Revista Psicología

¿el ser humano es bueno por naturaleza?

Por Psicoanalistalauralopez

¿EL SER HUMANO ES BUENO POR NATURALEZA?     Ensu obra Tótem y tabú, Sigmund Freud explica el punto de partida delas organizaciones sociales, de las restricciones morales y lareligión. En el hombre primitivo, en la horda fraterna, los hijosabrigaban sentimientos contradictorios hacia el padre que tanviolentamente se oponía a su necesidad de poderío y a susexigencias sexuales (pues era un rival con el cual disputa losfavores de la madre y hermanas). Ese odio se contrarrestaba con laadmiración y el amor. Los hermanos, expulsados por el padre, sereunieron un día, mataron al padre y devoraron su cadáver como modode identificación con él, poniendo fin a esa horda fraterna. En esaunión llevaron a cabo lo que individualmente les hubiera sidoimposible. Pero después de haber suprimido al padre y habersatisfecho su odio y su deseo de identificación con él, no habíasatisfacción plena de deseos, ya que no se cumplía el deseoprimitivo de ocupar el lugar del padre. Había luchas posterioresentre ellos por ocupar ese lugar, por lo que no se llegaría a laorganización de la sociedad. Aquí nació el remordimiento y elsentimiento de culpabilidad, imponiéndose sentimientos cariñosos,antes dominados por los hostiles..    Enpsicoanálisis concebimos el aparato psíquico en torno a tresinstancias: el yo, el ello y el super-yo. Estas tendencias agresivasse introyectan en el sujeto dirigidas hacia su propio yo, y seincorporan en calidad de super-yo. El super-yo asume la función deconciencia moral,y está destinado a vigilar los actos y lasintenciones del yo, juzgándolos y ejerciendo una cautividad. Elello, entra en el orden de las pulsiones, instintos y deseos. Ya enel Malestar de la Cultura, Sigmund Freud expone que la cultura dominaesa peligrosa inclinación instintual del individuo, debilitando aéste, desarmándolo y haciéndolo vigilar por la instancia delsuper-yo, como los militares en una ciudad conquistada.   ¿Hayuna facultad original que discierna el bien del mal? Contemplamosque, muchas veces, lo malo, ni siquiera es nocivo o peligroso para elyo, sino por el contrario es algo que éste desea y que le procuraplacer, por lo que rechazamos esta premisa. Ha de haber unainfluencia ajena y externa destinada a establecer lo que esconsiderado como bueno o como malo: hablamos de la pérdida de amor.   Enun principio, cuando la moral aún no está instaurada, en la primeraépoca infantil, vemos cómo disciernen el bien y el mal en base aesa pérdida de amor. No importa entonces si realmente hayahecho algo mal o no o si sólo se proponía hacerlo, en ambos casosaparecerá el peligro cuando la autoridad lo haya descubierto. Cuandoel hombre pierde el amor del prójimo, de quien depende, pierde suprotección frente a muchos peligros y ante todo se expone al riesgoque le demuestre su superioridad en forma de castigo. En algunosadultos no llega a modificarse, pues siempre que estén seguros deque la autoridad no los descubrirá o nada podrá hacerles, sepermiten regularmente hacer cualquier mal que les ofrezca ventajas,de modo que su temor se refiere exclusivamente a la posibilidad deser descubiertos.    Esa partir de la internalización de la autoridad al establecerse elsuper-yo, a lo largo de la evolución del niño y por medio de laeducación, que se habla de conciencia moral. Deja de actuar el temora ser descubierto y la diferencia entre hacer y querer el mal, puesnada puede ocultarse ya ante el super-yo, ni siquiera lospensamientos. Aquí surge un sentimiento de culpabilidadinconsciente, derivado de la persistencia de los deseos,pues aunquese renuncie a los instintos, el deseo perdura. Hay una consecuentenecesidad de castigo. Observamos en psicoanálisis cómo a veces unapersona propicia una desgracia tras o otra, accidentes, inclusodeterminadas enfermedades...derivadas por ese sentimiento de culpa,es decir, también surge una necesidad de castigo. Sigmund Freud yaseñaló la existencia de delincuentes por sentimiento deculpabilidad, donde la función paterna, por así decirlo, la ley, ensu ausencia (padre demasiado blando o condescendiente), facilita laformación de un super-yo demasiado severo, que hace que se dirijaesa agresión hacia el yo, realizando actos delictivos para labúsqueda del castigo y así aliviar el sentimiento de culpabilidad.    Elsuper-yo tortura al pecaminoso yo con las mismas sensaciones deangustia y está al acecho de oportunidades para hacerlo castigar porel mundo exterior (el destino es una sustitución del padre) Secomporta tanto más severa y más desconfiadamente cuanto másvirtuoso es el hombre, teniendo en cuenta las tentaciones desatisfacer sus instintos a que están expuestos en grado particular,pues, como se sabe, la tentación no hace sino aumentar en intensidadbajo las constantes privaciones (de ahí la penitencia tan severa enalgunas religiones).   Cuandola “suerte” sonríe al hombre, la conciencia moral concedegrandes libertades al yo, pero cuando la desgracia le golpea, haceexamen de conciencia, reconoce sus pecados, eleva las exigencias dela moral, se impone privaciones y se castiga con penitencias. Pueblosenteros se han conducido y se siguen conduciendo de igual forma,remontándose en base a la fase infantil primitiva de la conciencia,que nunca se abandona (ejemplo el pueblo hebreo cuando fue exiliado).  Vemoscómo ha influido esa primitivísima ambivalencia a lo largo de lahistoria de la humanidad, pues los hijos, aunque amaban al padretambién lo odiaban, y una vez satisfecho el odio mediante laagresión, el amor volvió a surgir en el remordimiento consecutivoal hecho, erigiendo el yo por identificación con el padre, dotándolodel poderío de éste, como si con ello quisiera castigar la agresiónque se le hiciera sufrir y estableciendo finalmente las restriccionesdestinadas a prevenir la repetición del crimen. Y como la tendenciaagresiva contra el padre volvió a agitarse en cada generaciónsucesiva, también se mantuvo el sentimiento de culpabilidad,fortaleciéndose de nuevo con cada una de las agresiones contenidas ytransferidas así al super-yo. Este conflicto se exacerba en cuantoal hombre se le impone la tarea de vivir en comunidad. El conflictopersiste en formas que dependen del pasado, reforzando y exaltandoaún más el sentimiento de culpabilidad.    Lacultura obedece a una pulsión erótica que le obliga a unir a loshombres en una masa íntimamente amalgama, y sólo puede alcanzareste objetivo mediante la constante y progresiva acentuación delsentimiento de culpabilidad, porque limita los instintos. El procesoque comenzó con el padre, concluye en relación con la masa. Elsuperyo cultural ha elaborado sus ideales y erigido sus normas. Entreéstas, las que se refieren a las relaciones de los seres humanosentre sí están comprendidas en el concepto de ética. El problemaconsiste en eliminar el mayor obstáculo con que tropieza la cultura,es decir, la tendencia constitucional de los hombres a agredirsemutuamente y no es sino a través del amor, el sentimiento que noshumaniza y nos hace entrar en la civilización. En palabras de Sigmund Freud: "Si no quisiéramos ser tan buenos, seríamos mejores".                                                                                      LauraLópez, psicóloga-psicoanalista

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