No, no me refiero a la popular serie El síndrome de Ulises -popular y breve-, sino a que nos pasamos el año entero con síndromes.
En primavera, tenemos la astenia primaveral. Te da un bajón, no tienes ganas de nada... no sé por qué, pero pasa. Empieza a hacer calorcito y parece ser que hay a gente que le da mucha pena despedirse del invierno, digo yo que será eso. Lo podrían llamar ya de paso, síndrome primaveral, que es mucho más fácil de recordar y decir.
Luego tenemos el síndrome pre-vacacional. Ese chungo que nos da antes de tener vacaciones. Porque queremos irnos, porque tenemos que prepararlas, porque no tenemos vacaciones... cualquier excusa es buena para volverse cardíaco y ponerse más tenso que una goma estirada -qué derroche de humor, por Dior-.
Vacaciones, síndrome... de vacaciones. No sé si tenemos síndrome pero desde luego que estresados también seguimos. Que si la familia, los niños, las discusiones con la pareja, las playas y los chiringuitos a tope de gente. No sé a vosotros, pero a mí eso me pone de una mala leche... que me dan ganas de sacar la recortada y cargarme a todo el mundo para que me dejen disfrutar sola de las merecidas vacaciones.
Después de vacaciones, síndrome post-vacacional. Hemos vuelto al trabajo -o al paro-, la rutina, se acaba el sol, la playa, la piscina, el ir con poca ropa -es que hay a mucha gente que le gusta despelotarse, seguro- y comienza el fresquito, la caída de hojas, vamos, el anticipo del aburrido invierno que nos obliga a estar en casa.
Y así, vamos enlazando unos con otros. Como veis, todo es una excusa para pedir bajas en el curro de que estamos malitos y no ir a trabajar, porque sino, no me explico tanto alboroto con los cambios de estaciones.
Claro que puede que eso sea porque estoy en síndrome pre/durante y post parada. ¿Sabéis si dan baja en el médico por eso?