Era aún 2014, cuando decidí volver a inscribirme en la que fue la ciudad donde me estrené como maratonista. Por aquella época, andaba entrenando para la maratón de Málaga, donde celebraría mi quinto aniversario como maratonista.
Cada maratón es especial, es única y debe verse reflejado en la correspondiente crónica. En la Rock&Roll Madrid Maratón, escribí la "Crónica de una Cabra". En Málaga pude disfrutar de un sueño maravilloso, celebrando mi quinta maratón junto al Mediterráneo. Y en Sevilla, en su maratón de 2015 por lo que anecdóticamente me gustaría recordarla con humor, es por El Señor Flato.
El 22 de Febrero desperté a las 6:30 de la mañana. Durante esa noche no pude dormir demasiado porque, pese a no ser novato como maratonista, los 42,195 metros siempre me quitan el sueño, me ponen nervioso. Es algo parecido a la sensación de un niño la noche de reyes, esperando al día siguiente sus regalos.
Preparé el café, a sabiendas que ese día me podría tomar una buena taza de cafeína tras estar dos días llevando a cabo el truco de "El Café Extremo". Desayuné medio paquete de galletitas. Desperté a mis santos padres, (que tienen el cielo ganado de aguantarme mis hobbies de "Forrest Gum") y empezamos a prepararnos para dirigirnos al lugar de salida de la maratón.
El día antes estuve dándole vueltas a los accesorios que llevaría durante la carrera. Finalmente terminé usando un cinturón que llevaría sólo para portar el móvil con comodidad. El cinturón portabidones, se lo dejé a mis padres con isotónica, por si me lo podían terminar dando en algún punto de la carrera más avanzado. No quería cargar durante varios kilómetros con "lastre de más".
Cuando salimos de casa eran las 7:30 y aún quedaba hora y media para que diera comienzo la prueba. Me planté el cortavientos que este año repartió la organización porque hacía un poco de rasca y salimos de camino a Sevilla.
Este año a diferencia de los anteriores, quería llegar un poco antes para poder quedar en la Facultad de Ingeniería con Marta para ultimar los últimos detalles sobre sus tareas "audiovisuales". Pero especialmente, quería estar temprano para conocer y partir junto a Manuel Cornejo y junto a mi compañero de Medicina Jose Manuel. Ambos, debutantes en la maratón.
Sobre las 8:15 llegamos a la Facultad y pude encontrarme con Manuel enfundado en una bolsa de basura que le aislaba del frío (gran truco). No sé quien estaba más nervioso, si él o yo. Pero fue un gran subidón de energía ver a alguien tan emocionado y entusiasmado con la prueba. Eso es el espíritu maratonista.
Tras explicarle el funcionamiento de la cámara a Marta y hacernos una fotito juntos, partió en su moto rumbo a la salida para echar fotitos chulas de los corredores. Manuel y yo fuimos tirando poco a poco hacia Avenida Carlos III. Ya estábamos preparados. Yo estaba super ilusionado por poder estrenar la camiseta rosa (para que me vieran) con el logo de la web.
Al llegar a la zona de servicios, nos encontramos con Jose Manuel y tuve la suerte de poder echarme una foto junto a dos corredores que ese día se convertirían en maratonistas. También pasaba por allí el compañero Teófilo al que invité a unirse a la instantánea. Postureo al máximo.
Me despedí de todos y me dirigí al cajón de salida de sub 3:45. He de decir que este año la organización de los cajones era increíble. Unas voluntarias, estaban en cada cajón dejando pasar única y exclusivamente a los corredores en su lugar correspondiente.
Muchos corredores se querían colar, o se querían meter en cajones que no les correspondía (para que cojones lo eliges entonces), pero estas voluntarias hicieron su trabajo estupendamente. Aunque después, llegaban los sabiondos que se saltaban las cintas que separaban cada cajón. En fin...
Una vez dentro del cajón empecé a disfrutar de cada uno de los colores, de las imágenes y sensaciones que me rodeaban. Todo era jodidamente mágico. La tensión, la ilusión de miles de corredores depositada en una carrera. ¡Vamos a correr la maratón!
El Speaker comenzó la cuenta atrás y en mi cara una sonrisa de oreja a oreja, y las ganas de soltar adrenalina se dispararon. 10, 9, 8, 7 (los gritos eran electrizantes), 6, 5, 4, (la manada se agitaba) 3, 2, 1 ¡VAMOS! Un aplauso general y los primeros corredores se lanzaron a por todas.
Encendí la aplicación de la maratón de Sevilla para que me pudieran localizar, encendí el Strava para registrar kilómetros que después pudiera donar a iWuopi y tres minutos más tarde, pudimos empezar a correr y atravesar el arco de salida.
Comienza la carrera y la Avenida se llena de la manada que avanza bastante rápida a través de sus calles. Veo como la gente me adelante y trato de mantener el control. "No te dejes llevar por los demás, mantén tu ritmo" me repito mentalmente. La salida es muy peligrosa, con la emoción puedes empezar más rápido de lo normal dejándote llevar por el resto.
Los primeros tres kilómetros se hacen fáciles. Vamos llegando al barrio de Triana y me encuentro con el club "Los Informales de Alconchel" de Mairena del Alcor. Uno de sus miembros, al cuál conozco de verlo precisamente en la maratón, me anima a correr con ellos. Sin dudarlo me sumo a la docena de "camisetas rojas" que van todos juntos y en familia.
Sobre el kilómetro 4 aminoro el ritmo. Los informales han empezado rápido y yo necesito aún un par de minutos para poder empezar a correr más deprisa. Me quedo un poco rezagado en la retaguardia e intento no perderles de vista.
Al llegar a Plaza de Cuba y tras disfrutar del primer avituallamiento (necesitaba beber para no sentirme deshidratado ni un sólo kilómetro), siento que el cuerpo ya está reaccionando como quiero. Hasta tal punto, que termino adelantando a todo el elenco de los informales así como a gran parte de los corredores que me rodean.
Llegando al final de la calle, veo una imagen en la que nunca me había parado demasiado a observar con calma. Antes de llegar al puente de San Telmo, me sorprende la Torre del Oro y al fondo, la bellísima Catedral con la Giralda. ¿Cómo no he podido fijarme en algo tan bonito en todos estos años?
Que hermosa es Sevilla. Cruzo el puente mirando a todos lados, disfrutando de las vistas que me proporciona mi ciudad. El Guadalquivir a mis pies, los monumentos sevillanos saludándome, y los corredores, disfrutando de las mismas sensaciones de ilusión y emoción que me recorren el alma.
Para hacerme aún más feliz, a mitad del puente me encuentro a la sevillana más maravillosa de mi vida. Marta, subida encima de su moto, me grita y me saluda mientras que me echa fotos. Voy bien cariño, gracias por estar ahí, te veo en un ratito.
Llegamos a la altura de la Torre del Oro y me encuentro otra gran sorpresa. A sus pies, y junto al grupo de música que estaba animando, está el primer grupo de Guerreras Running que vería ese día. Rápidamente me voy hacia ellas a saludarlas. Sus gritos de ánimo, sus "Emilio, vamos campeón", se me quedarán grabados de por vida. Mil gracias chicas, os hacéis querer.
Vamos por el kilómetro 8 aproximadamente y bajamos por el túnel junto a plaza de Armas. Este año no escucho los gritos habituales que los corredores suelen gestar al llegar a este punto. Qué raro. Al llegar a Torneo empezamos a disfrutar de una mayor cantidad de público.
Gente, muchísima gente sobre todo familiares y extranjeros animando a sus queridos corredores. Así da gusto correr por Sevilla. A esas alturas el cuerpo me responde estupendamente, me siento pletórico y físicamente con muchas fuerzas. Voy a menos de 5:10min/km y apenas me cuesta.
Llegamos al kilómetro 10 y tras hacerme con un vaso de agua y otro de isotónico me echo a un lado para beber ambos tranquilamente. No me importa que haya vasos en los avituallamientos, pese a que no sé beber mientras corro, pero me paro y listo.
Eso sí, el suelo está encharcado y lleno de vasos. Además, los corredores empiezan a echarse el agua por encima, a escupir, a tirar los vasos a los lados con líquido que se esparce por todos lados...hay algunos a los que les falta un poco de educación. ¿Os importa no molestar a los que os rodean y tener cuidado? Menos mal, que los maleducados son una minoría.
Sigo corriendo bajo un sol agradable, junto a una temperatura envidiable. El ritmo de carrera sigue aumentando. Hay momentos incluso en los que bajo de los 5 min/km. Voy fácil, estoy fuerte y Sevilla me lleva en volandas. Además, llevo una actitud prudente.
Pese a saber que voy más deprisa de lo que me corresponde, voy echando el freno de manos cada cierto tiempo y haciéndome controles de "estado de daños". Las reservas de hidratos aún van llenitas y las piernas aún están calentando.
Llego al Hospital Virgen Macarena, tras pasar por una avenida que hace un par de semanas estuvo completamente levantada y en obras. Además, llevo casi un kilómetro corriendo por asfalto en mal estado. Sin embargo, han sido cuatro años de mi vida yendo a estudiar al Macarena, por lo que conozco cada piedrecita de esa camino.
Tras atravesar el Parlamento y empezar a correr paralelo a la muralla de la Macarena, me encuentro de lleno con un buen grupo de público. Viendo su parsimonia no lo dudo, meto un grito un tanto barriobajero: "¡Vamos coño, venga esas manos a animar, que se note Sevilla, que es temprano pero hay que darlo todo!". Al momento, decenas de personas aplaudiendo. Así me gusta Sevilla.
Comienzan los que sin duda son los kilómetros más "fríos" de la maratón Sevillana. Del 15 hasta el 22 aproximadamente los tramos con público son limitados. Los avituallamientos siguen siendo un oasis de salvación y me parece genial encontrar agua cada 2,5 kilómetros. Voy tirando de los avituallamientos, y no estoy necesitando ninguna ayuda extra.
En el kilómetro 17 otro chute de energía. Más Guerreras entre ellas mi amiga Leonor y mi amigo Miguel Ángel. Estaban allí en calidad de voluntarios, y de paso tuvieron tiempo para animarme. Qué grande ese momento. Una maratón con amigos, eso sí que es una maratón.
Sobre el kilómetro 18 mi mente empieza a disociar (pongo el piloto automático) y me dejo llevar. El ritmo cada vez es más rápido en mí. Me pongo durante varios kilómetros por debajo de 4:50min/km. No hay mucho que ver por esa zona. La zona de San Pablo es larga y está bien como forma de introspección.
Cuando llego al 20 vuelvo a reconectarme para hacer control de daños. Estoy a punto de llegar a la media maratón, y toca seguir informando a mis padres y a Marta por donde voy a través de whatsapp. Voy en flujo, mi cuerpo ya ha empezado a quemar grasas a la par que los hidratos.
Km 21 Media Maratón y sin dudarlo meto un grito al aire. En el reloj veo que paso la media en 1 hora y 52 minutos (malditos tres minutos de espera en el arco de salida). Estoy sudando, está empezando a pegar un poquito más fuerte el sol.
Tras pasar el medio maratón y mirando el whatsapp me llevo el primer golpe psicológico. Hay problemas en el tema de #ApadrinaUnMaratonista del que no me apetece hablar. Sin embargo la preocupación me embarga, me empiezo a sentir mal. Depositas tus ilusiones en algo, y si ese algo afecta a otras personas a las que estás intentando ayudar...te jode. Ese momento fue duro.
Antes de llegar al CC Los Arcos, mis padres me avisan donde estarían. Desconecto un par de kilómetros más y afronto el comienzo del barrio de Nervión de nuevo feliz. La sonrisa se vuelve a dibujar en mi cara. Estoy en el barrio de mis amores. En mi barrio favorito de Sevilla y donde la carrera se torna más hermosa y cercana.
En el 23 me encuentro con mis padres que me ofrecen el cinturón portabidones con la isotónica. La maratón me está proporcionando lo que necesito, así que declino de llevar peso extra. Mi madre está con el móvil en mano grabándome. Mi padre sonriéndome como siempre y preguntándome como estoy. Marcan la diferencia entre una maratón y una maratón especial. Os quiero.
Un poco más adelante Marta me encuentra y se pone a mi lado con la moto. Ha sido todo un acierto pedir el pase de prensa. Estamos un ratito charlando y ella me hace fotos. Un poco más adelante, me encuentro con Barroso ¡que ilusión!
Va bastante bien y a un buen ritmo. Le digo a Marta que le eche un par de fotos, las cuales espero poder pasarle en los próximos días. Un para de minutos más adelante, voy tan bien que soy capaz de pasar a este crack de las maratones. Iluso de mí.
A partir de entonces relajo el ritmo. En parte estoy empezando a notar algo de cansancio y la adrenalina ya no actúa como antes. En el 26 me encuentro con Jesús y su pareja que me anima. Que ilusión me hizo poder verle. Fue otra persona que me alegró muchísimo la carrera.
Hasta aquí todo parece genial ¿verdad? Iba para poder terminar en 3 horas y 36 minutos. Concentrado, equilibrando el cuerpo y la cabeza. En un estado de motivación casi perfecto. Al llegar al kilómetro 27 nos topamos con el avituallamiento de geles.
Un voluntario pilla una caja y me suelta de sopetón tres unidades de geles. Uno para mi y otro para repartir. Estuve casi cinco minutos gritando que si alguien quería geles. Al ver que no había nadie, me los guardé por si alguien los necesitaba más adelante.
Yo mismo me tomé un gel de fresa por lo rico que me supo en Málaga, no porque me hiciese falta. Sin embargo se me antojó pastoso, seco y me costó un poco ingerirlo. Necesitaba hidratarme. Unos metros más adelante, en el 27,5 la tragedia.
A la altura del Corte Inglés un fuerte dolor en la parte baja del abdomen. Flato, señores, flato. Os confieso ahora, a estas alturas que llevaba 27 kilómetros acumulando gases producidos por el metabolismo y la respiración. Gases que no podía expulsar. Estaba literalmente "obstruido", como un puñetero globo.
Hasta ese punto, mi cuerpo lo pudo soportar. Pero llegados al 28 y hasta el 31, me tocó lidiar con ese dolor. Bajé el ritmo, me paré a andar pese a que tenía las piernas bien. Respiré hondo, me incliné hacia adelante, bebí, estiré. Hice de todo. Incluso estuve un buen rato repasando mentalmente cómo se producía fisiológicamente el flato, como intentar reducirlo y poder seguir adelante.
En ese tramo, vi como se alejaba la oportunidad de hacer mi MMP. Hasta ese momento, mi objetivo inicial era terminar la carrera, y como objetivo secundario/complementario, bajar de las 3 horas 41 minutos. Pero ese fuerte dolor, rompió totalmente mi concentración.
Cuando conseguí reponerme estábamos a punto de afrontar la larguísima Avenida de la Palmera. Seguí estando contento e ilusionado, pero ese parón, ese "click mental", me reventó la carrera. A partir del kilómetro 32 me tocó rehacerme.
Señores, no me iba a rendir. Tocaba replantear el resto de la carrera. Decidí que iba a seguir disfrutando al máximo, yendo a un ritmo constante en el que fuese cómodo y a entrar en sub 3:50 (eso seguro). Eso hice.
En la Palmera empezaron a caer varios corredores. Empecé a ver a gente desplomada en el suelo, gente andando, gente sufriendo (aunque ya había visto unos cuantos antes). Cuando llegué al Parque de María Luisa, sólo tenía ganas de salir.
Afronté mi paso por el 36 con el mejor ánimo posible, pero el tramo del parque se me antojó muy desagradable. Quería llegar a Plaza de España, sentir el calor de la gente y afrontar el último tirón lo mejor posible. Al llegar a la histórica plaza sevillana, Marta me echó un par de fotos...
Ella detectó perfectamente mi estado de ánimo, se dio cuenta que algo no iba bien. Es más, le hice un gesto de saludo con la mano, y le dije que me iba a concentrar. Para más calvario, saliendo del parque el señor del globo de las 3:45 junto a un numeroso grupo de corredores me adelantó.
Vi sufriendo, como mi ilusión de bajar de esa marca se esfumaba. Creo que las fuerzas me hubieran dado para seguirle, pero la cabeza... iba muy tocada. Al llegar al centro, sólo podía concentrarme en no tropezarme, en detectar las pequeñas contracturas que se iban produciendo en mis músculos, y en recibir todo el calor del público. El centro estaba "petado" de público.
Entré en un estado de trance mental donde no paraba de repetirme: "uno más, uno más, uno más". Iba minuto a minuto, kilómetro a kilómetro, zancada a zancada. Seguía yendo a un buen ritmo, al que suelo realizar mis entrenamientos habituales pero me sentía muy pesado, muy lento.
Cuando pasé el Puente de La Barqueta se me empañaron los ojos y estuve a punto de ponerme a llorar. Mentalmente seguía muy tocado, pero saber que estaba en el km 40 me devolvió las fuerzas. Ni siquiera me tomé el avituallamiento, no quería nada.
Los dos últimos kilómetros se hicieron muy duros. Sigo pensando que había poco público, poca gente animando, aunque los que habían ayudaban. El último tramo discurría por asfalto en buen estado, lo que se agradeció. Volví a ver a varios corredores desplomados, a varios corredores fatal.
Ahí estaba, el estadio Olímpico de Sevilla. Los últimos metros antes de entrar en el túnel sur...indescriptibles. Todo lleno de gente, de familiares y amigos animando. Un recibimiento, digno de campeones. La rampa la bajé de forma controlada, es un último obstáculo que hay que vigilar bien.
De la oscuridad del túnel pasé a la luz del estadio. Los vítores, la música y el speaker de fondo...esto es la maratón de Sevilla señores. Que hermoso, que maravillosamente hermoso. La vuelta al tartán, donde grandes campeones del atletismo han hecho historia y yo, pisando el mismo suelo.
Alcé mis brazos al cielo y saboreé el último momento. Vi el crono. Marcaba 3 horas y 49 minutos, lo iba a lograr sin problemas. Ser sub 3:50, terminar mi sexta maratón en buen estado y ser feliz, muy feliz volviendo a correr 42 kms y 195 metros.
Entrada triunfal dibujando un corazón con mis manos. Y es entonces cuando llegó el momento más precioso de todos. Tras la meta estaba Marta, cámara en mano, captando ese momento. Las fotos me importaron un pimiento y sin dudarlo, me fui hacia ella para besarla.
Se echó a llorar. Después de toda una maratón echando fotos a los maratonistas, tenía miedo de no poder echarme la foto de la llegada, de no estar allí a tiempo. Tenía miedo de no verme. Así de caprichoso, de intenso es el amor. Ambos nos embarcamos en un abrazo mientras que los corredores seguían haciendo historia a nuestras espaldas.
Gracias Tesoro por estar ahí. Correr, que estés a mi lado, no es lo mismo. Gracias por todo lo que has hecho por mí. Me completas como persona, como atleta. Gracias a mis padres, que estuvieron un año más al pie del cañón para animar a su hijo.
Gracias a los amigos que me mandaron whatsapps y tuits de ánimo antes, durante y después de la maratón. Gracias a todos los que se han preocupado por mí, a todos los que me animasteis durante la carrera. Gracias a todos los lectores que habéis aguantando mis batallitas, mis historias y mis consejos durante estos meses.
Gracias a los nuevos maratonistas por renovar mi ilusión por esta prueba, y a los veteranos por seguir enseñándome cosas nuevas. Gracias al CM de la maratón, al que tanto "por culo" le he dado, y que tan buen trabajo ha hecho y me ha ayudado.
Gracias a los voluntarios que un año más, han marcado la diferencia entre correr nada o correr una maratón. Gracias a la maratón de Sevilla 2015 porque me ha enseñado que hay que aprender a reponerse.
Podría haber realizado una carrera impresionante, batido mis propios registros. Pero Filípides me ha vuelto a demostrar que, cualquier pequeño detalle, puede dar al traste con todo. Lo importante es disfrutar, sonreír y ser feliz. Hasta el próximo maratón.