Revista Cultura y Ocio
No se aprecia el silencio hasta que uno lo ha perdido. Es el ruido el que nos conduce, el que marca la pauta. Estamos hechos de ruido. Puede que de más cosas, pero hay ruido dentro de uno, ruido que no nos pertenece, en muchas ocasiones. Quizá haya que escucharse. Hace mucho que no me presto atención. O que me la presto de un modo impreciso, sin escuchar de verdad. No nos escuchamos. Yo, en particular, me escucho cada vez menos. Hay días en que no ejerzo esa voluntad privada, días enteros en los que no reparo en el silencio. El silencio es lo que se está perdiendo. Ganamos otras cosas, pero están impregnadas de ruido. El progreso no ama el silencio.