Demoledor análisis del espíritu granadino. Según el autor, catedrático de Filosofía del derecho, ya fallecido, lo esencial del granadino es la negatividad: cerrado, antipático, desconfiado y rácano. El ciprés, el agua, la distancia y el Carmen como símbolos de un modo de ver la vida. Conservador, parado, poco efusivo y calculador. Hasta las cosas positivas (profundo, serio, discreto) las convierte en defectos. El autor explica que no pretende provocar sino que las cosas cambien. En el prólogo, García-Montero no se muestra más optimista e incide en Granada como problema, con un adelante que explica su “absoluta falta de protagonismo en el panorama nacional”. Yo vivo aquí y algo de todo eso hay, pero también conozco a muchas personas que no son así. Un análisis poco equilibrado y de alcance limitadamente local.