El martes regresó Bajo sospecha con su segunda temporada y tenía tanta curiosidad como pereza por verla. Y es que cuando se estrenó el año pasado lo prometía todo y al final fue una decepción continua: actores desaprovechados, personajes horrorosos, obvia a más no poder (esas continuas expresiones de los actores en plan “soy chungo, muajaja”) y, sobre todo, muy mal escrita. Por eso, por un lado, me daba pereza sumergirme en otra investigación sin pies ni cabeza donde todos me caían mal y, por otro, quería ver si habían corregido sus errores.
Y parece que así ha sido o, al menos, esa sensación da con este inicio de temporada. No es maravilloso, ni destacable, pero apunta maneras y era bastante mejor que la temporada anterior, lo que tampoco era difícil.
Eso sí, personalmente no creo que la ausencia de Blanca Romero sea la solución mágica a sus problemas, por mucho que los responsables de la serie insinúen lo contrario. Blanca Romero no es una gran actriz, de acuerdo, pero ni tenía mucho con lo que trabajar, ni es su culpa que no hubiera por dónde coger ni la historia ni el comportamiento estúpido de los personajes que, además de mal escritos, no podían ser más inverosímiles. Todos tenían mierda a mansalva, todos eran desagradables y tampoco ayudaba que los policías actuaran como novatos que les ponían las cosas en bandeja a los sospechosos.
Así que el reseteo se agradece de entrada y también que, al menos de momento, hayan pulido algunas cuestiones, aunque habrá que ver cómo desarrollan la historia. Sí, de los guionistas de Bajo sospecha no me fío nada.
La temporada arranca en Navidad en un hospital, con una enfermera, Isabel (Ingrid Rubio) que es recogida por su marido (José Luis García Pérez) y a la salida se encuentran con una mujer. Ésta está buscando a su hija, Catherine (Leticia Dolera) e Isabel le dice que lleva un tiempo de baja, pero la madre no le cree. Unas semanas después, la pobre mujer sigue buscando a su hija y, al verlo en la tele, Isabel se marcha del hospital, pero es secuestrada y, posteriormente, encontrada muerta.
Por eso, el comisario Casas (Lluís Homar) recluta a Vidal (Vicente Romero) para que sea su segundo y a Víctor (Yon González) para que se infiltre en el hospital donde trabajaba Isabel y también Catherine, que sigue desaparecida. Una vez infiltrado, Víctor descubre que no es el único policía infiltrado, ya que uno de los médicos forenses es un policía francés, Alain (Hugo Becker), que lleva un tiempo investigando la desaparición de Catherine. Así que los dos equipos policiales deben trabajar juntos para descubrir qué está pasando en un hospital lleno de sospechosos.
Ese es el arranque del caso y se agradece que, a primeras, se centren más en los policías y en iniciar el caso que en la presentación de sospechosos. Ya sabes quiénes van a ser, ya que son actores conocidos, pero de momento están en un segundo plano para que te familiarices con ellos, mientras los dos equipos policiales dan sus primeros pasos.
Es cierto que ya desde el principio tiene un buen ritmo y se exploran algunos detalles importantes en la vida de Isabel como que llevaba un tiempo sin acostarse con su esposo y que tenía un amante, un Gonzalo de Castro con pintas de cabronazo y, cómo no, sospechoso. Pero todo fluye con el ritmo adecuado: van pasando cosas sin que haya evidente relleno y a la velocidad adecuada para que te vayas formando una idea de cómo funcionan las cosas en el hospital, que es el centro del caso.
Además, los personajes no van con cara de malos por la vida, lo que es toda una mejora. Eso sí, no es que actúen como personas normales tampoco, pero aceptemos pulpo como animal de compañía. Y también, en mi opinión, los que han tenido mayor protagonismo, han sido unos intensos de la leche, que en un solo capítulo han sufrido un ataque y las típicas escenas de berrear. Vamos, que la sutilidad sigue sin ser algo de esta serie, pero van mejorando, así que tengo curiosidad por ver cómo se va desarrollando el caso.
Pero, bueno, también hay personajes que han tenido esos destellos de humanidad, de ser algo más que un sospechoso para el caso: el personaje de Gonzalo de Castro al hablar con Casas sólo parecía un hombre agobiado y aterrado por haberse cargado su propia vida, mientras que el marido de la difunta daba bastante pena.
En serio, pobre hombre, ¿se le pueden dar más palos a alguien en un solo episodio? Le matan a la mujer, descubre que ésta le era infiel y estaba embarazada de otro, tiene que reconocer ante la policía algo que le da mucha vergüenza, le detienen y vive con una suegra porculera e intensa a la que me bastaron dos escenas para odiarla. Vamos, que mucha penita me da el pobre señor y encima lo interpreta José Luis García Pérez, que me encanta, así que me siento propensa a quererle y esas cosas.
Eso sí, a pesar de que el caso se presenta interesante y que los sospechosos no son tan evidentes, aún hay cosas que me chirrían un poco de esta segunda temporada. La que más, esa rivalidad con los policías franceses que se monta el equipo español desde el primer momento.
Me parece todo un acierto el que el equipo esté formado por Casas, Vidal y Víctor, ya que eran de los pocos personajes que se salvaban en la primera temporada. Pero el tema rivalidad no puede ser más cliché, aunque han conseguido una novedad: que te caiga mejor la parte ajena que los protagonistas que conocen. Lo subidito que está Víctor en la investigación y el continuo machaque a su compañero francés resultan desagradables y hacen que Alain te resulte el santo Job por no estrangular a nuestro compatriota.
Aunque, eso sí, al menos se están tomando la molestia de trabajar la intereacción entre Víctor y Alain y, de hecho, los actores trabajan muy bien juntos. La verdad es que han dado grandes momentos como compañeros y, si no se olvidan de tratar eso, ese estar condenados a entenderse puede molar mucho, a pesar de ese triángulo amoroso que se ve venir desde lejos con el personaje de Olivia Molina. Me da pereza, para qué negarlo, sobre todo porque ella no me gusta como actriz y el personaje ya me cae mal, pero a ver qué hacen.
Espero que se dejen de tonterías con este tema y se centren en la investigación, sobre todo porque con el giro final se demuestra lo que nosotros ya sabíamos: los casos están relacionados y deben investigar a las dos desaparecidas, no sólo centrarse en Isabel.
Que, por cierto, mucho criticar los españoles que a los franceses sólo les importa Catherine, pero ni siquiera se han molestado en investigarla a ella y, ojo, es la que podría seguir viva.
Al menos, en líneas generales, tanto la interacción entre Víctor y Alain promete (curioso que tengan más tensión sexual revuelta que la que tenían el año pasado Víctor y Laura, que era nula) y el caso se antoja interesante. Además, tienen un señor reparto que espero que este año aprovechen de verdad, con alguna excepción que otra que a mí no me termina de convencer. Pero, bueno, habrá que ver qué tal se van desarrollando los episodios y a ver si la mejora queda en agua de borrajas o se mantiene, esperemos que lo segundo.