Quizá las primeras líneas de El Señor de los Anillos no impacten tanto como algunas de las que ya he incluido en esta sección, por la calidad del entretejido de las palabras, o por la manera de arrojarnos hacia una narración rutilante de algunas de ellas, pero sí que están impregnadas de una calidez difícilmente comparable, provocando, al menos en mi persona, la agradable y emocionante sensación de volver a casa, aunque haya estado muchos años sin pisar su suelo, aunque ahora sea otro lector, otra persona.