Criminaliza que algo queda. Es el lema predilecto del gerente de Tussam, Carlos Arizaga, cuando se trata de combatir una legítima acción de protesta encaminada a denunciar la pésima gestión que lleva a cabo en la empresa de transportes urbanos de la ciudad de Sevilla. Si Arizaga acude recurrentemente a esta táctica, tan propia de él, es porque quien lleva a cabo la protesta está haciendo algo bien: conseguir captar la atención de la opinión pública.
En esta ocasión les ha tocado el turno al colectivo de eventuales que se encuentra en estos momentos sin trabajo como consecuencia de los recortes en las líneas llevados a cabo por la dirección de la empresa. Más de ochenta padres y madres de familia que luchan desesperadamente porque se les reconozca un derecho ganado limpiamente en unas duras oposiciones que el mismo Arizaga convocó.
Marquesina rayada en la zona de Gran Plaza
El motivo es la aparición de dos pintadas en sendas marquesinas de la barriada de San Jerónimo con el lema “Tussam = Paro. ¿Cansados de esperar al bus? Llama gratis al 010”, cosa por lo demás radicalmente cierta, que la empresa ha denunciado ante Jefatura Superior de la Policía Nacional en Andalucía Occidental, por considerarlas un daño contra el mobiliario urbano que podría constituir una infracción penal y por el temor de que se generalicen en la ciudad. Es por ello por lo que pide que se investiguen y se detecte a los autores de las mismas.
En su denuncia, Arizaga ha apuntado directamente a este colectivo de eventuales como autor de las pintadas dentro de la campaña de protestas que viene realizando desde que se produjeron los recortes en las líneas. Es una demostración más de la hipocresía y doble lenguaje al que acostumbra este elemento al objeto de que recaigan sospechas generalmente infundadas y sin prueba alguna sobre colectivos que se le convierten en un estorbo para sus sueños de señor feudal.
Marquesina rayada en la zona de Gran Plaza
Las marquesinas son un punto de reclamo muy efectivo para cualquier tipo de anuncio denuncia, prueba de ello es que llevan insertados reclamos publicitarios. Todas están repletas desde hace años de pintadas, carteles y grafitis que también son daños al mobiliario urbano y que jamás se han denunciado a la policía. Algunas de ellas realizadas mediante la técnica del rayado de cristales, incluso en los interiores de los autobuses, y que son imposibles de quitar si no se cambia la luna completa y se sustituye por otra. Tan es así que la empresa adjudicataria del servicio se ha visto obligada a colocar pegatinas en cada una de ellas advirtiendo de la ilegalidad de tales usos. Pero claro, ese vandalismo no le proporciona a Arizaga la cortina de humo que necesita para esconder su desastrosa gestión. En ese terreno no tienen ninguna utilidad y no merecen su distinguida atención.
Pegatina colocada por la empresa adjudicataria prohibiendo la colocación de carteles
Él no individualiza este tipo de acciones, como hecho aislado de un descerebrado que es incapaz de contener su ira y como aconseja el sentido común, sino que deliberadamente lo colectiviza inculpando indiferenciadamente a inocentes que nada tienen que ver con ello. Es una manera descarada de buscar a conciencia el conflicto, lo único capaz de diluir hasta hacer casi invisibles los resultados de su desastrosa gestión. No es la primera vez que lo hace, en eso sí se puede afirmar que se ha convertido en todo un experto.
El colectivo de eventuales se ha desvinculado por completo de tales acciones y ha alegado que sus reivindicaciones son siempre pacíficas y a cara descubierta, hasta tal punto que hasta se han desvinculado de los sindicatos de Tussam para centrarse exclusivamente en la consecución de sus demandas. Es del todo cierto.
También han negado que ellos hayan divulgado el número del móvil del gerente, que consideran “un teléfono particular”, a pesar de que se trata de un teléfono que paga Tussam con dinero público y que lo tienen cientos de personas de diferentes colectivos de la ciudad. Claro que, teniendo en cuenta la mentalidad del medioevo de Arizaga, no es de extrañar que él lo considere como un bien privativo y de uso particular. Forma parte de su estilo.
Pero puestos a denunciar las infracciones legales que se producen ¿Por qué Arizaga no va y se denuncia a sí mismo por las amenazas a trabajadores que se niegan a cumplir sus caprichos que vulneran el convenio y las leyes laborales vigentes bajo el temor a su ya famoso “y si no, a la puta calle”? Que le pregunten a los informáticos, a los que ha endosado una guardia de fin de semana totalmente ilegal animándolos con la sombra amenazante de la susodicha arenga.
Lo que verdaderamente le preocupa a Arizaga es que este colectivo está haciendo bien las cosas y está consiguiendo hacerse un hueco en la opinión pública con sus justas reivindicaciones. Han mantenido contactos y reuniones con todos los grupos políticos y todos los alcaldables, desde Zoido a Juan Espadas, en las que han planteado sus peticiones siempre desde la cordura y el sentido común. Incluso se han visto con José Chamizo, Defensor del Pueblo Andaluz, con el que han convenido de que gozan de "una plaza en Tussam con el pleno derecho del proceso al que concurrimos", y de su no caducidad, asumiendo ellos libremente aquellos tiempos en los que no sean necesarios y en los que se tendrán que buscar sus propias alternativas laborales. Sin embargo, Arizaga quiere desprender de ellos a toda costa y a coste cero.
Lo que piden no cuesta nada, sólo el esfuerzo de un compromiso de que no perderán sus derechos y de que su plaza no tenga fecha de caducidad. Pero tantas reuniones con gente que en algún momento podría decidir en Tussam ponen muy nervioso a Arizaga, no vaya a ser que en alguna de ellas reluzca la verdad y alguno se atreva a mirarla a los ojos. Y cuando Arizaga está nervioso es cuando con mayor facilidad aflora en él ese señor feudal que lleva dentro.