Revista Cultura y Ocio

El silencio es oro – @tijeramanca

Por De Krakens Y Sirenas @krakensysirenas

La educación sentimental. ¿Sabes qué es eso? No. Qué coño vas a saber. O querer saber mejor, con toda precisión, dicho. Da igual. A lo que iba: eso, la educación sentimental es el mensaje de mierda que te escribí en las Navidades de 2014. En tu cumpleaños de 2006. En el separador de cartulina entre los apuntes de Latín y Filosofía de 3º de BUP en el 95. En la tarjeta de despedida del curro en 2010. Puedo seguir. En serio. Creía que la lista iba a ser más corta, pero ya ves, me pongo a excavar y excavar y esto no tiene fondo. Puta memoria. Aunque, a veces, lo gracioso de verdad es cómo se me borra tu nombre, tu cara, tu voz.

No sé ni cuántas eres. Por eso digo tú. Por abreviar. Y porque, después de todo, no importa.

Yo aquí no he venido a hablar de amor. Ya sé que la gente sólo quiere hablar de amor o, más bien, de ese sucedáneo de yo qué sé pero que parece plastilina y se usa para cubrir las tartas. Puedes poner las palabras que quieras, los dibujines, puedes ser cruel, obsceno, puedes trazar un sigilo obsceno para invocar al puto Baphomet… y sigue siendo puro empalague para engañar a la lengua.

Así funciona también en literatura. Lo que el noventa por ciento de la población entiende por literatura. El otro diez por ciento sólo la entiende como una manera de sentirse superior al resto.

Hoy estoy cansado. Es domingo. Debería estar en la cama. Pasarme la mañana durmiendo y haciéndome pajas sin tener que pensar en ti, pues para eso creó Dios el porno en línea y su costilla, el iPad. Pero escribo. Escribo porque no tengo otro momento. Porque no tengo alternativa. Porque hay un millón de frases que quise escuchar y pronunciar y nunca pudo ser y me entrego a la Santísima Misión de rellenar los huecos.

No lo hago por ti. Nunca fue por ti. Tú estarás muy bien con tu chico, tu chica, tus hijos, tú misma, lo que sea… O no. Yo no tengo, tuve ni tendré nada que ver con ello y lo asumo. No me malinterpretes. Tampoco he venido a hablar de rencor. De odio. Dicen que el odio es el opuesto al amor, pero eso es otra gilipollez.

¿Ves? ¿Ves cómo nadie tiene puñetera idea? Lo contrario del amor es la indiferencia. Lo que da igual. Lo de pasar de largo. Lo de callarse y taparse boca y ojos, boca y oídos. No ver, oír, decir impiedades. No responder ya nunca jamás. Acuérdate de los tres monos. Si este es el camino a la pureza, desde luego que el silencio es oro.

Mi problema es que no soy puro. Mi problema es que el dolor marca mi memoria como los mojones rojiblancos los kilómetros en una carretera comarcal. Hubo un tiempo en el que lo llamé dolor. Luego entendí que sí, que era dolor, pero una mierda de dolor comparado con las guerras, genocidios, las catástrofes tectónicas que permanecen menos que aquel día que pasaste estrepitosamente de mi culo.

Menos mal que existe Google y me permite disimular. Puedo decir cómo se llama el ingeniero jefe en Fukushima. Tengo problemas para recordar nada de ti ajeno a tu ausencia, como tus rasgos o tus apellidos, pero menos cuando pongo «ingeniero jefe en Fukushima» en una casilla del teléfono el Universo me responde, está conmigo. Pertenezco, no sé si me entiendes. Que sé que ni lo lees, pero si dijera «entenderías» me sentiría todavía más tonto. Es lo que tienen los condicionales. Que hablan como si alguien se pudiera poner en tu lugar. Y tu lugar no existe. Nunca existió. Sólo era un cepo de palabras que mordieron con fuerza y ahora romperé con otras.

Estas mismas que saltan al mundo en cuanto pulso la tecla de ENTRADA.

Visita el perfil de @tijeramanca


Volver a la Portada de Logo Paperblog