“—«Entonces surgió otro caballo, rojo —citó el Apocalipsis de San Juan—. Y al jinete que iba montado en él se le concedió quitar la paz de la tierra y que los hombres se mataran unos a otros; y se le dio una gran espada.
El primer jinete trajo la tiranía, el segundo, la guerra, el tercero, el hambre, y si no me da na, pronto llegará el cuarto.
—¿Solo para mí?
—Emmerich se rio.
—Ya lo creo. Miedo, decadencia y…
Hizo una pausa teatral.
—¿Y…?
—… muerte
¡Cuidado con el cuarto jinete! ¡Cuidado con el caballo pálido! —gritó antes de volver a desaparecer entre los arbustos.»”
Viena, poco después del final de la Primera Guerra Mundial. El esplendor de la ciudad imperial es cosa del pasado, Viena se hunde en el hambre y la miseria. August Emmerich, que participó en la guerra y oculta las secuelas de una herida en la pierna, descubre el cuerpo de un mendigo que presuntamente se ha suicidado. Como investigador experimentado, no confía en las apariencias, pero no tiene evidencias que prueben su teoría de que se trata de un asesinato y su superior archiva el caso. Emmerich y su asistente, Ferdinand Winter, deciden llevar a cabo su propia investigación, y así comienza una persecución apasionante y llena de peligros por las calles de la sombría Viena de posguerra, repleta de seres marginados, criminales y ciudadanos que luchan por sobrevivir.
Alex Beer nació en Bregenz, Austria, estudió Arqueología y vive en Viena.
El segundo jinete, su primera novela protagonizada por el inspector de policía August Emmerich, ha sido aclamada por la prensa y los lectores y ha recibido el Premio Leo Perutz de los libreros austríacos. Este galardón se otorga a la mejor novela negra en lengua alemana que tenga Viena como escenario.
De qué va la novela según yo, sin spoiler
La novela está ambientada en Viena, 1919. El imperio austrohúngaro ha caído y ahora está insaturada La Primera República con el gobierno de los socialistas. Aunque la Primera Guerra Mundial ha terminado, la cotidianidad de la vida de los vieneses sigue dominada por el hambre y la escasez, el paro, las enfermedades, las epidemias y los suicidios por las secuelas psicológicas y físicas que ha ido dejando por el camino.
Aunque ya hacía un año que había terminado la guerra, los recuerdos de esa época no desaparecían. Cuando cerraba los ojos, los veía tan claros ante él como si todo hubiera ocurrido ayer: los muertos, los moribundos, los mutilados. Aún tenía en la nariz el olor del sudor frío mezclado con el humo de las granadas, pero, sobre todo, le retumbaba incesantemente en los oídos el estruendo de los combates: las órdenes a gritos, el fuego graneado, las detonaciones, los aullidos de dolor. Habían encontrado un nuevo hogar en su cabeza y se habían adueñado de su cuerpo.
El cadáver de Dietrich Jost, un mendigo que vivía en el asilo de vagabundos, es encontrado con un tiro en la cabeza. Antes de la contienda gozaba de una buena posición como cuidador de animales en el Zoo de Viena, pero ahora no era más que un tullido lastimoso con neurosis de guerra que no podía dejar de temblar desde que regresó del frente. Días más tarde, su mejor amigo Harald Zeiner cae al Danubio pereciendo ahogado. Todo apunta a sendos suicidios, pero el inspector de policía August Emmerich, no se fía, y cree que puede haber una relación entre ellos y otros nuevos cadáveres que aparecerán después.
Su nuevo jefe, el inspector de división Leopold Sander, antiguo oficial del Ejército Imperial y Real, le tiene asignada la investigación y seguimiento de una red de contrabandistas que esconden provisiones en lugares secretos y los cambian por oro y joyas, vamos que intentan sacar tajada de las penurias ajenas. Para ayudarle en la misión, le ha asignado un compañero, Ferdinand Winter, un novato que más que ayudarle parece que va a resultarle un verdadero estorbo.
Emmerich también arrastra sus secuelas de la guerra, una dolorosa cojera que oculta a sus superiores por miedo a que le aparten del trabajo de campo y a que pueda suponer un obstáculo para conseguir su sueño, formar parte del departamento de Homicidios
Desde la batalla de Vittorio Veneto llevaba incrustada en la pierna derecha una esquirla de granada que era un tormento constante. En los últimos días lo había hecho sufrir como nunca. Los médicos le habían diagnosticado artrofibrosis. Una palabra elegante para un estado lamentable. Emmerich se masajeó la rodilla, que con la cicatrización del tejido conjuntivo se iba volviendo cada vez más rígida, se enderezó y se apoyó en el muro. Menos mal que le había ordenado a Winter que no lo siguiera. Nadie debía saber nada de su minusvalía, y el chico ya sospechaba algo. No se podía permitir que lo trasfirieran al servicio interno por incapacidad.
La vida personal de Emmerich tampoco es fácil: Acababa de cumplir treinta y seis años y hasta hace muy poco tenía un hogar, con una viuda de guerra, Luise y sus hijos, que siempre estaban enfermos. Vivían juntos hasta que todo se truncó y ahora se ha quedado literalmente en la calle, sin mujer, sin hijos y sin un techo dónde cobijarse.
El inspector y su ayudante buscarán, de forma clandestina y a espaldas de sus superiores, a la mano negra ejecutora de lo que ellos sospechan han sido asesinatos y para gran sorpresa de Emmerich, Winter resultará ser bastante más que un buen ayudante e investigador, un buen amigo y excelente compañero de penurias.
Antes de relataros mis impresiones sobre esta novela, que ya os adelanto me ha gustado mucho y de cuya autora he leído que es la nueva estrella de la novela negra austriaca, os cuento que me he apuntado a un club de lectura virtual de novela negra. Siempre he sentido curiosidad por los clubs de lectura y alguna vez había pensado en unirme a alguno, pero por el miedo al compromiso de tener que leer algo no elegido por mí y el consiguiente riesgo de abandono que me ronda cuando algo no consigue engancharme, no me había decidido hasta ahora. Estoy ilusionada y creo que puede ser una buena manera de obligarme a leer y a terminar esas novelas por las que, a lo mejor en un principio, no me decantaría pero que al ser del género negro es más que probable que resulten de mi agrado.
Algo así me ha ocurrido con esta, la primera que leo del club, ya que cuando empecé a cotillear un poco de qué iba “El segundo jinete", en principio os reconozco no sentí demasiado entusiasmo, pero ahora os puedo asegurar que estoy encantada, que la he disfrutado mucho.
Como curiosidad, el título de la novela está inspirado en el Apocalipsis de San Juan, en el que el caballero del caballo bermejo, el segundo de los cuatro jinetes, es enviado para "quitar la paz de la tierra, para que los hombres se matasen unos a otros; y se le dio una gran espada." De lo que deducimos que este jinete es la representación de La Guerra en el mundo.
¿Qué me ha parecido? ¿Me ha gustado?
Sí, mucho. Me ha gustado todo, pero de forma especial destacaría:
--La ambientación tan bien conseguida por la autora, que nos sumerge de lleno en la desolación que supone una posguerra y nos lleva de la mano por las calles de una Viena caótica, mísera, oscura y sombría, plagada de mendigos, de gente que se ha quedado sin hogar, sin trabajo, que malvive en condiciones de extrema precariedad y pobreza, rodeados de epidemias y muerte. Una Viena que ya nada tiene que ver con el esplendor que destilaba el anterior Imperio Austro-Húngaro.
El emperador se había exiliado, los países de la corona se habían separado y Austria ya no era más que un resto deplorable que apenas si estaba en condiciones de vivir. Exactamente igual que sus habitantes. Había carencia de todo: de comida, de carbón, de jabón, de ropa. Las personas pasaban hambre, se helaban de frío y apestaban. Andaban a palos por un trozo de carne de caballo podrida o unas cuantas patatas mohosas, y tenían que compartir sus camas con las pulgas. La falta de trabajo y medicamentos propagaba los crímenes y las enfermedades.
--Los dos personajes principales: Emmerich y su ayudante Winter, me han parecido muy buenos e interesantes. Emmerich es un policía entregado pero que tiene mucha cara, que le echa mucho morro a la vida. De esos que se aprovechan de su placa para obtener ciertos beneficios con pequeños chantajes, aunque también es verdad que el pobre se ha quedado sin nada.
--Creo que la autora se ha documentado en condiciones y al final de la novela (en el posfacio, no os olvidéis de leer esa parte) nos revela que muchos de los lugares y personajes están sacados de la realidad y la mayoría de los sucesos descritos en la Viena de entreguerras, también. Por ejemplo, existió La Fortaleza, una red de túneles subterráneos que atravesaban las cloacas vienesas y que permanecen hoy en día cerradas y bloqueadas, aunque si alguien desea echarle un vistazo puede hacerlo contratando una visita guiada “La ciudad debajo de la ciudad”. Nos cuenta qué ha sido de los locales emblemáticos nombrados, edificios, cafés y bares tradicionales (como el Chatam Bar y el Café Central que ha sobrevivido en el tiempo y sigue irradiando su pompa imperial, así como El Palacio de Hofburg y El Palacio de Schönbrunn, hoy en día lugares de interés turístico.
Algo que me ha llamado la atención: para evadirse de los tremendos dolores que le produce la lesión en la pierna, Emmerich recurre cuando puede a las “píldoras de heroína” y se nos aclara al final que además del alcohol, (“epidemia del aguardiente” en esos días) era habitual el consumo de la diacetilmorfina (lo que ellos conocían por pastillas de Heroína) y lo usaban como remedio milagroso para todo, en principio para la tos, pero pronto se descubrió que también servía para aliviar el dolor, las depresiones, la hipertensión arterial y muchas otras dolencias. Se sabía que las pequeñas dosis y la absorción lenta con la toma oral no provocaban dependencia (más tarde se descubrió su efecto mayor y más rápido al ser esnifado o inyectado, y ahí ya sí que se incrementó enormemente el número de adictos).
La frase final de la novela es: “Aquella historia aún no había terminado”, por lo que se deduce que habrá una segunda parte, una posible saga. No sería de extrañar, porque se deja algún que otro cabo abierto y ya veremos . . ., puede que sí me anime a saber cómo evolucionan estos dos personajes.
Resumiendo: “El segundo jinete” me ha parecido un buen thriller histórico, bien documentado, bien narrado, con un tema destacado como telón de fondo, los estragos que ocasionan las Guerras, las atrocidades cometidas en nombre de ellas, las enormes secuelas físicas y psicológicas inevitables que dejan en las personas y la precariedad económica que sufren los países, las ciudades, Viena en este caso, también protagonista indiscutible de esta historia.
“Tiene un brazo muy largo la guerra. Se cobra sus víctimas mucho después de su fin”
“«Es verdaderamente feliz quien puede olvidar lo que no se puede cambiar». ¿Pero cómo se olvida la pobreza, el hambre, la suciedad?”
Muy recomendable especialmente para los amantes del género. Mi nota esta vez como no podía ser de otra manera, la máxima: