No lo puedo evitar. Desde hace días, cada vez que me viene a la cabeza el escándalo de las grabaciones de Antonio García Ferreras con el excomisario Villarejo -en las que reconoce que se hizo eco de una información falsa de Eduardo Inda sobre Pablo Iglesias a sabiendas de que era algo "burdo"- me viene a la cabeza este sketch viral que José Mota grabó en el 2017 cachondeándose del periodismo-espectáculo que practican algunas estrellas millonarias de la televisión nacional. Lo vi hace unos días en Twitter y no me lo saco de la cabeza porque clava las formas y el fondo de un estilo histérico de ejercer el periodismo que nos saca los colores a los que honradamente nos dejamos a diario los codos en las redacciones. Pasen, vean y ríanse:
Me sucede lo mismo que con Aznar y aquellos maravillosos guiñoles de Canal+. Cada vez que habla el personaje real me acuerdo del personaje de ficción, me parto por dentro y ya no sé distinguirlos. Lejos del humor patrio, el etiquetado como #FerrerasGate ha hecho saltar todas las alarmas en el grupo Atresmedia y ha sacado los colores al "oficio más bonito del mundo" que siempre defendió Gabriel García Márquez. Desde hace días no vemos al showman Ferreras en acción en su programa Al rojo vivo y se ha abierto un debate sobre qué es periodismo y qué es perrodismo. Rigor frente a share. Información contrastada frente a basura inventada. El todo vale que te acaba devorando. Pablo Iglesias no es santo de mi devoción, pero en la siguiente intervención en TVE hace unos días le doy toda la razón, porque la tiene. Periodismo es buscar la verdad, no amañarla, y mucho menos fabricarla:
Creo que Ferreras está acabado a nivel profesional porque ha caído muy bajo y ha jugado sucio. Con su credibilidad por los suelos, encima nos toma al resto por idiotas con sus absurdas justificaciones sobre esos infumables audios en los que coleguea con la garganta profunda del periodismo español. Todo es de una gravedad extrema. Cuanto más tarde Ferreras en dejar la pequeña pantalla más daño le hará a La Sexta y al grupo Atresmedia. Afortunadamente, el buen periodismo acaba sacando a la luz las miserias del mal periodismo poniendo a cada uno en su sitio. Entre las múltiples reacciones de absoluto rechazo dentro de la profesión -en medio de demasiados silencios cómplices- me quedo con esta reflexión de Angels Barceló porque da en todas las dianas sobre cuál es nuestro papel en la sociedad, cuáles son los límites y por qué debemos tener un mínimo de honestidad y coherencia: