Testimonio personal
Gumercindo el Kalimba fue durante dos décadas un sicario temido en todo México. Pero en la cárcel dio un giro radical. Conoció el evangelio, cambió su vida y hoy sirve como pastor evangélico.
“El Señor cambió mi vida, la transformó, la restauró y me sacó de la prisión para llevar su Evangelio, para llevar la Buena Nueva a aquellos hombres que creen que no hay esperanza... Déjenme decirles que sí hay esperanza, se llama Jesús de Nazaret. Él es el camino, la verdad y la vida”. Son las palabras de Gumercindo Domínguez Ayona, un hombre “nuevo” tras su paso por la cárcel. Nadie imaginaba que el que fuera conocido como el Kalimba , un peligroso sicario que operaba en el sur de México, ahora dedique su vida a Dios celebrando reuniones en un garaje donde predica y comparte su testimonio.
El Kalimba tenía fama de esquivar a la policía como nadie. Todos conocían su historial de crímenes, pero nadie era capaz -o no se atrevía – a capturarlo. Fue así hasta el año 2003, cuando fue detenido por posesión de armas y entró en la cárcel para pasar allí dos años y medio. Lo que nadie imaginaba era que este acapulqueño, tras salir de prisión luego de ser detenido 162 veces, se habría arrepentido y optado por tener en su mano en vez de una pistola una Biblia.
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