Revista Cocina
La Navidad al igual que los secretos, se esconden detrás de los árboles, detrás de los cuentos y con el paso del tiempo, se convierten en leyendas. Y como toda buena leyenda que se precie, no le puede faltar ese halo de misterio que la envuelve y que al contar la historia, generación tras generación, te acaba atrapando en una realidad disfrazada, pero a su vez cautivadora y con pinceladas de magia.
La navidad es una bruma que te envuelve como notas de música, ya que cada día es una melodía nueva que te lleva en volandas hacia el año nuevo que comienza. Do, Re, Mi… serían las primeras notas hasta terminar en Sol. Como si de un espléndido Sol se tratara, comienza un nuevo año, donde termina oficialmente la navidad que no oficiosamente, pues aún falta por descubrir el gran día que la inmensa mayoría de la población, recibe con alegría: nuestros Reyes Magos de Oriente.
Son tres señores de mediana edad, ataviados con trajes de Reyes, sombreros, pero sin coronas… sólo envuelven una fantasía irreal. La realidad a veces supera la ficción, y la historia cuenta que desde el año 160 d.c.: “que unos magos de Arabia llegaron hasta él”, interpretando magos como astrólogos se considerarían hoy día. Siglos más tarde la historia relata que “los magos fueron los únicos que entregaron regalos al Señor. Melkon, Rey de los Persas; Gaspar, de los indios y Baltasar, de los árabes. Ciertas también son sus razas, tres. Dado que la venida de Jesús no es exclusivamente para el pueblo de Israel”.
La tradición oriental habla de dos magos, pero se respetó la tradición Occidental y se dejaron tres, dado los tres regalos al bebé Jesús, oro, incienso y mirra. Los nombres parecen también reales, y un dato a tener en cuenta es que en año 54 d.c. volvieron a juntarse los tres sabios en Sevá (Armenia) para celebrar la fiesta de la Navidad. Al poco tiempo fallecieron San Melchor, el 1 de Enero a la edad de ciento dieciséis años; San Baltasar, el 6 de Enero a la edad de ciento doce años y San Gaspar, el 11 de Enero, a la edad de ciento nueve años.
Pero la tradición que ha pasado de abuelos a nietos, generación tras generación, no tiene precio. El mayor regalo de la humanidad consiste en dar ilusión al que no tiene esperanza. El ofrecer lo que tiene a cambio de nada. El mayor regalo de cada año trae esperanza renovada. Iniciamos un nuevo año, cargado de expectativas de presente y de futuro. Renacemos con la fuerza interior de CREER. Creer en uno mismo, en pensar que hacemos siempre lo correcto, llegando a la cima de la temeridad hasta caer en el tropiezo que nos vuelve temerosos, y ahí es cuando caemos en la cuenta de los errores cometidos durante los años pasados tenían solución. Soluciones fáciles y sencillas. Y dentro de nuestro interior ruge la necesidad de crecer para ser mejores.
Las ideas nacen para dar sentido a la expresión. El respeto se vuelve cultura y esta se encuentra rodeada de valores. Pero no todos los valores son iguales y los basamos fundamentalmente en la Educación, el Respeto, el Aprendizaje, la Cultura y en un porta-sueños, que evitará la deforestación de tu imaginación.
La noche del 5 al 6 de Enero, nos muestra el camino correcto. El camino para desvelar el secreto mejor guardado por El Enviado del 74 y los Reyes Magos de Oriente, de Occidente, de Siria o de Arabia, poco importa. Importa el legado y reconocer el día de la verdad que nos hace libres.
Pero existe un último testamento, más allá de la ribera del Nilo, perdido en los siglos y en una lengua que solo yo he sido capaz de descifrar donde se lee un mundo donde las personas creen en las personas y forman grupos de personas donde se reparte ilusión y valores que los identifican.
Cada uno confía en su prójimo, y como buenos pajes de sus majestades los Reyes Magos debemos mantener viva la llama de la ilusión que, año tras año, nos llenan de alegría nuestros corazones y de quienes nos rodean.
Sólo os damos un consejo: no intentéis estar despiertos durante la noche, pues corre una leyenda de que no dejan nada a los curiosos que tratan de espiarles cuando están repartiendo sueños.
El Enviado del 74