Editorial Anagrama. 168 páginas. 1ª edición de 1985.
El sur de Víctor Erice
es una de mis películas favoritas. Después de la película, vi más de una vez en
las librerías la novela El sur, seguida de Bene
de Adelaida García Morales (Badajoz,
1945-Dos hermanas, 2014). La compré hace ya bastantes años en una librería de
segunda mano. Me costó tres euros. No recuerdo apenas nada de las dos historias
que formaban el librito (sobre todo se me ha borrado Bene, y de la primera no sabría decir en qué se diferencia de la
película), pero sí conservo la grata sensación que me dejaron. De hecho, me
pareció que, aunque el libro era muy fácil de encontrar en las librerías de
segunda mano, y se habían impreso muchas ediciones de él, García Morales era
una escritora de la que se hablaba poco. No recordaba, por ejemplo, haber leído
reseñas de sus libros en los suplementos culturales. Dada su calidad, aquello
me resultó un tanto extraño.
Hace unos meses visité mi querida librería de segunda mano Ábaco (la
de Raimundo Fernández Villaverde, hay otra cerca de Quevedo) y encontré la
primera edición de El silencio de las sirenas (Premio Herralde 1985) por 3 euros.
Me pareció una buena idea comprar el libro. La novela llevaba ya tiempo en mis
estanterías de libros por leer y me apeteció acercarme a ella cuando vi que Random House iba a sacar un libro de
Elvira Navarro titulado Los últimos días de Adelaida García Morales.
Solicité esta novela a la editorial, que me la mandó (muchas gracias), y decidí
leer los dos libros seguidos: El silencio
de las sirenas y Los últimos días de
Adelaida García Morales.
La narradora de El silencio de
las sirenas es María, una maestra de ciudad que ha sido destinada a un
pequeño pueblo de las Alpujarras. En este pueblo los jóvenes han emigrado a la
ciudad y sus calles están pobladas, principalmente, por mujeres mayores que
«han nacido con el siglo». Este dato me parece significativo. En la página
final podemos observar una anotación de García Morales que dice: «Capileira,
1979-80 y mayo junio de 1985». Capileira es una localidad de la Alpujarra
granadina. Al escribir esta reseña ya he leído Los últimos días de Adelaida García Morales y sé que la escritora
fue pareja del cineasta Víctor Erice y que los dos estuvieron viviendo cinco
años en un pueblo de las Alpujarras, que la lógica dice que ha de ser
Capileira, donde el libro fue escrito. Pasada la mitad de la novela,
encontramos una única referencia temporal (además de la difusa «mujeres mayores
nacidas con el siglo»), cuando se nos informa de que uno de los personajes
conoció a otro en 1978; por tanto, la novela debe de situar su historia en
torno a 1979. Lo curioso es pensar que podía estar ambientada también en 1960 o
incluso en 1940, porque El silencio de
las sirenas refleja un mundo cerrado –el de un pueblo de las Alpujarras–
sin apenas referencias externas.
En el pueblo, María siente que no encaja, que sus habitantes la
observan con descaro y recelo, hasta que una noche es invitada a casa de Matilde,
una anciana que realiza curas contra el mal de ojo. «Escuchar a Matilde era ir
aprendiendo la historia de la aldea, la de sus antepasados, la que ellos habían
creído vivir. Era una historia manejada, en parte, por seres imaginarios y
crueles que parecían divertirse jugando con las desgracias de estos aldeanos»
(pág. 34). María se ve trasladada así, de golpe, a un mundo antiguo de
supersticiones y creencias mágicas. El rito de la cura del mal de ojo me hizo
recordar, de forma inmediata, el uso del péndulo como elemento
mágico en El sur. Las historias de
García Morales, partiendo de un contexto muy realista, se adentran pronto en un
mundo de misterio, donde los sueños y las obsesiones de los personajes cobran
especial relevancia.
En la casa de Matilde, poco después, María conocerá a Elsa, una joven
que, como ella, tampoco es del pueblo. Una joven a la que Matilde no consigue
quitar ni el mal de ojo ni sus obsesiones. Entre María y Elsa, las dos
desclasadas del pueblo, surgirá una amistad. La primera tratará de ayudar a la
segunda en su búsqueda del amor de Agustín Valdés.
Elsa, profesora de Filosofía, ha llegado al pueblo de las Alpujarras
huyendo de un amor no correspondido que la atormenta. Un amor que, en realidad,
ha tenido escaso sustrato real. Elsa conoció a Agustín Valdés en una ocasión y,
después de encontrarse con él dos veces más (sin que se produjera entre ellos ningún
acercamiento sexual), se enamoró perdidamente de él. Este amor que ella
alimenta como quien hecha leña a un fuego cada vez más devorador, la va
consumiendo igual que una enfermedad del alma. Por juego, o por confusión («La
vi tan sumida en aquella historia, creando para ella tanta realidad que, de
pronto, mis preocupaciones me parecieron intrascendentes y me sorprendí
representando una vez más el papel que ella me imponía», leemos en la página
66), María le dirá que puede hipnotizarla. En los sueños, hipnosis o
fingimientos de Elsa, ésta narrará su amor, mezclado con una historia
ambientada en el siglo XIX.
Entre los ritos de mal de ojo, los sueños, las hipnosis y los comportamientos
obsesivos de Elsa, la novela acaba rezumando una atmósfera algo asfixiante. Son
varias las veces que Elsa insiste en que ella «no es un monstruo», ya que la
narración va cobrando también un aire simbólico en torno al mito de la sirena.
María es una narradora-testigo y su testimonio es una evocación.
Cuando comienza la novela, Elsa ya se ha despedido de ella, dejándole unos cuantos
regalos, entre ellos un diario, en el que habla de su amor por Agustín, y una
copia de las cartas que le enviaba y la única que recibió de él. En la novela,
además de conocer la historia a través de María, el lector podrá acercarse a
algunas páginas de su cuaderno o a sus cartas. El territorio físico, como ya he
apuntando, está muy delimitado entre los confines de un desapacible pueblo de
las Alpujarras y las montañas cercanas. María irá unos días de vacaciones a
Madrid, pero en la ciudad sólo sentirá extrañeza y deseos de volver junto a su
amiga, que le fascina por la intensidad de su amor. También se narra un viaje
de Elsa a Venecia, que en cierto modo parece un relato de fantasmas: en las
calles y canales, Elsa es perseguida por el espectro de Agustín Valdés.
La novela también es rica en referentes culturales y simbólicos: la
reproducción de un cuadro de Paolo
Ucello, con San Jorge y el dragón, imágenes de Goya, Proust y Las
afinidades electivas de Goethe.
El lenguaje de la novela me ha parecido bastante cuidado, muy
evocadora su cadencia poética. Como ya comenté al principio, guardaba un gran
recuerdo del libro El sur seguido de Bene, y he terminado El silencio de las sirenas
con una grata impresión también. Me ha gustado. Está escrito en los años de la
Transición, pero este asunto no parece importarle en absoluto a la escritora,
no suscita en ella ningún apunte histórico o social; decide hablar de una
España telúrica y del deseo imperecedero del amor o de la entelequia. La
misteriosa atmósfera creada en torno a este pueblo innombrado de las Alpujarras
es una gran construcción en esta historia de mujeres.
He leído en internet que, aunque Adelaida García Morales publicó trece
libros, fue perdiendo fuerza creativa, hasta que dejó de publicar en
2001(siendo El testamento de Regina su último libro publicado), trece años
antes de su muerte. Lo cierto es que tengo curiosidad por saber cómo son sus
siguientes novelas, por leer al menos las que publicó en Anagrama. Fui de nuevo
a Ábaco para comprar La lógica del vampiro (1990), pero
alguien se lo había llevado.
No sé cómo será la evolución de Adelaida García Morales como
escritora, pero me parece que los dos libros que he leído de ella (El sur seguido de Bene y El silencio de las sirenas) merecen
bastante la pena. Opino que García Morales es una escritora muy reivindicable.
La semana que viene hablaré de Los
últimos días de Adelaida García Morales de Elvira Navarro.