Tony Webster y su pandilla conocieron a Adrian en el instituto. Hambrientos de sexo y literatura, atravesaron juntos la adolescencia y se prometieron seguir siendo amigos para siempre. Pero cuando la vida de Adrian dio un vuelco trágico, todos, especialmente Tony, miraron hacia otro lado, se alejaron.
Ahora Tony vive solo en un pacífico y próspero retiro, tras una vida opaca que poco tiene que ver con la que fantaseaba en su juventud. Y un día recibe una carta de un abogado: Sarah Ford, la madre de Veronica, su primera novia, le ha legado quinientas libras y un sobre con un manuscrito. Le entregan el dinero y una carta de Sarah, pero el manuscrito nunca llega. Y Tony averigua que son los diarios de Adrian, que ahora están en manos de Veronica y no piensa entregárselos.
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A pesar del icono que le he otorgado a este libro, me ha gustado. Pero me ha decepcionado un poco. En realidad no debería decirlo así porque el libro ya era de esa manera mucho antes de que lo leyese y fui yo misma la que iba con expectativas y pensando que iba a ser de tal o cual manera. Soy consciente de que es un error e intento no hacerlo pero, hey, soy humana (creo) y a veces se me escapa.
Ha sido mi primer Julian Barnes y, de hecho, antes de que una colega mencionase este título, no tenía ni idea de quién era este señor. Lo que llamó mucho mi atención fue que tratase de lo frágil que es la memoria y lo falsos que pueden llegar a ser los recuerdos y cómo los podemos moldear consciente o inconscientemente según pasa el tiempo.
¿Cuántas veces contamos la historia de nuestra vida? ¿Cuántas veces la adaptamos, la embellecemos, introducimos astutos cortes? Y cuanto más se alarga la vida, menos personas nos rodean para rebatir nuestro relato, para recordarnos que nuestra vida no es nuestra, sino sólo la historia que hemos contado de ella. Contado a otros, pero sobre todo a nosotros mismos.
La primera parte me enganchó mucho, hasta el punto de no soltarlo hasta bien pasada la mitad del libro. La amistad en los años de instituto, las charlas con los profesores, sus inquietudes intelectuales, etc. También pensaban en el sexo opuesto, claro, pero eran unos adolescentes diferentes al resto.
(…) ¿Qué había respondido Old Joe Hunt cuando afirmé que la Historia eran las mentiras de los vencedores? «Bien, siempre que recuerdes que es también los autoengaños de los derrotados». ¿Lo recordamos lo suficientemente cuando se trata de nuestra vida privada?
A medida que Tony iba creciendo mi interés iba decreciendo. Él me seguía pareciendo un personaje interesante. Me seguía gustando su manera de narrar los acontecimientos y sus reflexiones. Fue la reaparición de Verónica lo que me molestó. Podríamos pensar que esa chica misteriosa de 20 años había cambiado con el tiempo y es que el paso de 40 años pueden dar para mucho. Y -al menos yo- dejé de verla como una chica misteriosa a verla como una señora demasiado críptica. Es que, vamos a ver, no se puede pretender que una persona comprenda algo que no le estás explicando y mucho menos cuando habéis pasado tantos años sin ningún tipo de contacto. El misterio, ser un poco críptico y contar cosas sin explicar está bien… en su justa medida. Verónica, eres una “menosmola”.
Una de las cosas que más me ha gustado es que Barnes no nos da todo masticado. Deja que sea el lector el que llegue a montar los hechos con sus propias conclusiones. No nos hará reflexionar tan fuertemente como Camus, por ejemplo, pero tiene pequeñas grandes frases que son difíciles de olvidar y con eso, para mí, ya lo convierte en un libro que recomendaría y sin duda alguna, buscaré más libros del autor.
Cuando somos jóvenes, nos inventamos futuros distintos para nosotros mismos, cuando somos viejos, inventamos pasados distintos para los demás.
Puntuación: 6/10
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