Revista Diario

El secreto de los Chamberlen, o sobre el origen de los fórceps

Por Sandra @sandraferrerv
El secreto de los Chamberlen, o sobre el origen de los fórceps
En 1813, en el suelo de una antigua casa inglesa, una mujer encontró una vieja caja llena de extraños artilugios. El destino quiso que aquella mujer decidiera no tirar aquellos cacharros y se los enseñó a un amigo suyo, cirujano retirado. Por fin, tras dos siglos de misterio, y por una casualidad del destino, el mundo conoció el verdadero secreto de uno de los inventos más controvertidos y determinantes de la obstetricia: el fórceps. Nuevas maneras de nacerDurante el siglo XVI se vivieron cambios trascendentales en el mundo de la obstetricia. Desde tiempos inmemoriales, el nacimiento de un hijo había sido cosa exclusivamente de mujeres. Rodeadas de madres, hermanas y otras mujeres de la comunidad, la parturienta traía al mundo a su bebé con la ayuda de la experiencia de otras que ya habían pasado por aquel trance. Con el tiempo, algunas de aquellas mujeres se especializaron en el uso de hierbas y recetas naturales para aliviar los dolores del parto y aprendieron técnicas para ayudar a nacer a los bebés. Por supuesto, aquellas mujeres no tuvieron acceso a las universidades surgidas durante la Edad Media pero durante un tiempo las parteras consiguieron mantener como suyo este ámbito de la medicina. Algo que pronto cambiaría. Primero se les exigió conseguir una acreditación expedida por aquellas universidades a las que ellas mismas no podían acceder. Tiempo después, a finales del siglo XVI, los cirujanos de París idearon una formación formal específica para las parteras1Después de controlar su actividad, los médicos y cirujanos empezaron a ver en la obstetricia un campo interesante para explorar. Así, desde aquel mismo siglo XVI se inició una progresiva incursión de los hombres en las salas de parto. En este contexto aparecía el fórceps, un misterioso artilugio ideado por una saga de médicos que conseguía desatascar a los bebés que se quedaban en el canal del parto sin necesidad de dañar ni al pequeño ni a la madre. La fama de este nuevo instrumento se extendió rápidamente y muchas mujeres querían ponerse en manos de sus creadores, los Chamberlen. Empezó entonces un dilema que aún hoy sigue vigente: escoger entre un parto natural, rodeado de los seres queridos y de la partera de toda la vida, o ponerse en manos de médicos que alterarían aquel momento con sus aparatos pero que podrían salvar vidas2Pero, ¿quienes eran los Chamberlen?Todo este embrollo lo inició una familia de médicos afincados en Londres desde 1569. Habían huido de la Francia católica bajo la amenaza de ser encarcelados por su fe protestante. Los Chamberlen tenían unas maneras de ejercer la medicina poco ortodoxas y pronto se ganaron la enemistad de sus colegas de profesión y de las parteras londinenses que vieron amenazada, aún más, su posición. Asistir a un parto de los Chamberlen era todo un espectáculo. Llegaban a la casa de la parturienta con una enorme caja, hacían salir a todo el mundo de la habitación donde iban a trabajar y empezaban su "actuación". Tapaban los ojos de la mujer, hacían sonar campanillas, ponían una sábana entre la futura madre y ellos... toda precaución era poca para conseguir preservar su secreto mejor guardado. En un tiempo en el que las patentes aún no se habían inventado, si querían seguir manteniendo la exclusiva de su éxito, debían mantener el famoso fórceps en secreto. Así trabajaron los Peters, Hughs y Williams de la saga de los Chamberlen durante más de dos siglos. A principios del siglo XVIII un Hugh Chamberlen hizo público el diseño del fórceps3. Pero el fórceps original no aparecería hasta pasado un siglo. Cuando aquel cirujano observó con estupefacción la caja que su amiga le enseñaba entendió que lo que tenía delante era el origen del fórceps obstétrico. Pero no eran más que dos cucharones de servir sopa unidos por un cordel4.______1. Historia de las mujeres, una historia propia. Bonnie S. Anderson y Judith P. Zinsser. Pág. 4452. Cómo se sale de aquí, una historia del parto. Randi Hutter. Pág. 323. Ídem. Pág. 404. Ídem. Pág. 41

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