Silva me había gustado y además me resultó atrayente que tuvieran los mismos protagonistas. No soy un consumidor compulsivo de novelas policiacas, pero tampoco le hago ascos a una buena intriga. Con estos antecedentes, le hinqué el diente a la primera entrega de esta serie: “El lejano país de los estanques”.

La historia, resumiendo mucho y mal, es la de un asesinato con varios sospechosos, una pareja de detectives sagaces, otros tantos investigadores imbéciles y un inesperado culpable. Nada nuevo bajo el sol. En las primeras páginas, como suele ser habitual en estos casos, se dejan caer algunas claves que no sirven para que el lector, en ese momento totalmente desprejuiciado, averigüe nada, pero si le permite al autor, en las páginas finales, dar un pase de prestidigitador y sacar un conejo culpable de la chistera. Se deja leer, sin más. Se puede llevar en la guagua, al médico o a la playa y cumple perfectamente con la función de distraernos.

No obstante lo dicho, en cuanto termine de leer lo que tengo ahora entre manos, voy a leerme la segunda entrega. ¿Por qué? Pues porque el sargento Vila (Bevilacqua) si que me ha llamado la atención. Tampoco es un personaje excesivamente novedoso, pero tiene un puntito a lo Alatriste que me interesa. Probablemente por ese punto de cinismo, esa lealtad con los compañeros que se equivocan, pero van por derecho, ese machismo que, aunque resulte paradójico, se basa en el respeto, y algún otro punto de encuentro más que probablemente no sepa explicar.

Lo cierto es que quiero saber más cosas de ese sargento de la Guardia Civil. Y eso es tan buen motivo como cualquiera para seguir sus aventuras.