Cuando empecé a escribir este blog, allá por el año 2009, mi marido -al ver que me lo pasaba pipa contando nuestras anécdotas y siendo él la persona más celosa de su intimidad que puede existir- me dijo textualmente: "no se te ocurra hablar de tu marido". Y así lo he hecho hasta ahora, me propuse -y lo he conseguido- no utilizar el término "marido" y empecé a referirme a él como ESQVEMCYEEPDMH (el señor que vive en mi casa y es el padre de mis hijos) algo que siempre os hizo mucha gracia y a mí me dio mucho juego.
Bueno, no sé muy bien como afrontar este post, pero me veo en la obligación y siento la necesidad de contaros que EL SEÑOR QUE VIVE EN MI CASA Y ES EL PADRE DE MIS HIJOS ya no vive en casa: vive en el cielo desde el pasado veintiséis de julio cuando su cuerpo, después de dos años y medio de terrible enfermedad, dijo que ya no podía más.
Quería contaros muchas cosas sobre él pero me doy cuenta de que no voy a poder. Acabo de empezar a escribir y ya tengo los ojos llenos de lágrimas. Dicen que el tiempo lo cura todo pero yo, de momento, cada día le echo más de menos, cada día lloro más y cada día tengo más ganas de irme con él.
Algo que, tranquilas, no voy a hacer porque tengo tres "cenutrios" -una de sus expresiones favoritas- a los que hay que sacar adelante.
Nuestros años de casados -23 cumplimos el día antes de morir- han sido como los de todo hijo de vecino: ha habido cosas muy buenas y cosas muy malas; ha habido momentos de "no te puedo querer más" y otros de "qué ganas tengo de perderte de vista".
El día que nos confirmaron el diagnóstico el amor que nos teníamos se multiplicó por mil millones -lo sé, cursilada total- y así hemos estado durante todo este tiempo. Por eso ahora mi tristeza es tan inmensa. Durante, sobre todo, los tres últimos meses no me separé de él para nada -él me quería a su lado y yo me sentía terriblemente orgullosa de que así fuera- y por eso mi vacío, mi "no saber qué hacer" es tan inmenso.
Mi marido -ahora lo puedo decir y lo digo con mucho orgullo- era una persona estupenda; gruñón pero terriblemente generoso; con un sentido del humor "muy suyo" que sus amigos adoraban aunque yo no entendía que se riera de cosas tan tontas y no apreciara mi humor inteligentísimo; obsesionado con su familia y con que no nos faltara de nada; una persona de fuertes valores por los que siempre luchó; enemigo de juzgar a las personas -algo en lo que yo he sido una campeona-; muy tolerante -¡hasta con El Coletas que a mí me pone nerviosísima!- y; muy humilde, modesto o como lo queráis llamar.
Para que os hagáis una idea de cuan enemigo de los halagos podía llegar a ser os voy a contar -escribir- una anécdota. Manolo, mi marido, era profesor en la Universidad Pontificia Comillas y durante algunos años fue Decano del Colegio Oficial de Trabajadores Sociales de Madrid. Con motivo de su muerte, ambas instituciones escribieron sendos obituarios preciosos que podéis leer aquí el de la universidad y aquí el del Colegio. En Twitter -su red social favorita a la que llegó con cierto retraso- también se escribieron mensajes preciosos valorando su forma de ser, su labor profesional, etc... Llegaron pésames de distintas partes de España e, incluso, del extranjero.
Unos días después de la muerte de Manolo mi amiga Pilar -es genial y no la puedo querer más- me llamó y me dijo: "¡Meriiiii!, que yo no sabía que Manolo era tan importante". "Ni yo Pilar, ni yo".
Porfa, leeros los obituarios que me gusta presumir de marido.
No os voy a contar más por hoy pero, como uno de mis propósitos es retomar la escritura -que para mí es muy terapeútica- y dado que ahora no está él para reñirme, seguro que os hablaré más de él: de todo lo que me ha enseñado, del vacío que me deja, de como hemos afrontado la enfermedad, de lo que nos ha ayudado el sentido del humor... quizás, a alguien le pueda ayudar nuestra experiencia...
También debería dedicar un post o trescientos a dar las gracias a todos los que nos han acompañado de distintas formas en este camino tan duro. Podría hacerlo ahora pero como he decidido ser un poco mejor madre me voy a hacer una tortilla de patata: casera, los cenutrios la quieres casera... ¡Con lo buena que está la de Palacios!
Este es el último post que escribo en COMPRITAS PARA LOS PEQUES. El próximo día que os asoméis por aquí, éste habrá dejado de ser un blog de moda infantil para pasar a ser un blog "de todo" escrito por una menopaúsica, cincuentona, viuda y triste.
Las redes de Compritas se pararán pero yo, poco a poco, he vuelto a retomar mi actividad y me podéis encontrar en Instagram como MISS SOFOCOS y también en TWITTER donde me estoy volviendo cada vez más activa.
Por supuesto voy a seguir con LA COMUNIÓN DE MARÍA. En los últimos años no le he podido dedicar todo el tiempo y la organización que requiere y tengo muchas ganas de "meterle mano" y seguir ayudando a las madres que andan como locas organizando comuniones.
Como esto ha estado tanto tiempo de capa caída, no sé quien llegará a leer estas líneas. No importa. Quiero dar las gracias a todas las que, en estos años, me habéis acompañado, habéis reído con mis anécdotas, habéis llorado con mis penas y, de algún modo u otro, me habéis cogido el cariño que yo tengo por tantas de vosotras.
Eso es todo amigas. El próximo día, como los programas de la tele, tendremos nueva cabecera.
Besos infinitos.