“El sí de las niñas” es una comedia en tres actos, como bien reza en muchas de las publicaciones que de la misma se han hecho. La escribió Leandro Fernández de Moratín con el afán de mostrar lo inadecuado de los matrimonios de conveniencia. Las jóvenes deben poder casarse con quien ellas deseen, y no verse forzadas a celebrar nupcias con quién sus padres elijan, por aquello de la dote. Desde que el suenan campanas socialistas anunciando reformas y contrarreformas modificando el código penal para incluir el consentimiento expreso para no considerar una relación sexual violación, no me quito el título de la cabeza. Todo en está comedia encaja hoy como un guante.
Que sólo se otorgue a uno de los implicados el derecho al uso de ese consentimiento es claramente una discriminación por razón de sexo, si la relación es heterosexual, y por lo tanto inconstitucional. Como es su costumbre, los que estaban celebrando el Orgullo tan solo hace unos días, olvidan de repente los problemas que se presentan en las parejas distintas a las tradicionales. En cualquier caso, la Ley de Violencia de Género, sigue los mismos parámetros inconstitucionales y eso a nadie parece importar. Como tampoco importa que no sirva para nada más que para regar de fondos a organizaciones empesebradas que lejos de querer solucionar ningún problema, han hecho de la subvención un lucrativo medio de vida.
Que se planteen problemas operativos, es casi es lo de menos. Si nos hemos acostumbrado y usamos el preservativo, quizá seamos capaces de tener un block en la mesita de noche o en la cartera. Seguro que una buena aplicación de móvil nos sacaría del apuro. De nuevo el mercado al rescate de los descerebrados que nos gobiernan.
Lo que me plantea serios dolores de cabeza y náuseas es la idea de fondo que subyace de estos planteamientos: un conjunto de ciudadanos por el mero hecho de cumplir una condición, en este caso ser hombre, son presuntos culpables de un delito, en este caso la violación. Por lo tanto, estos presuntos culpables son los que han de mantener en todo momento y lugar su inocencia bien documentada, si no, que vamos a pensar el resto. Cambien hombres por homosexuales o por albinos o por judíos y todos encontraremos regímenes totalitarios que castigaban a los miembros de un grupo por el mero hecho de pertenecer a él, aunque no pudieran evitarlo. La presunción de inocencia es un pilar básico de cualquier civilización libre. Básico e inexcusable. Ineludible. Sin presunción de inocencia no puede haber Libertad. De otra forma, cualquiera con la suficiente influencia o poder puede determinar que alguien es culpable y llevarle a dar el paseíllo en virtud de la presunta culpabilidad. Toca al denunciante demostrarla.
Igual que desde el 2004, cuando se publicó la Ley de Violencia de Género, no se ha avanzado nada y hemos gastado mucho, planteamientos liberticidas como este solo traen como consecuencia un aumento del gasto y de la burocracia que difumina judicialmente a las verdaderas víctimas, creando recelos y enfrentamiento en la sociedad y acabando en el desamparo de todos los ciudadanos frente a las instituciones. Eso sí, las redes sociales y las televisiones tienen asegurado el flujo constante de tonterías.
Publicada en HeraldPost.es