Tras haber publicado volúmenes tan irreprochables desde el punto de vista literario como Las máscaras del héroe, Las esquinas del aire o Coños, Juan Manuel de Prada dio a la imprenta El séptimo velo, donde aunaba todos sus logros anteriores y los ponía al servicio de una trama fascinante en la que nos invitaba a viajar a la Francia ocupada por los nazis, para que reconstruyéramos la historia de Jules Tillon, un héroe de la Resistencia que ha combatido por sus ideales; que ha sido zarandeado por la lealtad y la traición; que ha experimentado las incurias de la tortura; y que, ungido por el amor de dos mujeres, Olga y Lucía, ha atravesado su particular infierno en la Tierra, golpeado por el destierro, el desgarro y la amnesia.
Hacia el final de la página 304 de la novela encontramos la clave del título que la bautiza: “La mente humana es como Salomé al inicio de su danza, escondida del mundo exterior por siete velos de reserva, timidez, miedo… Con sus amigos, el hombre normal se quita primero un velo, luego otro, puede que hasta tres o cuatro en total. Con la mujer a la que ama se quita cinco, o quizá seis si entre ellos existe gran confianza, pero nunca los siete. A la mente humana también le gusta cubrir su desnudez y guardar su intimidad para sí”. Es una definición metafórica sin duda excelente, y que sirve para que comprendamos mejor la atribulada historia de Jules Tillon, el hombre cuyo pasado quedó envilecido de niebla por efecto de la desmemoria.
Más de seiscientas páginas tiene esta obra; y en cada una, sin desmayo y sin vacilación, anida el primor literario, una voluntad de música o diamante que se extiende por frases, párrafos y capítulos, y que embriaga al lector con eficacia de hechizo. Y es que, aunque la figura pública de Juan Manuel de Prada resulte discutible, su literatura me parece que no lo es tanto.