El sentido de la vida según Paulo Coelho. Subtítulos (CC) en castellano
¿Cuál es nuestra misión en esta vida? No busquemos la respuesta en el exterior. Observemos en nuestro interior. Centrémonos en nuestro corazón. ¿Qué nos dice?
La semilla: un sueño
Todo sentido de la vida tiene en su inicio un sueño: esa es la semilla de toda obra que deseemos ofrecer al mundo. Y tales semillas suelen crecer en los mundos de la imaginación.
Desgraciadamente, a veces, ese sueño anda enterrado bajo capas de apatías, miedos y frustraciones. Pero un sueño es un sueño y siempre estará ahí. Si cavamos lo suficientemente profundo en nuestro corazón, reaparecerá.
En tal caso, si el sueño se encuentra cerca de su superficie vital, nuestra existencia, podremos escuchar con nitidez como retumba, como se repite con una intensidad cada vez más evidente. Nuestro corazón nos habla. En ocasiones, chilla con voz alta y clara. Los latidos de nuestro sueño son audibles incluso desde la mismísima vigilia.
Y nuestro sueño cristalizará gracias a la fe y a la valentía que vertamos en él. La fe y la valentía nos permiten creer en algo de naturaleza eterea, mientras la pertinaz razón nos murmura que no es posible.
El alimento: el amor
Una vez tengamos claro cuál es nuestro (verdadero) sueño tenemos que alimentarlo con amor. Porque el amor por aquello que hacemos rellena nuestra labor de una sana alegría que nos desborda y se transmite a los que nos acompañan en la consecución de nuestro objetivo vital.
Tal como apunta Coelho, no se trata de un amor romántico, ni siquiera de uno fraternal o maternal/paternal. Hablamos de una pasión y un entusiasmo capaces de alumbrar nuestro sueño en los momentos de mayor oscuridad. Una energía que hace brillar y reír el astro celeste que ilumina nuestro camino. Un amor y un respeto por todas las cosas: las pequeñas y las grandes, las que nos indignan y las que nos ilusionan.
La labor: la perseverancia
La elaboración de nuestro sueño nos requiere al 100% y nos obliga a la perseverancia. Sin perseverancia (y sin amor) no podemos invocar a la (buena) suerte. Pero no se trata de un azar, se trata de una suerte que permite crear las condiciones para transmutar nuestro sueño en realidad. Con ambos ingredientes, y de forma sorprendente, esas circunstancias de incierto origen serán atraídas a nuestra vida.
El verdadero alquimista, aquel que consigue que el universo conspire a su favor, sabe que la perseverancia y el amor son fundamentales para esa alquimia que extiende los límites de nuestro corazón y abraza el corazón del universo.
El fruto: una catedral ofrecida al mundo
Como resultado de la semilla, del alimento y de la labor, obtendremos el fruto más precioso: nuestra catedral, aquella que ofrecemos a nuestra vida, y al mundo. Esa catedral puede tomar una multitud de apariencias pero, en cualquier caso, conforma el verdadero sentido de nuestra vida.
El sentido de mi vida ha estado largo tiempo enterrado, pero ya puedo sentir sus latidos cerca de mi superficie. Mi catedral, aquella que ofreceré a mi vida, son los cuentos del futuro. Unos cuentos que desean, a su vez, plantar semillas en cada una de las personas que los lean. Semillas que permitan a la humanidad soñar, imaginar y construir un futuro diferente, uno responsable y respetuoso. El fruto de la convicción presente es el futuro soñado.
Si se siembra la semilla con fe y se cuida con perseverancia, sólo será cuestión de tiempo recoger sus frutos. (Thomas Carlyle)
Una catedral: Santa María del Mar (Barcelona)