Revista Coaching
Cuando fluimos, la acción y la conciencia se funden en una perfecta onda de energía.
En estos momentos la distinción entre el yo y la actividad desaparece.
Un ciclista de elite lo define así:
“No parece que vayas sentado en una bicicleta. Sientes como si fueras un solo mecanismo en funcionamiento”.
Uno de los elementos básicos para llegar a “fluir” es que la tarea que se está realizando absorba de tal manera que nos abstraiga totalmente. No hay distinción entre pensamiento y acción, ni entre el sujeto y su entorno. El tiempo se distorsiona, pareciendo que pasa muy deprisa en ocasiones y que se estira y cunde mucho más, en otras.
En este estado es cuando llegamos a ser más productivos; no existen espacios en blanco ni divagaciones. Nos concentramos en el presente y en la próxima acción inmediata.
Al igual que el escalador la atención se centra solo en el presente. Cuando comienza una escalada su mente se desconecta de sus problemas cotidianos; lo último que puede recordar son los últimos 30 segundos y en lo único que puede pensar es en dónde colocará la próxima nueva fijación para seguir ascendiendo.
El secreto está ahí: Tener bien definida cual es la próxima acción y centrarse en ella.
Con frecuencia para llevar a cabo un proyecto, recopilamos y procesamos la información que necesitamos, pero en el momento de organizar los timings de actuación, tendemos a no planificar adecuadamente.
Sabemos cual es la meta final, pero no definimos bien los pasos para llegar a ella.
Consecuencia: avances y retrocesos, rodeos y estancamientos. La acción no es fluida, lo que provoca pérdida de concentración y productividad.
Para que esto no ocurra necesitamos planificar con más rigor, realizar una hoja de ruta lo más bien definida posible. Establecer qué pasos son necesarios, el orden y las prioridades, qué tareas son innecesarias o delegables y qué atajos nos pueden ser útiles para avanzar más rápidamente.
Metas inmediatas claras.
Para que una persona esté totalmente implicada en cualquier actividad es esencial que sepa qué tareas ha de realizar en cada momento. Lo que abstrae a un escalador no es la meta de alcanzar la cima, sino la tarea inmediata de hacer el siguiente movimiento sin caerse. La meta que hace que un jugador de ajedrez esté concentrado no es ganar la partida, sino conseguir la posición más estratégica con el siguiente movimiento. Por supuesto, las metas últimas de estas actividades- alcanzar la cima, ganar un juego, conseguir un objetivo, son importantes y es hacia donde se dirigen los pasos, pero el verdadero “disfrute” (flujo) no procede tanto de conseguir estas metas como de los pasos que se dan hasta alcanzarlas.
Dividir los proyectos y tareas minuciosamente para establecer cada paso.
Tener claro cual es la próxima acción a realizar es la clave para seguir centrados en el objetivo.
Las personas se concentran y se sienten más involucradas en aquellas tareas en las que reciben un feed-back inmediato de si lo están haciendo bien o no; mientras que si desconocen las consecuencias de sus acciones, se desinteresan y despistan.
La preocupación excesiva por la meta final suele interferir en nuestra actuación. Visualizar la meta está bien, pero hay que definir las acciones del proceso. Cada acción realizada nos facilitará retroalimentación actualizada de saber como lo estamos haciendo y nos permitirá reconducir, si cabe, la situación más rápidamente.
Que tengáis un buen día.
Montse
Fuente: Fluir en los negocios de Mihaly Csikszentmihalyi
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