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El señor de las muñecas - Joyce Carol Oates

Publicado el 29 octubre 2017 por Rusta @RustaDevoradora

El señor de las muñecas - Joyce Carol OatesEdición:Alba, 2017 (trad. Laura Vidal)Páginas:296ISBN:9788490653050Precio:19,90 € (e-book: 9,99 €)
Dentro de la vasta (y variada) producción de Joyce Carol Oates (Lockport, Nueva York, 1938), destaca su tratamiento de la violencia en la sociedad contemporánea occidental, a menudo en forma de tramas de suspense. El planteamiento del tema va acompañado de un fino análisis de las relaciones humanas y tiene un importante trasfondo de crítica social; la autora ha expresado en numerosas ocasiones su preocupación por la deriva de nuestra época y no se limita a crear intrigas por simple entretenimiento.Ha abordado el asunto tanto en novelas como en relatos, y de esto último este año se han traducido al castellano dos compilaciones: Dame tu corazón (2011; Gatopardo, 2017), muy recomendable, y El señor de las muñecas y otros cuentos de terror (2016; Alba, 2017), que, en comparación con la anterior, resulta más plana en la construcción de las historias y menos rica en cuanto al abanico de miradas.Para empezar, el título es engañoso: más que horror o terror, estos relatos se encuadran en el suspense psicológico. El conflicto es ante todo mental, juega con el narrador no confiable y el punto fuerte de las narraciones no es tanto el misterio en sí (un giro bastante mecánico y previsible en todos) como el desmenuzamiento de las relaciones en torno a él. En estas se repite un patrón: los traumas, pérdidas y carencias afectivas que derivan en desarraigo y, a veces, trastornos mentales y violencia (los padres separados en «El señor de las muñecas» y «Mamaíta», el distanciamiento de la familia en «Ecuatorial», la pobreza y falta de expectativas en «Accidente por arma de fuego», el acoso escolar en «Soldado», el complejo de inferioridad y la sensación de que el mundo le debe algo en «Misterios S. A.»). Invita a pensar en hasta qué punto el resentimiento por el dolor padecido puede provocar una reacción destructiva hacia uno mismo o los demás. Llama la atención que los protagonistas sean con frecuencia jóvenes o adolescentes: muchachos a medio hacer, maleables, impulsivos. Es asimismo reseñable el uso reiterado de finales abiertos: la autora lleva a los personajes hasta el borde de un precipicio, pero no los empuja al vacío. Deja que el lector lo haga con su imaginación.De los seis relatos que componen el libro, los dos primeros, algo más breves, son los menos originales, tienen una estructura sencilla y predecible, y la hondura psicológica no llega a ser tan perspicaz como en otros: «El señor de las muñecas» se centra en un niño que, después de la muerte temprana de su prima, se obsesiona con su muñeca y, dado que no le dejan conservarla, empieza a robar muñecas a escondidas… solo que su colección es un tanto particular. «Soldado», por su parte, consiste en una declaración de un acusado de matar a un adolescente negro. El narrador alega que lo hizo en defensa propia, y se van desgranando las múltiples caras del proceso judicial («Porque esa es la injusticia: solo si te matan “eres inocente”. Si peleas por tu vida, “eres culpable”», p. 52), aunque nada está claro y también salen a la luz sus muchas inseguridades. En ambos, Oates se apoya en los traumas del pasado para explicar o, al menos, insinuar, la patología del personaje. Demasiado básico.En los más extensos la envergadura literaria se robustece, no por la intriga como tal, sino por su estudio más pormenorizado y agudo de las relaciones. «Accidente por arma de fuego», un muy buen cuento, recoge el testimonio de una adolescente que se ha visto involucrada en un crimen. El relato comienza con la acción ya concluida, y va reconstruyendo la historia en bloques. La protagonista, una alumna responsable, pero con esa ansiedad, esa desazón de su edad («Las buenas notas siempre me producían cierta vergüenza, me parecían la consecuencia del trabajo duro, y el trabajo duro, consecuencia de la desesperación», p. 91), se encarga de vigilar la casa de su profesora mientras esta se encuentra en el hospital. Es interesante, por un lado, cómo enfoca la fascinación de la chica por su maestra (una mujer moderna, simpática, guay), en contraste con la percepción que tiene de su madre, y el giro posterior tras conocerla fuera de la escuela (en la intimidad ya es más corriente). Sobresale igualmente la figura de un primo drogadicto, un joven criado en el campo, en un entorno embrutecido(otro motivo habitual en Oates); unas circunstancias que sugieren la pregunta de si este chico podría haber tenido otro camino o estaba sentenciado por el determinismo social («Todos parecían ser pobres, y ser pobres les había endurecido el corazón», p. 110).«Mamaíta» sigue a otra adolescente (utiliza cursivas enfáticas para recalcar su léxico, sus expresiones insignia), una chica bajita y rellenita que se acaba de mudar con su madre. Esta se pasa el día trabajando y no tienen una relación fluida. En este contexto, la protagonista se adentra en el microcosmos familiar de una compañera de clase, un grupo numeroso de costumbres relajadas. Como en Hansel y Gretel, esta familia la «ceba» con zalamerías que conducen a un desenlace espantoso; quizá el relato más monstruoso de la compilación. Hay tintes salvajes también en «Ecuatorial»: en este caso, el núcleo es un matrimonio de mediana edad que viaja a un país exótico. La esposa cree que su marido quiere asesinarla, y a partir de aquí surge la incógnita de si en efecto es así o se trata de una perturbación de ella. Oates analiza las fisuras del matrimonio, amenazado por la sospecha de una amante y por los intereses económicos; y traza un paralelismo entre los animales de la isla y la ferocidad del ser humano: en este espacio, lejos de la protección legal de Estados Unidos, la mujer se convierte en una presa fácil, como las especies asediadas por los depredadores (en Dame tu corazón la autora ya demostró su inclinación por las metáforas con bestias).

El señor de las muñecas - Joyce Carol Oates

Joyce Carol Oates

Por último, «Misterios S. A.» rompe la tendencia dominante: un librero apesadumbrado por su falta de éxito decide acabar con su rival más rico y exitoso. Este misterio «libresco»hace un guiño a la novela policíaca de la tradición británica de entreguerras, de autores como Anthony Berkeley o Dorothy L. Sayers, es decir, mucha perversidad, pero sin ensuciarse las manos. Y mucho humor, elegancia, finura. Toda la fuerza está en la voz de los personajes, en su capacidad de persuasión… y manipulación; un soplo de aire fresco entre historias de líneas similares. En conjunto, El señor de las muñecas no es una mala propuesta: tiene el oficio y la penetración psicológica característicos de Oates, que escribe con su estilo ágil y directo, vigoroso, nada árido. Aun así, se le notan demasiado los trucos y abusa de determinados recursos; parece que lo hubiera escrito con el piloto automático. Para terminar, esta edición podría haber tenido una corrección más esmerada; la editorial Alba sabe (y debe) hacerlo mucho mejor.

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