
Fortunata viéndonos comer. Y esperando que la invitemos a algo, supongo. Los carillones cantan su nostalgia sobre el regazo del viento. Es el silencio ilustrado, la complicidad con quienes lo habitan de un espacio íntimo, y a la vez abierto.

Fortunata viéndonos comer. Y esperando que la invitemos a algo, supongo. Los carillones cantan su nostalgia sobre el regazo del viento. Es el silencio ilustrado, la complicidad con quienes lo habitan de un espacio íntimo, y a la vez abierto.