Dicen que los niños han de ser los verdaderos maestros de la vida, y no es mentira aquello, si advertimos que ellos sorprenden de cuando en cuando a sus viejos, sus amigos, sus cercanos y componen una melodía de afecto que escuchamos en lo más callado del alma. Tomemos la iniciativa de los pequeños, sorprendámos a los demás con un gesto, una mueca, una sonrisa, una caricia, un abrazo, un regalo, una morisqueta o cualquier demostración que robe sonrisas. En ese punto le estará cambiando el momento a las personas y muy probablemente el día, empezando una cadena de gestos que probablemente puedan volver a uno, cuando cualquier otra persona decida sorprendernos.
Regálense la oportunidad de compartir situaciones diferentes, pierdan el miedo a mostrarse afectuosos, cariñosos, querendones. Siempre pensamos que eso es una debilidad y para qué negarlo, la fortaleza de los niños radica en el cariño y sensibilidad con la que ven a sus cercanos mientras aprenden a vivir. Aprovechen las fiestas para dejarse llevar por los gestos que sumen, pero que esto no termine en enero, que se convierta en una constante de vuestras vidas, que la Navidad aunque se vaya del calendario y de los adornos, se quede residenciada en el alma. Que cada día nos tomemos el reto de hacer sonreír a alguien, no importa quién, no importa porqué, pero que siempre sea alguien. Les envío un cordial abrazo, el agradecimiento de contar con vuestro tiempo cada vez que pueden y de permitir compartir ideas que en muchos casos vienen de ustedes. Que en estas fechas la pasen como nunca, bendiciones plenas y la suma de todas las alegrías. Con el cariño desde el alma: ¡Pura Vida!
