Fuente:
https://www.academia.edu/36214733/THE_EVOLUTIONARY_SIGNIFICANCE_OF_SPIRITUAL_DEVELOPMENT
La adaptabilidad tiene una importancia fundamental en el proceso evolutivo. Gracias a la adaptación, los organismos pueden sobrevivir en entornos cambiantes, adaptarse mejor a su entorno actual o expandirse a entornos nuevos. En general, cabe esperar que los organismos más adaptables tengan más éxito en términos evolutivos. Una mejora importante de la capacidad de adaptación es un gran avance evolutivo.
El ser humano es el organismo más adaptable del planeta. Utilizamos nuestra ciencia y tecnología, que mejoran rápidamente, para sobrevivir y satisfacer nuestros objetivos adaptativos en una amplia gama de entornos. Sea cual sea el problema adaptativo que nos planteemos, generalmente encontramos una solución. Hemos demostrado ser mucho más adaptables que los organismos que evolucionan por vía genética. La evolución genética tardó millones de años en descubrir cómo producir reptiles que vuelan, mientras que los humanos desarrollaron la tecnología para lograrlo en unos pocos miles de años. Las enormes mejoras adaptativas observadas en las capacidades humanas durante los últimos siglos son significativamente superiores a las que podría lograr la evolución genética a lo largo de cientos de millones de años.
Sean cuales sean nuestros deseos y necesidades, somos muy eficaces a la hora de encontrar formas de manipular nuestro entorno para conseguirlos. Pero somos muy malos para conseguir cosas que no queremos. No utilizamos nuestra creatividad para encontrar mejores formas de conseguir cosas que no nos motivan. En términos evolutivos, ésta resulta ser la limitación central de la adaptabilidad humana.
Normalmente, no lo vemos como una limitación. No nos impide hacer nada de lo que queremos hacer. No nos impide llevar una vida feliz y plena. No nos sentimos limitados porque no queramos hacer lo que no nos apetece. Si evaluamos nuestra capacidad de adaptación preguntándonos si nos permite satisfacer nuestras necesidades y deseos, seguimos considerándonos muy adaptables.
Pero si medimos nuestra capacidad de adaptación en términos evolutivos, llegamos a una conclusión muy distinta. ¿Y si nuestro éxito evolutivo continuado exige que nos adaptemos de forma que entre en conflicto con la satisfacción de nuestras necesidades y deseos actuales? ¿Y si nuestras motivaciones y necesidades actuales no producen los comportamientos que son mejores en términos evolutivos? Este tipo de conflictos entre nuestras necesidades y las necesidades de la evolución parece muy probable que surjan en nuestro futuro evolutivo. Es improbable que las necesidades y deseos implantados en nosotros por nuestro pasado evolutivo produzcan el comportamiento que también es óptimo para nuestro futuro. Esto significa que nuestra capacidad de adaptación es muy limitada en términos evolutivos.
Existe una enorme variedad de comportamientos, estilos de vida y tecnologías que no desearíamos dadas nuestras necesidades y motivaciones actuales. Pero podrían ser de vital importancia para alcanzar el éxito evolutivo en el futuro. Tenemos un gran punto ciego evolutivo. No estamos motivados para explorar una inmensa variedad de posibilidades adaptativas, por muy útiles que sean en términos evolutivos. Hasta que no superemos esta limitación, seguiremos utilizando la ingeniería genética, la inteligencia artificial y otros avances tecnológicos para satisfacer nuestras necesidades y condicionamientos evolutivos pasados, en lugar de para alcanzar el éxito evolutivo futuro.
Si queremos tener éxito en términos evolutivos en el futuro, tendremos que superar esta limitación adaptativa. Tendremos que ser capaces de hacer lo que sea necesario para tener éxito en el futuro. La humanidad tendrá que liberarse de las necesidades y deseos instalados en nosotros por nuestro pasado biológico y cultural. Para ello, tendremos que desarrollarnos en formas que tradicionalmente se han clasificado como espirituales. La humanidad tendrá que adoptar ampliamente las prácticas actualmente asociadas al desarrollo espiritual si queremos seguir teniendo éxito en términos evolutivos.
Para comprender mejor cómo tendrá que cambiar la adaptabilidad humana en el futuro, es útil ver cómo ha mejorado la adaptabilidad durante la evolución pasada de la vida en la Tierra. Esto nos permitirá situar el nivel actual de adaptabilidad humana dentro de una larga secuencia de mejoras evolutivas. Veremos cómo nuestro nivel actual supera las capacidades anteriores, pero cómo también es limitado. Esto ayudará a identificar las nuevas capacidades que tendríamos que desarrollar si queremos superar estas limitaciones. Señalará las nuevas habilidades y capacidades psicológicas que necesitamos si queremos superar nuestras deficiencias actuales.
Hay una serie de mecanismos muy distintos que adaptan a los organismos de nuestro planeta1. Uno de los primeros en surgir fue la selección natural basada en los genes. Con este mecanismo, los organismos producen descendencia que difiere genéticamente entre sí y de sus progenitores. La diferencia genética puede producir un cambio en el organismo que la porta. Esta característica modificada podría a su vez hacer que el individuo tuviera más éxito y un mayor número de descendientes supervivientes. Si es así, la proporción de individuos portadores de la diferencia genética aumentará y ésta se extenderá por toda la población. La población estará mejor adaptada, al haber adquirido una característica mejorada. La selección natural basada en los genes descubre las adaptaciones probando los cambios entre la descendencia.
Pero la selección natural basada en los genes sólo opera a través de las generaciones. No adapta a los organismos individuales durante su vida. Es incapaz de descubrir nuevas adaptaciones probando cambios dentro del individuo mientras vive. Obviamente, un mecanismo adaptativo que pudiera hacerlo tendría una ventaja significativa en términos evolutivos. Podría descubrir e implementar continuamente adaptaciones mejoradas dentro de los individuos, mucho antes de que la evolución genética fuera capaz de hacerlo.
Irónicamente, los mecanismos adaptativos que operan en los organismos durante su vida fueron descubiertos y establecidos por la evolución genética. La evolución genética ha desarrollado los mecanismos adaptativos superiores que tienen el potencial de sustituirla, al menos en los humanos. Los primeros mecanismos adaptativos establecidos por la evolución genética buscaban una mejor adaptación probando cambios dentro del organismo, mediante ensayo y error. Pero, ¿cómo podían saber los sistemas del organismo si un cambio concreto había mejorado su adaptación? Éste era un reto clave para la evolución genética: había que dotar al organismo de algún modo de identificar los cambios internos que eran beneficiosos en términos evolutivos.
Este reto era más fácil en el caso de los cambios que producían alguna mejora inmediata en el funcionamiento del organismo. La eficacia de un cambio podía juzgarse en función de sus efectos inmediatos dentro del organismo. Por ejemplo, los cambios en la cantidad de oxígeno suministrado a un tejido podían evaluarse por su efecto en la tasa metabólica del tejido.
En cambio, no sería tan fácil evaluar los cambios que podrían producir ventajas evolutivas a largo plazo, sin efectos beneficiosos inmediatos para el organismo. Los comportamientos que conducen a la reproducción sexual constituyen un ejemplo claro. Estos comportamientos no tienen una recompensa inmediata para el organismo. No mejoran su funcionamiento, e incluso pueden impedirlo. ¿Cómo pudo la evolución adaptar a los organismos para que aplicaran los cambios de comportamiento que conducían al éxito reproductivo y rechazar los que no lo hacían?
La respuesta descubierta por la evolución genética consistió en dotar a los organismos de un sistema interno de recompensas. Este sistema recompensa internamente a los individuos cuando prueban comportamientos beneficiosos en términos evolutivos, y los castiga cuando hacen lo contrario. Experimentamos estas recompensas internas como diversos tipos de sentimientos atractivos, motivaciones y emociones. Los hábitos y patrones de comportamiento que adopta un organismo son los que se ven reforzados positivamente por su sistema interno de recompensas. Su comportamiento y estilo de vida están determinados por los objetivos establecidos por sus motivaciones y emociones.
Las recompensas y castigos internos actúan como indicadores del éxito evolutivo. La evolución genética sintoniza el sistema de motivaciones y emociones de modo que cuando un organismo persigue sus recompensas internas, actúa de un modo que conduce al éxito evolutivo. Las motivaciones y emociones de un organismo lo guían para descubrir y poner en práctica adaptaciones beneficiosas en términos evolutivos. Si las circunstancias cambian y un determinado comportamiento deja de ser óptimo desde el punto de vista evolutivo, la evolución genética modificará el sistema interno de recompensas para que ese comportamiento deje de ser reforzado. La evolución genética adapta el sistema interno de recompensas para que los objetivos del organismo sigan estando alineados con el éxito evolutivo.
Otros avances importantes en la evolución de los mecanismos adaptativos dentro de los organismos fueron el aprendizaje y la imitación. Una vez que un organismo descubre por ensayo y error que un cambio concreto es útil en determinadas circunstancias, el aprendizaje le permite poner en práctica ese cambio adaptativo cada vez que vuelven a darse esas circunstancias. Y la imitación permitía a un organismo adoptar un cambio adaptativo descubierto por otro individuo, sin tener que descubrirlo por sí mismo. Ambas mejoras redujeron la cantidad de ensayo-error que los organismos tenían que utilizar para adaptarse.
Pero el avance más significativo y trascendental en materia de adaptabilidad se produjo con el desarrollo de la capacidad de modelización mental2. Esta capacidad nos resulta muy familiar y está muy desarrollada en los seres humanos. Utilizamos el pensamiento y otras representaciones mentales para modelizar los efectos de nuestro comportamiento en el entorno. Así, en lugar de tener que probar acciones alternativas en la práctica, los humanos podemos utilizar modelos mentales para predecir sus efectos. Podemos probar posibles adaptaciones mentalmente. Esto reduce significativamente la necesidad del costoso ensayo y error en la búsqueda de un comportamiento adaptativo y nos permite tener en cuenta las consecuencias futuras (previstas) de nuestras acciones.
Nuestra capacidad para probar mentalmente comportamientos alternativos es la base de nuestra capacidad para planificar, imaginar alternativas, inventar y adaptar tecnología, construir estructuras como casas y carreteras, modificar radicalmente nuestro entorno externo para nuestros objetivos adaptativos, establecer objetivos a largo plazo, imaginar cómo podríamos cambiar el mundo, desarrollar planes estratégicos, diseñar proyectos y emprender actividades que sólo dan sus frutos en el futuro (como plantar cultivos y alimentar animales).
La adquisición del lenguaje supuso un avance de vital importancia en nuestra capacidad para construir modelos mentales. El lenguaje y las formas de comunicación asociadas permitieron a los humanos compartir los conocimientos utilizados para construir modelos. La comunicación permitió a todos los miembros de una sociedad adquirir y utilizar los conocimientos descubiertos por cualquier individuo. También permitió acumular conocimientos a lo largo de las generaciones. La acumulación progresiva de conocimientos ha permitido a los seres humanos modelizar una mayor variedad de interacciones con nuestro entorno y predecir las consecuencias de nuestras acciones a escalas más amplias de espacio y tiempo. Esto nos ha permitido descubrir formas más eficaces de alcanzar nuestros objetivos adaptativos y obtener un refuerzo positivo de nuestros sistemas internos de recompensa.
Nuestra capacidad para construir y manipular modelos también ha mejorado a medida que hemos aprendido a aumentar nuestras habilidades mentales con artefactos externos como lápiz y papel, libros, dispositivos de grabación, ordenadores y otras formas de inteligencia artificial. Cabe esperar que nuestra adaptabilidad mental seguirán mejorando a medida que la humanidad acumule más conocimientos sobre cómo responde el mundo exterior a nuestras intervenciones y se desarrolle la inteligencia artificial.
Todo el potencial evolutivo del modelado mental es evidente. Una vez que los organismos hayan acumulado suficientes conocimientos, su modelización será a menudo superior al sistema de recompensa interno a la hora de identificar las adaptaciones que son mejores en términos evolutivos. Los organismos ya no tendrían que guiarse hacia el éxito evolutivo únicamente por un sistema de motivaciones y emociones. En su lugar, los organismos podrían utilizar modelos mentales para identificar y poner en práctica las acciones que les permitirían sobrevivir y prosperar en el futuro.
Los modelos mentales tienen el potencial de ser muy superiores al sistema de recompensa interno establecido
por la evolución genética en el pasado evolutivo de los organismos. Las motivaciones y voliciones (morales
(morales o de otro tipo) que fueron favorecidas por la selección darwiniana en su pasado evolutivo es muy poco probable que sean óptimas para su supervivencia con éxito durante el próximo millón de años. Y a medida que las circunstancias cambien en el futuro, es probable que los valores y motivaciones óptimos cambien repetidamente.
Pero el modelado mental no es capaz de desarrollar su enorme potencial adaptativo cuando surge. Al principio, no tiene capacidad para asumir la adaptación del organismo. No ha acumulado el conocimiento y la información detallados necesarios para predecir las consecuencias futuras de una amplia gama de acciones alternativas. En consecuencia, la modelización será menos eficaz que los sistemas de motivación y recompensa preexistentes a la hora de descubrir las mejores adaptaciones.
Sin embargo, la modelización mental seguirá aportando ventajas inmediatas. Permite al organismo encontrar mejores formas de alcanzar sus recompensas y motivaciones internas. El organismo puede utilizar modelos mentales para identificar los comportamientos que lograrán resultados que produzcan estados internos deseables. Inicialmente, el modelado mental no establecerá ni cambiará los objetivos adaptativos del organismo, sino que comenzará como un servidor de los sistemas de motivación y recompensa preexistentes.
Es fácil situar a la humanidad dentro de esta secuencia evolutiva3. Los humanos aún no somos organismos que utilicen el modelado mental para adaptarse de la forma que sea necesaria para el éxito evolutivo futuro. Aún somos organismos que se pasan la vida persiguiendo aproximaciones al éxito evolutivo como fines en sí mismos. Utilizamos nuestro modelado mental para averiguar cómo alcanzar los objetivos fijados por nuestro sistema interno de recompensa y motivación, objetivos que nos han sido asignados por la selección natural y que han sido modificados hasta cierto punto por el condicionamiento durante nuestra educación. Utilizamos el enorme poder del modelado mental para ver cómo podemos actuar en el mundo para producir estados psicológicos deseables y evitar los desagradables. Para la mayoría, esto significa utilizar el modelado para buscar sexo, riqueza, popularidad, relaciones satisfactorias, estatus social, poder, sentimientos de singularidad, etc. Y nos pasamos la vida intentando evitarlos. Y nos pasamos la vida intentando evitar estados psicológicos indeseables como los asociados al estrés, la culpa, la depresión, la soledad, el hambre y la vergüenza.
Pero cuando nuestros intereses evolutivos chocan con estas motivaciones y respuestas emocionales, nuestros intereses evolutivos salen perdiendo. Aún no hemos desarrollado una capacidad integral para liberarnos de los dictados de nuestro pasado biológico y social. No podemos adaptar o modificar a voluntad nuestros gustos y aversiones, nuestras reacciones emocionales, nuestras motivaciones, lo que nos produce placer o desagrado, nuestros hábitos o nuestros rasgos de personalidad (por ejemplo, no podemos cambiar de extrovertidos a introvertidos a voluntad). Pocos de nosotros podemos "poner la otra mejilla" sin esfuerzo, incluso cuando vemos mentalmente que nos conviene hacerlo. Esto es así tanto si estas predisposiciones se heredan en gran medida como si son producto de la experiencia individual durante nuestra educación.
Como resultado, la adaptabilidad evolutiva de la humanidad está seriamente limitada. No utilizamos la inmensa capacidad de modelización mental para perseguir fines evolutivos. Existen adaptaciones que superiores en términos evolutivos, podemos ver que son superiores, pero no las ponemos en práctica. En cambio, nos pasamos la vida persiguiendo el refuerzo positivo de nuestro sistema interno de recompensas. Si la humanidad quiere aprovechar todo el potencial evolutivo del modelado mental, tendremos que liberarnos de nuestro pasado biológico y cultural.
¿Puede el ser humano desarrollar esa capacidad psicológica? ¿O nuestra capacidad de adaptación estará siempre limitada por las predisposiciones resultantes de nuestra historia evolutiva? ¿Sólo seremos capaces de adaptarnos en la dirección que nuestro sistema interno de recompensas recompense, independientemente de lo que sea mejor para nuestro futuro evolutivo? ¿O podemos desarrollar la capacidad de movernos en ángulo recto con nuestra historia y condicionamientos, y adaptarnos de cualquier forma que produzca un futuro éxito evolutivo?
La psicología científica moderna aún no ha desarrollado una comprensión de cómo podemos desarrollar una capacidad psicológica en este sentido. Hasta la fecha se ha concentrado en comprender cómo funciona actualmente nuestra psicología y cómo pueden corregirse las patologías. Tiene poco que decir sobre nuestro potencial de desarrollo psicológico futuro.
Sin embargo, los seres humanos han acumulado un extenso corpus de conocimientos y prácticas sobre cómo podemos desarrollar estas nuevas capacidades psicológicas. Este conocimiento está plasmado en sistemas religiosos y espirituales. Aunque algunos sistemas son más explícitos al respecto que otros, y algunos tienen otros objetivos para el desarrollo espiritual, los principales sistemas religiosos del mundo abogan todos por el desarrollo de la capacidad de liberarse de determinadas respuestas emocionales, deseos y motivaciones. Además, todos los sistemas contienen metodologías y prácticas que pueden ayudar al desarrollo de dicha capacidad.
A pesar de que los sistemas religiosos utilizan una terminología muy diferente para describir sus prácticas y creencias, es posible identificar un enfoque ampliamente común del desarrollo espiritual. La mayoría de las prácticas están dirigidas a promover la aparición de un nuevo yo que se sitúa fuera de los estados emocionales, los pensamientos y las sensaciones del individuo. Este nuevo yo observador no está ligado al flujo de pensamientos y sentimientos y los ve como objetos de atención. El individuo se experimenta a sí mismo como el nuevo yo observador, separado de sus pensamientos, sentimientos y sensaciones, y capaz de tratarlos como objetos que pueden manejarse y modificarse4. Lo que antes formaba parte del sujeto es un objeto en relación con el nuevo yo, y puede ser manejado y controlado por él5.
Esto contrasta con la experiencia del individuo antes de desarrollar un nuevo yo observador. Antes, la persona tendía a ser absorbida por las reacciones emocionales y los pensamientos y a identificarse con ellos, no era consciente de que estaba separada de ellos y no podía elegir fácilmente si dejarse influir por ellos. El individuo se experimentaba a sí mismo como sus motivaciones y pensamientos, y se definía a través de ellos y de los rasgos de personalidad y patrones de comportamiento que afianzaban.
El nuevo yo recibe una gran variedad de nombres en diversos sistemas religiosos y filosóficos. Algunos aspectos del nuevo yo se conocen como el testigo silencioso, el verdadero yo, la mente de Buda, el Señor, el observador, el alma, el atman, el maestro, la conciencia de Cristo, el "yo" observador, un metasistema emergente6 y el yo superior.
Los sistemas religiosos suelen promover la aparición del nuevo yo mediante prácticas que separan la mente en una parte observadora y una parte observada. La parte observadora es la precursora del nuevo yo. Estas prácticas suelen consistir en dirigir la atención y la conciencia hacia el interior y dirigirlas a los contenidos mentales: sensaciones, emociones, motivaciones, imágenes mentales y pensamientos que surgen en la mente. Por ejemplo, muchos sistemas religiosos exigen que luchen contra los dictados de sus deseos e impulsos "inferiores". Al hacerlo, la atención se dirige hacia el interior, estos estados mentales se convierten en objetos de atención y comienza la separación de la mente en una parte observadora y una parte observada. Librar una guerra interna contra los deseos y los impulsos ayudará a desarrollar un nuevo yo que se sitúa fuera de ellos y ya no se identifica con ellos.
Otras prácticas también mejoran la separación de la mente en una parte observadora y una parte observada. La meditación suele implicar volver la atención hacia el interior y convertir los pensamientos y los estados emocionales en objetos de atención7. Del mismo modo, las prácticas de atención plena del budismo y la autoobservación8 de Gurdjieff promueven el desarrollo del nuevo yo observador durante la vida ordinaria. Estas prácticas centran la atención en las sensaciones físicas, las emociones, las imágenes mentales y los pensamientos que surgen a medida que el individuo realiza sus actividades e interacciones cotidianas. Todas estas técnicas hacen hincapié en que la autoobservación debe ser pasiva y sin juicios. Esto ayuda a garantizar que el nuevo yo observador no se identifique con los contenidos mentales que surgen ni se deje absorber por ellos.
Varias prácticas ayudan al yo observador a permanecer separado de los contenidos mentales. Algunas de ellas actúan amortiguando la actividad mental y reduciendo la incidencia de experiencias emocionales intensas. Esto facilita que el nuevo yo se mantenga al margen del flujo de contenidos mentales sin quedar absorbido e identificado con ellos. Algunos ejemplos son las prácticas que alejan a los individuos de las presiones de la vida normal, como los retiros, la vida monástica, el ascetismo y las peregrinaciones. Muchos sistemas también han descubierto que la meditación es un método eficaz para tranquilizar la actividad mental, y que la oración y la devoción pueden tener efectos similares. La mayoría de los sistemas hacen hincapié en que es necesario un esfuerzo y una vigilancia repetidos para mantener la separación: el individuo tenderá a volver a identificarse con los pensamientos y los estados emocionales, y le resultará muy difícil mantenerse al margen y observarlos durante periodos prolongados.
Estas prácticas también desarrollan la capacidad del individuo para disponer la atención voluntariamente y romper el control de la atención por los estados emocionales. Las prácticas devocionales también potencian esta capacidad, ya que exigen que el individuo devuelva continuamente la atención al objeto de devoción y la aleje de las distracciones.
El nuevo yo que puede desarrollarse como resultado de estas prácticas está relativamente libre de los objetivos adaptativos del sistema de recompensa interno. Una vez que el nuevo yo emergente puede permanecer funcionalmente separado de las motivaciones y los impulsos emocionales, puede decidir si se deja o no influir por ellos. En lugar de "seguir" estos impulsos a medida que surgen, puede decidir no actuar en consecuencia. Esta separación funcional también permite al nuevo yo controlar la disposición de la atención. El nuevo yo puede dirigir la atención y la energía sólo a actividades que sirvan a los objetivos del yo.
A medida que el yo observador acumula conocimientos sobre el funcionamiento del sistema motivacional y emocional, mejora su capacidad para gestionarlos. El individuo aprende a modificar las metas de su sistema de recompensa interno, y entonces es capaz de alinearlas con metas y objetivos de su elección. Como resultado, el individuo puede encontrar motivación y satisfacción emocional en cualquier actividad que sirva a sus metas y objetivos. Por ejemplo, si una persona decide perseguir el éxito evolutivo como objetivo final, podrá alinear su sistema de recompensa interno con los objetivos evolutivos9.
La metáfora de un carruaje (o carro) tirado por caballos ha sido utilizada por varios sistemas religiosos y filosóficos para representar la psicología de una persona que ha desarrollado estas capacidades10. Por lo general, el conductor es el intelecto, los caballos las emociones, el carruaje el cuerpo y el maestro del carruaje (o señor del carro) es el nuevo yo. El maestro coordina las acciones de los distintos componentes para que cooperen juntos al servicio de los objetivos y objetivos y metas fijados por el maestro. Es importante destacar que esta metáfora subraya que el nuevo yo no reprime, anula ni asume las funciones de las emociones y el cuerpo. Un yo superior competente, como un directivo competente de una empresa moderna, o como el director de una orquesta, trabaja con las capacidades especiales de los elementos que gestiona y hace el mejor uso de ellas.
¿Por qué han desarrollado las religiones este extenso cuerpo de conocimientos y prácticas sobre la liberación de los seres humanos de las exigencias de sus sistemas motivacionales y emocionales? Una razón clave es que las religiones suelen promover la adhesión a sistemas éticos que entran en conflicto con los dictados de nuestro sistema de recompensa interno. Las religiones han aprendido que hace falta mucho más que un compromiso intelectual con un sistema ético para que un individuo sea capaz de ponerlo en práctica. La razón no controla las pasiones hasta que el individuo ha desarrollado una nueva estructura psicológica que tiene la capacidad de gestionar el sistema de recompensa interno del individuo.
Otra razón del profundo interés de las religiones en este ámbito es la intuición de que sólo un yo que haya trascendido los impulsos emocionales podría vivir más allá del cuerpo. Un yo ligado a los deseos corporales y a las respuestas emocionales morirá con toda seguridad cuando muera el cuerpo que les dio origen. Varias tradiciones religiosas que adoptan esta postura también creen que el punto final del desarrollo espiritual es la fusión de este yo trascendente con lo absoluto (por ejemplo, Dios).
Por supuesto, la gran mayoría de los miembros de las religiones no desarrollan un yo superior. La mayoría no adopta en su totalidad las prácticas prescritas por su religión, y pocos entienden las prácticas y creencias en los términos aquí descritos. Muy pocos cristianos desarrollan la capacidad de poner sin esfuerzo la otra mejilla en el sentido pleno de esa metáfora. Para que las prácticas de desarrollo espiritual logren transformar la psicología de la humanidad en general, será necesario potenciarlas y desarrollarlas. Lo más probable es que esto se consiga si las prácticas son investigadas por la psicología científica moderna y, finalmente, integradas en ella. Si las prácticas espirituales se someten al escrutinio escéptico y a las rigurosas pruebas de la ciencia moderna, las prácticas y creencias basadas en hechos podrán separarse de las basadas en suposiciones y misticismos sin fundamento. Y las poderosas técnicas y los amplios recursos de la ciencia moderna podrían utilizarse para descubrir prácticas nuevas y mejores. Este proceso continuaría la progresiva expansión de la ciencia hacia nuevos dominios que ha tenido lugar a lo largo de su relativamente joven historia. La ciencia ha crecido incorporando y desarrollando cuerpos de conocimiento que inicialmente eran poco sistemáticos y estaban plagados de contradicciones y conocimientos populares.
Hasta que los humanos no desarrollemos la capacidad de liberarnos de nuestro pasado biológico y cultural, nuestra adaptabilidad evolutiva se verá seriamente limitada. No utilizaremos el enorme potencial de la modelización mental para identificar y poner en práctica las acciones que más contribuirán al éxito evolutivo de la humanidad. En lugar de utilizar nuestros avances tecnológicos y recursos económicos para objetivos evolutivos, seguiremos utilizándolos sólo para servir a las necesidades y deseos establecidos por nuestro pasado evolutivo y condicionamiento. La humanidad seguirá pasando su tiempo en este planeta masturbando deseos de la edad de piedra, sin llegar a ninguna parte en términos evolutivos.
Alternativamente, podríamos mejorar masivamente nuestra adaptabilidad evolutiva liberándonos de los dictados de nuestro pasado biológico y cultural. Podríamos desarrollar la capacidad de alinear nuestro sistema interno de recompensa y motivación con los objetivos evolutivos. Esto nos permitiría encontrar satisfacción y motivación en cualquier adaptación que sirva a estos objetivos. Con esta capacidad, podríamos elegir llevar a cabo cualquier acción que contribuyera al éxito evolutivo de la humanidad, y encontraríamos satisfacción y motivación al hacerlo. Esto nos permitiría utilizar el inmenso poder del modelado mental para perseguir objetivos evolutivos, en lugar de seguir persiguiendo ciegamente aproximaciones anticuadas e inexactas al éxito evolutivo como fines en sí mismos.
Si hacemos esta transición, los humanos nos convertiremos en seres autoevolutivos, capaces de adaptarnos en cualquier dirección que sea necesaria para el éxito evolutivo futuro, relativamente libres de las trabas de nuestro pasado biológico o de nuestras experiencias vitales previas. A medida que nos adentremos en el sistema solar, la galaxia y el universo, seremos capaces de cambiar nuestros objetivos adaptativos y nuestro comportamiento en función de los retos a los que nos enfrentemos. Seríamos capaces de recrearnos continuamente, de cambiar la naturaleza humana a voluntad, de sacrificar repetidamente lo que somos por lo que podemos llegar a ser, de morir y nacer de nuevo continuamente.
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1 Para un análisis más detallado de la evolución de estos mecanismos, véase Dennett, D. C. (1995), Darwin's Dangerous Idea (Nueva York: Simon and Schuster).
2 La importancia evolutiva del modelado mental fue reconocida claramente por primera vez por Popper, K. R. (1972), Objective knowledge - an evolutionary approach (Oxford: Clarendon).
3 Para un análisis más completo, véase Stewart, J. E. (2000), Evolution's Arrow (Rivett: Chapman Press) [en línea en http://www4.tpg.com.au/users/jes999/ ].
4 Para más información sobre la relación entre el nuevo yo y los contenidos mentales, véase Nicol, M. (1980b),
The Four Bodies of man', en Psychological Commentaries on the Teachings of Gurdjieff and Ouspensky (Londres: Watkins) 1, pp. 218-35.
5 Keegan, R. (1994), In over our heads - the mental demands of modern life (Cambridge: Harvard University Press), expone muy bien esta cuestión.
6 Véase Heylighen, F. (1991), "Cognitive Levels of Evolution: from pre-rational to meta-rational", en The Cybernetics of Complex Systems - Self-organisation, Evolution and Social Change, F. Geyer Ed., (Salinas, California: Intersystems) pp.75-91.
7 Véase, por ejemplo, Goleman, D. (1988), The meditative mind - the varieties of meditative experience (Nueva York: G. P. Putnam's Sons).
8 Para más información sobre la autoobservación, véase Nicol, M. (1980c), "Commentary on Self-Observation and 'I's", en Psychological Commentaries on the Teachings of Gurdjieff and Ouspensky (Londres: Watkins) 1, pp. 302-17.
9 Esta noción se desarrolla con más detalle en Stewart, J. E. (2001), "Future psychological evolution", Dynamical Psychology [en línea en http://www.goertzel.org/dynapsyc/ ].
10 Véanse, por ejemplo, el Katha Upanishad, el Fedro de Platón y los cuentos de Belcebú a su nieto de Gurdjieff.