Lectores y espectadores, partidos políticos, movimientos de distinta índole, servicios secretos, hackers, periodistas y animadores centrales de internet (Twitter, Facebook, youtube, Google, Instagram, etc) conforman un amplísimo mercado de la manipulación. No lo dice la “propaganda comunista”, sino científicos de prestigiosas universidades y centros independientes de Europa y Estados Unidos, que han probado hasta el cansancio que los medios informativos han sido secuestrados para amplificar los mensajes estereotipados y que usan las mismas técnicas que las empresas de mercadotecnia.
Apelan a la Economía de la Atención, un concepto cada vez más popular en la política y que parte del hecho indiscutible de que se ha producido un cambio muy significativo en la forma en la que consumimos información. En el pasado, cuando esta era escasa, los humanos competíamos por las noticias disponibles. Ahora son las informaciones quienes compiten por la atención humana.
Se ha articulado un sistema económico basado en la pormenorizada vigilancia de cada clic. Un estudio reciente del Reuters Institute for the Study of Journalism de la Universidad de Oxford llegaba a la conclusión de que más de la mitad de la ciudadanía se informa ya a través de redes sociales. Y de esa mitad, más del 50 por ciento no recuerda correctamente las fuentes de la información. En otras palabras, pierden relevancia y autoridad las fuentes al tiempo que se aplanan las jerarquías.
En la esfera pública ultra-rápida y con más información que nunca -que no mejor informada-, para muchos una noticia pescada al vuelo en una red social tiene la misma legitimidad que el trabajo serio de una investigación periodística rigurosa.
Al mismo tiempo, los llamados medios tradicionales tratan de adaptarse a esa lógica y un ejército de espectros vela a diario en Internet por la defensa de un territorio sembrado de intereses económicos. El 45 por ciento de la publicidad en Estados Unidos es ya digital. El último informe sobre tendencias globales del mercado publicitario MAGNA prevé que los ingresos publicitarios netos de los dueños de medios crecerán un 6,4 por ciento y alcanzará 551 000 millones de dólares en 2018. Este es el mayor crecimiento desde 2010.
Cualquier analista medianamente serio en Estados Unidos reconoce que la crisis de la política tiene que ver, entre otros factores, con no poder hacer visibles a los ciudadanos los temas y discursos de la sociedad. Los cronistas de falacias, los community managers de las redes, los perfiles automáticos que generan burbujas narrativas creadas con la intención de instalar un embuste son los nuevos zares de las noticias.
Eso explica por qué Presidentes de 130 naciones desembarcan en Nueva York y muy pocos en el país se enteran. “Naciones Unidas es irrelevante en Estados Unidos”, comenta David Brooks, veterano corresponsal del diario mexicano La Jornada, en Nueva York. En el actual debate de la Asamblea General no existieron ni América Latina, ni África, ni Asia, ni siquiera Europa. Solo interesan algo los proclamados enemigos, aquellos candidatos a ser bombardeados en los próximos días: Irán, por ejemplo, porque la pirotecnia de la guerra sí vende. Importa Rusia por el tema electoral. China, porque es el otro superpoder en pugna. Eso explica por qué nadie le preguntó nada o casi nada de temas multilaterales a Donald Trump, quien ofreció en la ONU su quinta conferencia de prensa y una de las más extensas desde que llegó a la Casa Blanca.
“Cada vez hay menos corresponsales permanentes en las Naciones Unidas. Pasas por las salas de prensa y no hay nadie. Entre los recortes de los medios, está la ONU, que lo puedes ver por Internet”, añade David.
Los medios locales estadounidenses no hablaron de la visita del presidente cubano Miguel Díaz Canel, como no lo hicieron de los otros mandatarios que estuvieron en Nueva York. Solo existió Donald Trump, y no precisamente por las exaltaciones y bravuconerías del Emperador que podrían incendiar a medio mundo, sino por las carcajadas que provocó en el circunspecto plenario de la Asamblea General cuando anunció que “en menos de dos años, hemos conseguido más que casi ningún otro Gobierno en la historia de nuestro país”. El performance, el spam político, la publicidad omnipresente, las solicitaciones de atención, las opiniones múltiples y contradictorias y la comunicación intrascendente en todas las direcciones, provocan que el ciudadano corriente viva la política como un exceso de ruido que no le orienta, pero sirve para irritarle o divertirlo.
Sin embargo, las redes todavía son menos omisas a la manipulación del silencio, como se puede apreciar si se filtra la etiqueta #MiguelDiazCanel, la más utilizada en Estados Unidos en los días de la visita. Utilizamos KeyHole, un rastreador profesional en tiempo real de datos en Twitter, Instagram y Facebook:
#MiguelDiazCanel en https://keyhole.co/
La mayor atención la alcanzó su presentación en la Cumbre de Paz “Nelson Mandela”, donde pareciera que la audiencia estadounidense lo descubrió, y luego se quedó en el radar de un público que lo siguió en la intensa jornada de esos días. Los mensajes más compartidos y comentados, según KeyHole, fueron los de @DominioCuba en inglés. El 92 por ciento de los estadounidenses que siguieron estos mensajes lo hicieron a través del dispositivo móvil.
La lección es simple: antes la opinión pública era la opinión publicada; ahora la opinión pública es la opinión compartida. Los New York Times y los Washington Post de este mundo son la representación del poder, pero no necesariamente de la gente que está en la calle y sigue apostando por ciertos valores culturales y éticos. Un país pequeño, pero un gigante moral -como nos diría Fidel- puede ganarle a las grandes cámaras de eco si se entiende con las redes, las conexiones y las comunidades. Y ese es el reto de los silenciados de este mundo.