El Sevilla logra su tercera Europa League en ocho años
El Sevilla conquistó su tercera Europa League tras vencer al Benfica en la tanda de penaltis (4-2) gracias a las dos paradas de Beto, vital en el tramo decisivo del encuentro, y al irreductible esfuerzo de los nervionenses, que alargaron la maldición de Bela Guttmann ante un equipo cuya mala fortuna comienza a ser excesiva.
El Benfica, que no ha perdido en toda la Europa League, acumula un infausto recuerdo de la segunda competición continental. Dos finales consecutivas y ningún título. El Sevilla, por su parte, ha jugado tres y las ha ganado todas. La de Turín se suma a las de Eindhoven (2006) y Glasgow (2007) y entran ya en la historia sevillista.
El partido fue una balanza completamente equilibrada, algunas veces mejor para los andaluces --y otras-- para los portugueses, pero en ningún caso decisiva como para merecer el triunfo sin tener que sudar la gota gorda. Adriano, Palop, Poulsen, Escudé, Maresca, aquella sensacional generación de hace siete años ya tienen sustituto...
El estado de ánimo del Sevilla variaba en función de la fortaleza de su defensa, impecable durante todo el choque, y del talento acumulado en los metros finales. El buen paladar de Rakitic --el jugador del momento-- y la calidad de Reyes generaron las primeras ocasiones del cuadro nervionense. El de Utrera, de hecho, fue una amenaza constante para el Benfica en sus asociaciones con Bacca.
La experiencia de Reyes, el jugador con más finales europeas que pisó el césped de Turín, le dio un plus al Sevilla. Su zurda habilitó a Bacca, al borde del descanso --en una acción que protestó como penalti-- y mareó a los zagueros del Benfica. El equipo portugués se desperezaba según avanzaban los minutos gracias al picante que soltaba Lima.
Poco hizo el cuadro de Jorge Jesús en el acto inicial, aunque Garay estuvo cerca de dar un susto a los sevillistas, al igual que Maxi Pereira, que erró la más clara a escasos metros de Beto. El luso del Sevilla metió una mano fundamental para llegar al descanso sin cambios en el marcador. Un resultado que volvía a traer a la memoria al mítico Bela Guttmann.
La maldición del técnico húngaro, fallecido en 1981, sigue vigente tras ocho finales --todas ellas perdidas desde 1963-- desde que Guttmann asegurase al club lisboeta que no ganaría ningún título europeo sin él tras su marcha en 1962. Hoy, en Turín, el Sevilla se acordó más que nunca del ex entrenador del Benfica.
La segunda mitad sirvió para mejorar la imagen del Benfica, actual subcampeón de la competición, tras una batería de ocasiones que comenzó con un disparo que salvó Pareja bajo palos. Eran los peores momentos de un Sevilla, que tuvo que aguantar el chaparrón cuando Fazio sacó el bisturí para tapar un claro lanzamiento de Nico Gaitán.
SIN GOLES Y... PENALTIS
Entre tanto aparecía Reyes, con un disparo desde la frontal más violento que preciso, al igual que Coke, que no encontró la portería cuando todavía restaba media hora para el final. El reloj se consumía y la imaginación desaparecía de forma proporcional. Nadie, salvo Rakitic, ponía luz en la oscuridad y el partido entraba en su fase menos agradable para el espectador.
Sin embargo, el Benfica encontró sus mejores ocasiones cuando apenas quedaba margen de reacción para los de Emery. Lima probó fortuna con un disparo desde la frontal, pero nada modificó el empate sin goles y el título se decidió desde los 11 metros. Los cuatro lanzadores (Bacca, Mbia, Coke y Gameiro) tiraron de forma impecable y cerraron un título que, como no podía ser de otra forma, está dedicado a tí: Antonio Puerta.