Tengo muchos recuerdos de mi viejo. El más vivo es algo paradójico por que es una mezcla de ausencia de palabras con otras balbuceadas casi siempre calcadas y que mucho tiempo después entendí o descubrí que aquel pequeño silencio o inmeso tal vez en realidad tenía un significado liberador. Ya adolescente, caótico, rebelde, imposible por lo arrogante autosuficiente, le contaba mis planes, mis ideas, las cosas que quería hacer, sueños alborotados y el sólo me miraba, tal vez aterrado, y sólo atinaba a dejar que el aire llenara ese breve espacio de tiempo y cuando atinaba a decirme algo, verbalizaba un reiterativo y tal vez resignado ... y..... bueno, si te gusta, espero que lo disfrutes. Uno de esos sueños alborotados de imposibles por las hormonas adolescentes era conocer el mundo.
El significado de aquel silencio paternal -o lo que es más cómodo o lindo de interpretar hoy-, lo descubrí mucho tiempo después mirando la película En busca de la felicidad y sobre todo en esta escena.
Hoy, en medio de un proyecto, alguién de forma sutil y no literal me dijo sin decir que algo no se podía hacer. Sin muchas explicaciones. Tampoco me detuve mucho tiempo a pensar si tenía o no razón sólo me dije por qué no? y me enfoque más en la idea. Y después de un rato, me acorde de mi viejo y mis sueños imposibles: él nunca me había dicho, no lo podés hacer. Hoy con sueños imposibles nuevos pero aquel asumido como cumplido, al menos en gran parte, me di cuenta de que me mande una cagada bien grande: no le había dicho gracias, viejo y hoy ya hace rato que no está.