Edición:Sexto Piso, 2016 (trad. Inga Pellisa)Páginas:296ISBN:9788416358960Precio:22,00 €
Lo único que tienes que recordar, hijo mío, es que hay que contarles una historia. Todo consiste en contar historias. Hazlo bien, incluye bastantes detalles, y te creerán.*La escritora y dramaturga inglesa Nell Leyshon se dio a conocer en España en 2013 con su novela Del color de la leche, que obtuvo el premio al Libro del Año del Gremio de Libreros de Madrid y se convirtió en la publicación más vendida de Sexto Piso hasta la fecha. En dicha obra, Leyshon se pone en la piel de una joven campesina del siglo XIX que acaba de aprender a escribir y cuenta las tensiones a las que se ha visto sometida. La recreación de una voz silenciada por la historia, junto con su estilo vigoroso y preciso, convenció a buena parte de los lectores, aunque algunos consideramos que adolecía de un excesivo dramatismo en el desenlace. Muchos de los aciertos y errores de esa novela se repiten en su nuevo trabajo, El show de Gary (2015; Sexto Piso, 2016). Leyshon ha cambiado la campiña decimonónica por la Londres urbanita del último cuarto del siglo XX, y la chica no-tan-ingenua por un carterista de carrera, pero, pese a las apariencias, no conforman universos literarios alejados.Leyshon vuelve a meterse en la mente de un personaje marginal: Gary, un hombre criado en los bajos fondos, hijo de una madre alcohólica y un padre que le enseñó a robar cuando aún no había cumplido los diez años. Desde pequeño manifiesta una poderosa intuición para sustraer billetes sin que sus dueños se den cuenta, y con el paso del tiempo esa tendencia va a más. Gary tiene el perfil típico del delincuente de familia desestructurada: se suceden los robos, las estancias en la cárcel, las peleas de boxeo y los problemas con las drogas. En el lado personal, se define por la inestabilidad y la incapacidad para expresar sus afectos. Su perfil recuerda un poco al de Theo y Boris, los protagonistas de El jilguero(2013; Lumen, 2014), de Donna Tartt. No obstante, hay un dato más que sabemos de Gary: se ha redimido, ha dejado atrás ese tipo de vida. Como en Del color de la leche, la narración comienza cuando la acción ya ha concluido: nos habla Gary en presente, un Gary formal, trabajador y con un hijo. El interés será, pues, descubrir cómo ha logrado reinventarse. O, en otras palabras, conocer su historia.Gary, como la muchacha de Del color de la leche, es un narrador fascinante. Casi podría llamarlo «orador», porque su discurso está concebido como un monólogo teatral en el que el actor combina el relato de sus peripecias con oportunas intervenciones en las que se dirige al público para asegurarse su atención. De hecho, a pesar de que el título original se traduciría como Memorias de un carterista, la opción elegida por Sexto Piso también da en el clavo, ya que Gary es un auténtico showman, un hombre avispado, pícaro y genial, en todos los sentidos de esta palabra. Ahí está el mejor valor de Leyshon: una voz personal, persuasiva, que produce empatía por un personaje políticamente incorrecto. Y no solo empatía: Gary cae bien, Gary seduce. En su lenguaje abunda el argot del hampa, las expresiones coloquiales en general y los personajes designados solo por un apodo (el Panocha, el Flaco, el Enano) —la traductora, Inga Pellisa, ha hecho un gran trabajo—. El propio narrador reflexiona sobre el arte de contar historias, que asimismo es el arte de mentir: una habilidad que le ha facilitado las fechorías y que ahora pone en práctica aquí, con un discurso fluido, directo y vivaz. Además, de la misma manera que borda la primera persona, Leyshon escribe diálogos espléndidos.Más allá del propio Gary, a lo largo de la novela se percibe un tema latente: la cuestión de la línea paterna. Desde los primeros capítulos se nos muestra que Gary es clavado a su padre, en el físico, la personalidad y la forma de ganarse el pan. El padre es quien lo introduce en la delincuencia, si bien el niño ya apuntaba maneras. El Gary actual, a su vez, tiene un hijo, al que quiere dar una existencia tranquila. En este sentido, es un personaje digno de analizar desde el psicoanálisis de Sigmund Freud y Jacques Lacan: por una parte, repite el patrón de comportamiento de su padre, pero lo hace de forma involuntaria, porque de hecho tiene una relación difícil con él. Comete los errores que él rechazaba en el padre, una y otra vez, como si no lo pudiera evitar (reflexiona: «Vertemos esperma, engendramos mocosos, y luego nos piramos. Yo no voy a hacer eso. La sangre compartida se vuelve pegajosa, te detiene», p. 178). Al menos, sucede así hasta que se reinventa. ¿Hasta qué punto influye la genética, hasta qué punto la cultura? El show de Gary invita a preguntarnos si la vida, en particular la vida en los márgenes, ya está escrita desde el nacimiento o existe la posibilidad de darle la vuelta. A todo esto, Gary tiene un hermano que siempre ha sido formal (no ha salido al padre, claro).
Nell Leyshon