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El Siglo de oro de la poesía taurina
Publicado el 14 diciembre 2018 por Santosdominguez @LecturaLectoresEl Siglo de oro de la poesía taurina. Antología de la poesía española del siglo XX. Introducción, recopilación y notas de Salvador Arias Nieto.Selección de Conchita Santamaría Guillén, Carmen Postigo San Emeterio y Enrique Torre Bolado. Colección Tauromaquia del Aula de Cultura La Venencia.Santander, 2009. Adenda 2018 prologada por Alfonso Ussía.Santander, 2018.
Has abierto las puertas de la Muerte toreandoen el vértice del miedo. Y detrás de las puertashabía luz, la deslumbrante luz de la pureza.Entrabas y salías de la muerte como el buzo entra y saledel abismo, sumergido en campanas de silencio,en solares silencios espectrales donde el aire vacío
se completa con el lance y el trance tan reunidos quesuspenden la razón y la despeñan al borde mismodel espanto. Nos hemos vuelto locos: las ménades
se arrancan los vestidos y se arañan los rostros suplicantes,los guerreros golpean los escudos y el toro es unenigma reventado, una fuerza bestial hipnotizada porla suave quietud de los telares. Gira y gira la plazacomo un astro, vibrante catedral de una liturgia cósmicaque a la danza del héroe se ha rendido, funesta y primitiva.
Ese poema de José María Jurado, ofrecido a José Tomás, es uno de los casi setecientos textos, en su mayoría poéticos, aunque hay también algunas muestras narrativas, que se recogen en la antología El Siglo de Oro de la poesía taurina, cuya Adenda 2018 acaba de publicarse con un prólogo de Alfonso Ussía.
Preparada por Salvador Arias Nieto, autor de la introducción, de la recopilación y de las abundantes notas a los textos, El Siglo de Oro de la poesía taurina recoge en sus casi mil quinientas páginas una enorme diversidad de nombres -cerca de quinientos autores-, de tonos y miradas, de lenguajes y estilos para componer un panorama amplísimo de la poesía de temática taurina, en la que debería ser lo más importante lo sustantivo -la poesía- que lo adjetivo.
Siguiendo la tradición de antologías de tema taurino como las de José María de Cossío, Rafael Montesinos, José Manuel Regalado o la reciente La geometría y el ensueño de Carlos Marzal, Salvador Arias propone un recorrido que rastrea la presencia del tema taurino en la poesía española desde Carolina Coronado o Pereda hasta poetas actuales como Luis Bagué Quílez o Antonio Lucas, pasando por el 98, el novecentismo y el 27, por Miguel Hernández y la primera posguerra, por el grupo del medio siglo o los novísimos Pere Gimferrer, Leopoldo María Panero o Luis Alberto de Cuenca.
Varios índices -alfabético, cronológico, topográfico, temático- permiten una consulta rápida de los nombres, tiempos y lugares desde los que se ha hecho presente el tema taurino a través de distintas generaciones literarias y de muy diversos registros estilísticos y métricos: desde un tanka de Ángel Campos a los abundantes sonetos y romances que han visitado esa temática, además del verso libre de Carlos Bousoño, los endecasílabos blancos de Antonio Carvajal y Luis Alberto de Cuenca, una décima de Jorge de Arco, el madrigal de Pere Gimferrer o los aforismos de Lorenzo Oliván.
Aunque hay muestras narrativas de Gómez de la Serna o Ignacio Aldecoa y fragmentos de un ensayo como Gárgoris y Habidis, de Sánchez Dragó, el corpus fundamental de esta antología reside en la poesía.
Por eso, a través de estas páginas se puede hacer un recorrido por la poesía española contemporánea, con paradas en textos como Toreros andaluces, de Antonio Hernández (Confluir desde el Sur, hasta lo que es su centro / de aceptación y angustia, con percales / y espadas, es como una belleza / y tal la rebeldía. / Ellos, que estaban hechos para / domadores del trigo y de la sémola, / vieron, tras de la cerca, la huida / del hambre / y de la sumisión. Y la moraron. / Ahora, bajo la tarde encendida, / asumen su escozor / porque es memoria la desesperanza.) o Entre la magia y la sabiduría, que Claudio Rodríguez dedicó a Antoñete: Es esta sinfonía / del capote, que suena, / ¿a qué? He aquí el misterio. / Todo, la tela, el aire / de la distancia, toda la embestida, / agresiva y solemne, / y cuando llega el temple llega, ya es un canto /.../ La lejanía, la proximidad, / helas aquí. Él bien sabe / la religiosidad del humo y de la sangre: / lo más vivo. Y le llega / una revelación oscura, por la izquierda / o bien por la derecha, y está el cuerpo / ofrecido, total, aquí en su pecho, en poderío y mármol, / entre la magia y la sabiduría.”
Y así hasta hoy, hasta un texto como Mare Nostrum que estás en la tierra, de Raquel Lanseros, “inspirado en la fascinación que me causa la figura del toro, animal de enorme potencial simbólico en todas las culturas del Mediterráneo, histórico centro geográfico al que me siento emocional y culturalmente muy vinculada”, que termina con estos versos:
En tierra antigua habito, soy hijo de la Historia.
Extiendo mi linaje de Faro hasta Heraklion.
Como el sol, yo me escondo en cada ocaso rojo,
germino en el aceite, me gesto en el buen vino.
La sangre que esta tarde me bañará en la plaza
es la sangre de Ulises, de Viriato, de Aníbal,
elixir de valor,
ceremonia del fuego.
He nacido en España. Toro bravo me llaman.
Espejo de casta que ambicionáis tener.
No me pidáis respuestas.
Yo soy una pregunta.
¿Cuánta muerte hace falta para invocar la vida?
Santos Domínguez