EL SEXO, EL PODER Y EL DISCURSO DE GÉNERO. LA TRIADA DE UN DEBATE FEMINISTA Y SUBVERSIVO
Claritza Figueredo López
Habitamos en un mundo donde el sexo es capaz de atravesar las sábanas y situarse en medio de una lógica de poder que representa los principales rasgos de preeminencia del ethos socioculturalmente asociado a la masculinidad. El uso del lenguaje inclusivo ha significado en nuestra experiencia de vida, el enfrentamiento con una racionalidad ajustada a una ideología y al discurso que la legitima. Con mucha asertividad, Foucault reconoció en el discurso, la moneda de cambio del poder.
Es común escuchar voces falocéntricas repetir una y otra vez, que las mujeres han ganado espacios en la vida pública, sobre todo en la política. Ahora, cuando se trata de tocar fibras más sensibles como la despenalización del aborto, el derecho a decidir sobre el propio cuerpo, la sexodiversidad, el matrimonio igualitario, las familias homoparentales o las relaciones entre los géneros, es común discurrir sobre realidades intersubjetivamente vividas y racionalizadas que no dan espacios para reflexiones sobre la experiencia de ser hombre, mujer, cisgénero o transgénero. Aparece la religión, el dogma, Dios y la idea del pecado que nos marcará más allá de la muerte, cuando reconocemos el derecho a sentir en el propio cuerpo, un impulso sexual más allá de lo culturalmente normativo.
Así, asociado al dogma, igual que en la sexualidad, es legitimada una práctica del discurso legitimador de la dominación con base en una subjetividad asociada a lo masculino como universal y legítimo, al punto de atrapar la semántica y posesionarse del lenguaje. Tanto así que, algunas mujeres interpretan como desacierto lingüístico el uso del lenguaje de género asociado a lo femenino y prefieren expresarse con términos derivados de lo masculino. Nos preguntamos, ¿Por qué al emplear en nuestro idioma la palabra, nosotros, debemos las mujeres sentirnos incluidas y por qué los hombres no se sienten incluidos en la palabra, nosotras? Sencillamente porque el lenguaje no es neutral, tiene toda una carga axiológica y cultural que lo legitima.
Hablar del género en el lenguaje desde la razón reproductora de las relaciones de poder significa, desde la visión feminista, explorar los signos que conforman el discurso legitimador de dominación de lo masculino, expandir el horizonte epistémico y develar la racionalidad biológica que ha definido culturalmente las diferencias entre los sexos. Esta racionalidad ha construido un andamiaje de visiones que irrumpe incluso en las relaciones erótico-afectivas, nacer con un sexo no determina la orientación sexual, entonces, el discurso heteronormativo de masculinidad se desvanece ante la realidad.
Lo que sí está claro es la expresión subversiva del lenguaje de género en el debate teórico y político. Esto ha permitido identificar los códigos de una discusión sobre las relaciones de poder, el sexo y la necesidad de permear las estructuras de un lenguaje masculinizado. El lenguaje no es imparcial, es una representación mental que pensada y expresada en masculino, invisibiliza y perpetúa los prejuicios sociales.